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(Aunque esta reseña no incluye detalles sobre el desenlace del filme o revelaciones muy explícitas sobre escenas del mismo, sí se hace referencia a escenas específicas, así que esto puede considerarse una advertencia de muy, muy leves spoilers)
Ver Gritos del Monday, el primer largometraje de terror hecho en Paraguay, se sintió demasiado parecido a estar viendo un “work in progress”, un filme que aún no estaba terminado.
Y no digo esto por la calidad técnica del filme, que es, a fin de cuentas, bastante decente. Claro, tiene notables problemas de inconsistencia en la fotografía – tomas aéreas realmente bellas, interesantemente trabajadas y bastante, a falta de una mejor palabra, cinematográficas, contrastan notoriamente con escenas de interiores que no son nada especial, y alguna que otra escena nocturna muy pobremente iluminada – pero en general el trabajo de maquillaje es bueno y los efectos especiales solo dejan ver demasiado claramente el bajo presupuesto en un par de ocasiones puntuales.
No, lo digo porque Gritos del Monday es, en su estructura, un desastre de escenas conectadas entre sí de forma frágil, en que las transiciones la mayor parte de las veces no existen, dejándonos preguntándonos dónde y cuándo es esta o aquella escena, a lo que se suma un guión que da vueltas innecesarias para contar su historia - una que se compone de demasiados clichés del cine de terror acumulados para tomarla muy en serio – y cuyos autores escribieron sus diálogos aparentemente sin molestarse en analizar si las personas del mundo real hablan como los personajes en sus páginas.
La película abre con algunas bellas tomas aéras de la zona del río Monday, a donde un grupo de estudiantes universitarios de ingeniería ambiental acuden a hacer algún trabajo científico. Sin embargo, una de las estudiantes, Viviana (Solange Méndez Flores) encuentra el cadáver colgado de un hombre entre los árboles, lo que dispara una serie de confusos eventos sobrenaturales.
Las fallas que hace el filme a la hora de contar su historia, tanto con palabras como con imágenes, son graves. Las escenas están conectadas de forma que hacen el desarrollo de la historia algo confuso. En una escena nocturna, Viviana ruega por teléfono a alguien – en el momento asumí que sus amigos, aunque bien podrían ser sus padres, la película no nos lo dice – que venga junto a ella porque tiene miedo, y la escena corta bruscamente a los dos amigos de Viviana, de día, golpeando la puerta... de otra casa, y nosotros viendo el filme nos quedamos primero desorientados y luego preguntándonos a quién demonios llamó Viviana y si alguien le hizo caso.
De verdad se siente como que un montón de escenas importantes quedaron fuera de la película, y que el esfuerzo para cerrar esas cicatrices cinematográficas fue un fracaso. La película salta de un lugar a otro ajena a la importancia o al mismo concepto de las tomas de establecimiento que nos muestren dónde estamos – esas tomas de una casa o un edificio que en películas normales suelen introducir las escenas – y con ideas que jamás van a ningún lado o salen de la nada; un bibliotecario interpretado por Javier Enciso aparece en una escena, da una pseudo-explicación de simbología y exige al amigo de Viviana que lo hagan parte de su investigación del fenómeno paranormal, y nunca más volvemos a verlo; en otra escena, el padre de Viviana se enfrenta a la prensa frente a su casa, a pesar de que jamás hubo una sola escena o una línea de diálogo que indicara que la vagamente definida situación paranormal de la joven tomó un perfil público.
La historia, que acumula clichés de películas de terror a granel – el fantasma femenino blanco con pelo negro largo, médiums, una tabla de Ouija, etcétera – se compone de escenas que buscan generar tensión y miedo pero que principalmente – salvo por una escena más bien efectiva en la que el director Héctor Rodríguez hace buen uso del tiempo y un espejo bien colocado, y algún que otro susto repentino que logra alarmar – producen indiferencia; las escenas de Viviana recorriendo su casa a oscuras se hacen infinitas, y cualquier posibilidad de miedo en estas se arruina cuando el filme anuncia a gritos (literalmente) sus sustos por medio de voces estereotípicamente “aterradoras” que susurran clichés de terror.
A esto se suma un elenco de actores que da actuaciones casi uniformemente pobres, ayudados en nada por un guión que les da diálogos poco creíbles de principio a fin. Si películas como 7 Cajas, Luna de Cigarras, Latas Vacías o La Chiperita representan pasos en la dirección correcta hacia la representación en cine de personajes que hablan y suenan en su mayor parte como personas reales de Paraguay, Gritos del Monday es un salto hacia atrás en ese aspecto; creo que nadie en el mundo real describiría haber tenido una experiencia sobrenatural como “tuve una manifestación”.
Pero más allá del diálogo y los actores, el problema con el elenco de personajes de Gritos es que no son personajes, son parlantes de carne y hueso por medio de los cuales la película transmite su historia. La película cuenta con cuatro personaje que podría decirse son los protagonistas – Viviana, sus dos amigos que investigan lo ocurrido y la médium de Clotilde Cabral que los ayuda – y ninguno de ellos tiene una sola escena que nos diga algo que cómo son, qué les gusta o cualquier cosa que no tenga directa relación con la trama más allá de una tímida mención de Viviana de su carrera universitaria y cómo lo que le está pasando le afecta. No conocemos a estas personas, y es importante que las conozcamos si vamos a sentir miedo por ellas; sin eso, las escenas de terror no son más que secuencias sin significado sumidas en la oscuridad y con música de miedo.
Al final, Gritos del Monday es una decepción, una historia traicionada no después de su estreno por enemigos imaginarios en la crítica y el público, sino antes de su estreno por ser presentada en un estado tan incompleto e incoherente.
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GRITOS DEL MONDAY
Dirigida por Héctor Rodríguez
Escrita por Justiniano Sáracho
Producida por Héctor Rodríguez y David Miranda
Dirección de fotografía por José Noguera Orrego
Elenco: Solange Méndez Flores, Katia Mármori, Constantino Masi, Clotilde Cabral, Ana Ivanova, Carlos Rizzi, Teresa Villalba de Rizzi, Eloísa Arroyos, Omar Mercado Fariña, Francisco Sosa, Lucía Sapena y Jorge Díaz de Bedoya