Glass: La revancha de Shyamalan

M. Night Shyamalan completa su inesperada trilogía con un filme en que tanto sus fortalezas y debilidades como director están totalmente a descubierto, una película de cómic imperfecta pero disfrutable y, lo más importante, totalmente única.

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Nadie hace películas como M. Night Shyamalan, y Shyamalan es aparentemente incapaz de hacer películas que no sean auténtica y totalmente suyas.

Sus películas visten las huellas digitales características de su creador como si fueran neón, y la capacidad de uno de disfrutarlas es directamente proporcional a la postura de cada persona ante cosas como los diálogos y actuaciones ligeramente inhumanos y tiesos, el humor a veces sin sentido y la parsimonia con la que el cineasta estructura sus películas.

Si una persona me dijera que no pudo soportar, por ejemplo, El Protegido (2000) por ser “lenta”, no la culparía, aunque sí le diría que se está perdiendo de una de las más fascinantes películas de este siglo.

Porque incluso los aspectos de su filmografía que uno podría considerar defectos vienen – incluso en algunas de sus películas menos afortunadas - acompañados de virtudes innegables como una capacidad casi sobrenatural de generar tensión y suspenso, y un privilegiado ojo estético que siempre arroja como resultado secuencias de gran belleza.

Y El Protegido es particularmente relevante porque con Glass Shyamalan cierra una trilogía que comenzó con aquella película y continuó de forma sorpresiva en 2017 con Fragmentado.

La película trascurre unas semanas después del final de Fragmentado, tiempo en que el trastornado Kevin Wendell Crumb (James McAvoy), cuya mente se divide en 24 personalidades distintas, ha seguido matando en el nombre de su personalidad dominante, la Bestia. Esto ha llamado la atención de David Dunn (Bruce Willis), quien luego de descubrir sus poderes especiales en El Protegido – fuerza sobrehumana resistencia al daño – se ha dedicado a ser un justiciero anónimo.

El encuentro entre ambos acaba cayendo dentro de las maquinaciones de Elijah Price (Samuel L. Jackson), el genio perturbado de cuerpo frágil que ayudó a David a descubrir sus poderes.

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La relación de Shyamalan con los críticos ha sido, desde hace tiempo... complicada, principalmente desde el recibimiento negativo que tuvo su película de 2004 La Aldea, y su respuesta fue bastante poco sutil: darse a sí mismo el papel de un escritor cuyas ideas cambiarían el mundo en su película La Dama en el Agua (2006) y de paso poner en la historia a un crítico de cine que (spoilers para una película de hace 12 años) es brutalmente asesinado.

Desde entonces el director no ha vuelto a abordar el tema en sus películas, pero en Glass vuelve a lidiar con esos “demonios” suyos tomándose una revancha simbólica particularmente con el “giro” final que toma la película, cerrando un tercer acto que es, al mismo tiempo, lo mejor y lo peor del filme.

En esos momentos finales el filme, más que dejar caer accidentalmente todos los platos que estaba balanceando precariamente sobre su cabeza, los estrella a propósito contra el piso con gusto, y el resultado es mitad genialidad y mitad desastre, un final apoteósico pero que se rehúsa a ser lo que parece prometer en un principio, desafiando una vez más las convenciones del cine basado en cómics.

Es un final por momentos ridículo y sin miedo a ser controversial, pero filmado con toda la experiencia y calidad de alguien a quien el gran crítico Roger Ebert llamó justificadamente un “cineasta nato”, con genuino impacto emocional, no en poca medida gracias al gran trabajo de McAvoy, Jackson, Sarah Paulson y Anya Taylor-Joy, quien también regresa a su papel de Fragmentado.

La presencia de Samuel L. Jackson como el genio criminal Elijah Price, alias Mr. Glass, es el centro en cuyo campo gravitatorio gira todo el filme, y aunque el actor normalmente está más cómodo interpretando a personajes con personalidades fuertes y con diálogos grandes y de alto volumen, en Glass hace al público un recordatorio de por qué ha sido uno de los actores más omnipresentes de Hollywood durante décadas; en Glass Jackson es pura amenaza latente, manipulación y propósito, pero con corazón debajo de todo.

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McAvoy vuelve a estar excelente en un rol que sin duda es extremadamente difícil, logrando dar a cada una de las personalidades de Kevin que hacen presencia carcaterísticas inmediatamente reconocibles.

En la función a la que asistí la gente comenzaba a reconocer quién estaba “al mando” del cuerpo de Kevin incluso antes de que este hable; un cambio en la mirada y la postura del actor, y alguien en la sala inmediatamente susurraba “Patricia...”

El eslabón débil de la ecuación es Willis, pero eso no es tanto culpa del actor como de un guión que tiene tantas cosas en la mesa al mismo tiempo que parece no poder evitar descuidar un poco a David, quien desaparece por largos trechos del filme y en general no tiene tanto desarrollo como Elijah o Kevin.

Da la impresión de que Shyamalan terminó de contar la historia de David en su totalidad en El Protegido, y aquí es solamente una herramienta de la historia.

Glass es una película que la mitad del público (incluído el que firma estas palabras) amará y la otra mitad (o quizá un porcentaje un poco mayor) odiará con pasión, pero aunque Shymalan encante o enfurezca, al menos nunca aburre.

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GLASS

Dirigida por M. Night Shyamalan

Escrita por M. Night Shyamalan

Producida por M. Night Shyamalan, Jason Blum, Mark Bienstock y Ashwin Rajan

Edición por Luke Ciarrocchi y Blu Murray

Dirección de fotografía por Mike Gioulakis

Banda sonora compuesta por West Dylan Thordson

Elenco: Samuel L. JacksonBruce Willis, James McAvoy, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy, Spencer Treat Clark, Charlayne Woodard, Luke Kirby, Adam David Thompson

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