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La industria del cómic – específicamente el de superhéroes, y aún más específicamente DC y Marvel, los nombres que el 95% del público en general asocia casi exclusivamente con el término “cómic” - desde hace tiempo tiene un conflicto con lo que es “maduro” (y siento que hablamos de eso cada vez que sale una nueva película del género).
Pero para mi gran sorpresa el año pasado, cuando Deadpool vino con la promesa de sacarse las ataduras del PG-13 y no escatimar con la violencia gráfica y el contenido sexual, lo hizo en una forma que al mismo tiempo era predeciblemente infantil e inesperadamente adulta, sin comillas, principalmente gracias al hecho de que pusieron una historia de amor creíble y entretenida en el centro de todo el humor “meta” y las cabezas reventadas.
Ahora Fox trata de replicar la magia de calificación “R” - la calificación “no apta para menores” de Hollywood – con Logan, que mantiene los niveles de violencia pero es el opuesto polar de Deadpool en tono.
Esta nueva zambullida del director James Mangold al mundo de los mutantes nos da un filme que usa su potencia emocional - combinación del talento en cámara de viejos conocidos y una joven revelación, su manejo experto del poder de la nostalgia y la actitud correcta respecto a la continuidad del universo cinematográfico de X-Men - para atropellar cualquier imperfección y dar algo que se siente como un definitivo y digno cierre para el capítulo de los X-Men en el cine que comenzó hace ya 17 años.
Ambientado en un mundo que no es el páramo post-apocalíptico del Old Man Logan de Mark Millar del que el filme toma la más vaga de las inspiraciones, sino más bien en un mundo que quizá está camino a convertirse en el pre-apocalipsis de la primera Mad Max, nos encontramos a un Wolverine (Hugh Jackman) en baja, subsistiendo como chofer cerca de la frontera entre Estados Unidos y México, cuidando de su viejo mentor Charles Xavier (Patrick Stewart), cuya salud física y mental está en deterioro.
Sin embargo, la aparición de una niña llamada Laura (Dafne Keen), que manifiesta poderes parecidos a los de Logan y es perseguida por mercenarios cazadores de mutantes, da inicio a un sangriento “road trip”.
Es un filme opresivo, enmarcado en tragedias acalladas o mantenidas en secreto. Extremadamente mesurado en sus referencias a filmes anteriores, la película decide sabiamente desentenderse de la retorcida y dudosa línea de tiempo que tejieron las anteriores películas de X-Men. Los detalles no importan; el filme cuenta con que recordemos al Charles idealista de esos filmes, al Wolverine heroico y abnegado, y los tengamos en mente mientras vemos al viejo guerrero derrumbado y al nonagenario de mente y cuerpo arruinados como un recordatorio constante de que, como dice el “meme”, Magneto tenía razón.
En ese contexto entra Laura, figura de inocencia perdida que Dafne Keen interpreta con una cautela desconfiada que muy rápidamente puede convertirse en furia animal. Con su entrada a la historia, el filme se convierte en un viaje hacia un refugio, y al igual que Deadpool metía una historia de amor como el corazón de su cuerpo alimentado por humor crudo, Logan pone un núcleo de esperanza en medio de su historia de dolor y pérdida.
Como su mundo, el propio Wolverine está en declive. Aunque aún letal y físicamente imponente, ya no es el especímen humano perfecto de filmes anteriores, y Jackman nos muestra al personaje cansado, irritado e irritable, dando peso a cada movimiento de un cuerpo extenuado obligado a sufrir más heridas y seguir matando para vivir.
Y el nivel de violencia en el filme es enorme; si las calificaciones PG-13 de los filmes anteriores resultaban en encuentros mayormente libres de sangre en que Wolverine simplemente cortaba el aire y su rival caía muerto, aquí Mangold muestra con lujo de detalle garras de metal rebanando cuellos, perforando cráneos o cuencas oculares o cortando cabezas. Eso, sumado a los repugnantemente efectivos efectos de sonido, hacen que algunas peleas sean realmente difíciles de ver... en el sentido correcto.
Sin molestar demasiado, la película comienza a caer un poco en clichés cuando recuerda que es una adaptación de cómics, cuando los villanos relativamente genéricos toman protagonismo. Boyd Holbrook es carismático y entretenido como el jefe de los mercenarios cibernéticos detrás de Laura, pero tanto la naturaleza de las intenciones de los villanos como la figura del arma secreta que traen a su cacería se sienten un poco desaprovechadas... aunque de eso último es difícil hablar sin entrar en spoilers. Y si bien la libertad del la carta blanca que recibe el filme para ir sin censura es por la mayor parte usada con responsabilidad, por momentos desencaja; ver al sabio e imperturbable Profesor X soltar palabrotas con generosidad es particularmente extraño.
Pero al final, Logan, que realmente se siente como una despedida a la versión de los X-Men que hemos tenido hasta ahora en el cine – y quizá debería serlo –, es una despedida más que digna.
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LOGAN
Dirigida por James Mangold
Escrita por James Mangold, Scott Frank y Michael Green
Producida por Simon Kinberg, Lauren Shuler Donner y Hutch Parker
Edición por Michael McCusker y Dirk Westervelt
Dirección de fotografía por John Mathieson
Banda sonora compuesta por Marco Beltrami
Elenco: Hugh Jackman, Dafne Keen, Patrick Stewart, Boyd Holbrook, Richard E. Grant, Stephen Merchant, Elizabeth Rodríguez y Eriq La Salle