"Guerra Mundial Z": la marea zombi

Brad Pitt protagoniza un filme de zombis único, que pone en la mesa una serie de ideas interesantes y novedosas, pero que acaba quedándose en el camino.

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[Esta reseña contiene detalles del argumento de la película que las personas que no vieron aúl el film podrían no querer leer.]

“Guerra Mundial Z” no es la película que debería haber sido, ni la película que obviamente sus realizadores querían que fuera; ni siquiera es la película que los tráilers y demás material de márketing venden. O más bien sí lo es, pero solo en parte.

Por décadas los zombis han sido muy populares en el cine -principalmente gracias al trabajo de George A. Romero-, pero las películas sobre no-muertos en realidad no eran, la mayor parte del tiempo, sobre esos monstruos tanto como eran exploraciones de la condición humana y metáforas sobre el colapso de la sociedad, con los zombis actuando sólo como los disparadores del colapso; eran películas sobre un reducido grupo de personas intentando sobrevivir, aislados y atrapados.

Nunca vimos en el cine una auténtica “guerra” contra los zombis, en las películas como las de Romero los protagonistas poco sabían de cómo estaba el mundo más allá de lo que podían ver desde sus refugios. “Guerra Mundial Z” se perfilaba como el primer relato de magnitud “épica” sobre un apocalípsis zombi, con grandes hordas de no-muertos y la humanidad haciéndoles frente.

La premisa: Gerry Lane (Brad Pitt), un ex empleado de las Naciones Unidas, se encuentra atrapado en el tráfico con su familia cuando la ciudad es atacada por hordas de zombis. Apenas escapando con vida, Lane es convencido de volver a trabajar para la ONU, recorriendo el mundo para intentar hallar la forma de detener el virus que convierte a las personas en caníbales no-muertos.

Parcialmente la película cumple con su promesa de acción zombi a gran escala, y lo hace con un par de escenas muy efectivas; el brote inicial es un momento lleno de tensión muy bien construido por el director Marc Forster, que por un momento logra encontrar una excusa para sacudir la cámara excesivamente y valerse de una edición ultrarrápida que hace que pocas tomas duren más de un segundo.

Es un recurso que en otra situación resultaría molesto (por ejemplo, en prácticamente cada escena de acción del film de James Bond “Quantum of Solace”, que Forster también dirigió), pero que en esa escena se siente justificado; transmite la confusión, la desesperación de no saber cuál de esas personas corriendo está huyendo y cuál es un caníbal demente. El problema es que esa técnica cansa rápido, y Forster la sigue usando en exceso hasta mucho después.

Una excepción es una auténticamente impresionante secuencia en Jerusalén, donde los zombis forman una masa que se comporta primero como una multitud de hormigas y luego como una auténtica marea humana fluyendo por las callejuelas de la ciudad. Es una forma nunca antes vista de presentar la amenaza de un ataque de zombis, visualmente interesante, en especial gracias a que Forster deja de sacudir la cámara y se toma un poco más de tiempo -no mucho- con cada toma.

Y esa es la única ocasión en la que la crisis se siente verdaderamente masiva. Es como si Forster tuviera miedo de aburrir a su adiencia haciéndolos esperar demasiado, y no se toma tiempo para establecer la situación, para poner un poco de tensión antes de liberar a los zombis. Sólo una escueta introducción que insinúa un paralelismo con efermedades de la realidad y la furia de la naturaleza, unas escenas para informarnos que Lane es un hombre de familia muy cariñoso, y a los zombis se ha dicho.

E incluso cuando la crisis ya ha comenzado totalmente, y nos cuentan a través de gráficos o diálogo que las personas están muriendo por millones en todo el mundo, no hay apoyo visual. Sólo alguna que otra toma bien corta que muestra el paisaje de una ciudad u otra con columnas de humo levantándose entre los edificios, una imagen en exceso gastada en la historia del cine reciente.

El resto de la película es más similar a las películas de escala más íntima del género, con momentos tensos en lugares cerrados, lo que no tiene nada de malo, sino al contrario, están relativamente bien construidas -como una muy efectiva escena a bordo de un avión- y hacen gran uso del sonido -como el clímax del film, pero no se acercan a lo mejor que tenían que ofrecer películas como “Exterminio” o “El Amanecer de los Muertos”, por citar ejemplos recientes (sería injusto traer a “La Noche de los Muertos Vivientes” a la comparación).

Así que no vayan a la sala de cine esperando ver grandes batallas entre los ejércitos de la Tierra y los zombis; eso va especialmente dirigidos a quienes hayan leído la excelente novela de Max Brooks en la que se basa la película.

Y luego están los obvios hoyos en el guión. Por ejemplo, en un momento todo está bien, y al siguiente hay zombis en las calles de Filadelfia, y Lane pregunta “¿Qué es esto?” como si fuera algo que surgió totalmente de la nada, a pesar de que sólo un par de días después, como mucho, le cuentan que un país literalmente se aisló del resto del mundo con una muralla justamente porque previeron la llegada de los zombis. A menos que ese país sea mágicamente capaz de aislar kilómetros de frontera en total secreto en un par de días y lo suficientemente cruel para no advertir al resto del mundo, me parece que ese tipo de cosas llegaría a oídos de alguien como Lane.

Hace mal lo que una película como “El Amanecer de los Muertos”, la remake de Zack Snyder del clásico de Romero, hace bien. En aquella película la crisis agarra por sorpresa a los personajes, pero no al espectador, ya que por varios minutos la película sutilmente indica que algo no está bien, antes de comenzar con la masacre. Y cuando comienza, se muestra de una forma que la hace sentir mundial aunque nunca nos separamos de la protagonista, salvo en una inquietante escena de créditos con anuncios de noticias.

Esa sospechosa ignorancia de algo que los personajes deberían como mínimo sospechar son detalles que acaban por desmerecer el buen trabajo a nivel técnico, las impresionantes secuencias de zombis en estampida, o los momentos de genuina tensión.

Pitt logra una interpretación efectiva, y es refrescante verlo en un rol que no es el de héroe de acción, y en el resto del elenco no hay mucho qué destacar. La banda sonora de Marco Beltrami, con colaboración de la banda británica de rock Muse, le pone un sonido fresco y emocionante a la película.

Pero al final “Guerra Mundial Z” se siente como una oportunidad perdida de hacer algo que no solo sea distinto, sino que también sea memorable.  Se siente como el producto de demasiados autores -guionistas, director, productores- sin una idea clara y común de qué tipo de película querían hacer, y acaba como un híbrido entre un film bélico de escala épica y una clásica película de zombis.

Parece tratar de hacer ambas cosas, y acaba haciéndolas a medias.

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GUERRA MUNDIAL Z (World War Z)

Dirigida por Marc Forster

Escrita por Matthew Michael Carnahan, Drew Goddard y Damon Lindelof (basada en una novela de Max Brooks)

Producida por Brad Pitt, Ian Bryce, Dede Gardner y Jeremy Kleiner

Edición por Roger Barton y Matt Chesse

Dirección de fotografía por Ben Seresin

Banda sonora compuesta por Marco Beltrami

Elenco: Brad Pitt, Mireille Enos, Daniella Kertesz, James Badger Dale, Ludi Boeken, Matthew Fox, Fana Mokoena, Peter Capaldi y Elyes Gabel

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