“Escape Room”: un rompecabezas sencillo y entretenido

Un filme de suspenso y misterios que se justifica con buenas actuaciones y una creativa variedad de situaciones mortales para sus protagonistas.

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Este filme toma el concepto del “escape room”, un sofisticado tipo de juego de creciente popularidad en que el jugador es encerrado en una habitación y debe buscar pistas para escapar, a su extremo lógico, convirtiéndolo en un juego de la muerte, resultando en una entretenida mezcla entre el filme de culto Cube y una versión menos sangrienta – y, francamente, más interesante – de la saga El Juego del Miedo.

Varios extraños reciben misteriosas invitaciones de una empresa que les propone participar en un juego en que tienen que escapar de una habitación, con un premio de 10.000 dólares para el que lo haga primero.

Sin embargo, pronto se dan cuenta de que las habitaciones cuentan con trampas extremadamente reales y sospechosamente específicas a los traumas y recuerdos de cada uno de los participantes.

La principal virtud de la película no es ver cómo nuestros protagonistas se las arreglan para deducir las soluciones a los acertijos y predicamentos que les plantea el “juego” - esto no es Sherlock Holmes o La Gran Estafa – sino la creatividad en las habitaciones que van recorriendo. Una de ellas en particular, un bar con una perspectiva única y una sorpresa cruelmente letal, es sencillamente espectacular.

Adam Robitel, un director que hasta ahora solo había hecho largometrajes de terror sobrenatural – la cuarta entrega de La Noche del Demonio es su más reciente trabajo previo – se aclimata bien a una historia en la que tiene que generar suspenso genuino en vez de recurrir a los sustos baratos con ruidos repentinos y fuertes que siguen dominando a una gran parte del género en Hollywood.

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Las actuaciones, en particular las de Taylor Russell como Zoey, Logan Miller como Ben y Deborah Ann Woll como Amanda, contribuyen a la tensión, vendiendo convincentemente el peligro mortal en que sus personajes se encuentran.

Gracias a la combinación de un trabajo sólido en todos los frentes – dirección, actuación, edición, música – el peligro se siente real, y a fin de cuentas eso es todo lo que hace falta.

Hay aspectos donde se nota una cierta falta de pulido, elementos que son introducidos sin razón aparente y abandonados sin pena ni gloria – por ejemplo, un personaje logra meter un celular al juego aunque eso es expresamente prohibido y parece que va a tener relevancia, pero la película lo ignora casi por completo y nunca acaba repercutiendo en lo que viene después. Los defectos distraen, pero no acaban restando demasiado.

Escape Room es como un rompecabezas sencillo, de aquellos de cincuenta o cien piezas que uno le regalaría a un sobrino o sobrina de 10 años, pero que es divertido de armar – o ver armar – y se ve bien una vez armado.

Con este tipo de películas, un indicador de calidad bastante útil en lo personal suele ser preguntarme si vería la secuela que promete la escena final que estas películas herederas del subgénero “slasher” de los '80 y '90 siempre suelen tener. En este caso, mi respuesta sería que sí.

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ESCAPE ROOM

Dirigida por Adam Robitel

Escrita por Maria Melnick y Bragi Schut

Producida por Neal H. Moritz y Ori Marmur

Edición por Steve Mirkovich

Dirección de fotografía por Marc Spicer

Banda sonora compuesta por Brian Tyler y John Carey

Elenco: Taylor Russell, Logan Miller, Deborah Ann Woll, Jay Ellis, Tyler Labine, Nik Dodani, Kenneth Fok, Yorick van Wageningen

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