“La Noche del Demonio” recupera el terror

Aunque no es tan inventiva y memorable como la primera entrega de esta saga de horror sobrenatural, la tercera parte es una sólida seguidilla de sustos.

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En un mar de filmes de terror sobrenatural perezosos, faltos de inspiración y tramposos en sus intentos de apelar al reflejo físico del sobresalto ante ruidos fuertes en vez de trabajar por generar un terror auténtico y duradero, la película de 2010 La Noche del Demonio es una de las demasiado pocas excepciones en años recientes.

Apelando a un estilo de terror clásico sin demasiada parafernalia, en el que los sustos golpean fuerte con la repentina y luego dejan al público esperando hasta que creen que están a salvo, en el que el “más allá” no es más que penumbra, en el que menos definitivamente acaba siendo más. El filme de James Wan y su guionista Leigh Whannell creaba al mismo tiempo una interesante mitología de un mundo fantasmal acechando en los bordes de nuestra dimensión, habitado por muertos allí atrapados y seres mucho peores.

Luego de que el propio Wan revisitara ese mundo con una secuela en 2013 que no estaba a la altura de lo que había venido antes – Wan pareció quedarse sin gasolina luego de la excelente El Conjuro, que estrenó ese mismo año –, la saga quedó en manos de Whannell, quien releva a Wan en su debut como director, y quien logra devolverle a La Noche del Demonio algo del brillo – o tal vez la oscuridad – que perdió en el Capítulo 2.

A pesar de lo que dicta la lógica, con eso de que el número tres viene después del dos, La Noche del Demonio: Capítulo 3 es una precuela que trascurre antes de los horrores que vivió la familia Lambert, y el hilo que une a esta película con las posteriores es Elise (Lin Shaye), la espiritista, a quien encontramos en situación de retiro, temiendo por su vida por una amenaza que los fans de los filmes anteriores reconocerán sin problemas.

A ella se acerca Quinn (Stefanie Scott), una adolescente cuya madre falleció un año atrás, y a quien desea contactar por medio de Elise. A regañadientes, la mujer accede, pero hace contacto con algo más, algo terrible que se pega a Quinn y comienza a convertir su vida en una serie de momentos de gran horror.

Se nota que Whannell ha estado prestando atención al trabajo de Wan en las entregas anteriores de la saga, porque la forma en que maneja los tiempos y cómo muestra el horror es calcada de su socio, lo que es algo bueno porque esa era una de las principales fortalezas de Wan. Whannell establece cómo va a ser la cosa bien pronto, convirtiendo a la cámara en un acechador invisible por momentos y en otros instantes mostrándonos a las cosas que se esconden en la sombra, gesticulando burlonamente. Y entiende que la anticipación al susto es tan importante como el susto en sí; Whannell estira la tensión hasta el punto máximo, haciendo que el público espere el susto... y espere, y siga esperando hasta que casi parece que en verdad no va a pasar nada. Entonces algo pasa.

Si hay una gran diferencia entre Whannell y Wan es que el primero depende mucho más de los “jump scares”, esos momentos en que la repentina aparición de algo horrible y una explosión de sonido conspiran para hacer al espectador saltar en su asiento. Pero al menos Whannell es honesto con sus “jump scares”, ninguno de ellos es un susto falso.

Aún así, las mejores escenas siguen siendo aquellas en las que el director se esfuerza un poco más en hallar un horror duradero; una escena particularmente y (desesperantemente) inspirada tiene a Quinn inmovilizada en el suelo de su habitación, la cámara fija en su rostro aterrado, mientras algo de lo que solo podemos ver los pies pasea tranquilamente a su alrededor, apagando una por una todas las fuentes de luz.

De una forma muy similar a la primera La Noche del Demonio, Whannell sigue el libreto clásico de las películas de terror sobrenatural al principio; es buen terror sobrenatural, pero nada extraordinariamente único. Pero en la parte final comienza a entrar de lleno en la excentricidad propia de la saga, destacando más la mitología del Más Allá con un ligerísimo toque de Cazafantasmas – sí, Angus Sampson y el mismo Whannell vuelven como Tucker y Specs – y poniendo a Elise en el centro de la atención.

Aunque el filme nunca logra igualar en surrealismo al memorable primer paseo de Josh Lambert en el Más Allá en la primera película, los momentos de Elise en el otro mundo son lo suficientemente tensos y amenazantes, incluyendo a un par de figuras ya icónicas de la serie y dando a Lin Shaye la oportunidad de convertir a Elise ocasionalmente en una figura al estilo Gandalf. En el papel, ver a una pequeña mujer plantarle cara a un demonio puede sonar ridículo, pero Shaye lo vende bien; si yo fuera un demonio, me sentiría intimidado.

Con este Capítulo 3, La Noche del Demonio vuelve a lo suyo, presentando una alternativa algo más creativa de terror paranormal que lo que estamos acostumbrados a recibir. No vivirá en lo más alto de los anales del cine de terror, pero el que busque momentos de terror los encontrará aquí.

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LA NOCHE DEL DEMONIO: CAPÍTULO 3 (Insidious: Chapter 3)

Dirigida por Leigh Whannell

Escrita por Leigh Whannell

Producida por James Wan, Jason Blum y Oren Peli

Edición por Timothy Alverson

Dirección de fotografía por Brian Pearson

Banda sonora compuesta por Joseph Bishara

Elenco: Stefanie Scott, Lin Shaye, Dermot Mulroney, Angus Sampson, Leigh Whannell, Tate Berney, Steve Coulter, Hayley Kiyoko, Tom Fitzpatrick y Michael Reid MacKay

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