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Creed, el filme que revivió la saga Rocky hace tres años, vino de la mente del director Ryan Coogler, un joven talento que tomó la oportunidad de marcar el nuevo rumbo de una de las series cinematográficas más icónicas de todos los tiempos, y lo hizo de manera fantástica.
Pero Coogler, a quien Creed acabó de convertir merecidamente en uno de los “niños maravilla” del momento en Hollywood, no volvió para la continuación de la historia de Adonis Creed, por lo que las riendas creativas de la serie vuelven a su creador, Sylvester Stallone, que se encargó del guión de esta continuación junto con el guionista Juel Taylor.
Así, como emulando a su protagonista, Creed II no viene de una perspectiva de admiración y de hambre de gloria como el filme pasado, sino de una posición de orgullo por los logros pasados y presentes, pero para crédito de Stallone, parece estar perfectamente al tanto de a dónde debe ir la historia de Adonis.
Al comenzar el filme, Adonis (Michael B. Jordan) conquista el título de campeón mundial de boxeo, con Rocky Balboa (Stallone) siempre en su esquina, le propone matrimonio a su novia Bianca (Tessa Thompson) y en general se encuentra en la cima del mundo; una figura por derecho propio, fuera de la sombra de su padre.
Pero la reaparición de Ivan Drago (Dolph Lundgren), el hombre que mató en el ring a Apollo Creed, cambia todo. Drago llega a los Estados Unidos con su hijo Viktor (Florian Munteanu), quien desafía a Adonis a un duelo por el título, y pronto Donnie se ve de nuevo enfrentando una batalla tanto interna como externa por definir quién es y por qué (y por quiénes) pelea.
Si en la película anterior la misión de Adonis era probar que era más que un apellido famoso, que merecía estar en el ring por su talento y esfuerzo en vez de por su ADN; en Creed II la historia pasa por independizarse totalmente de la sombra de su padre; no rechazar o ignorar el legado de Apollo, sino honrarlo al mismo tiempo que Donnie construye un legado propio.
Lo mismo podría decirse, en un sentido “meta” de la saga en sí. La primera Creed probaba que esta es una historia digna de contarse, y en esta continuación Stallone con gusto entrega la antorcha.
La película encuentra también una interesante fuente de drama en los Drago, ya que resulta enormemente interesante ver el efecto que la derrota contra Rocky tuvo en Ivan, el superhombre soviético, y cómo esto se transfiere a Viktor; otra expresión de la relación entre padres, hijos y legados que el filme explora.
Supongo que si hay algo de lo que podría quejarme es que me hubiera gustado ver un poco más de tiempo dedicado a los Drago, pero la conclusión a su historia está tan bien lograda que la queja sinceramente no vale la pena.
También podría advertir, a la gente que siempre se queja de la falta de originalidad en el cine, que la historia es básicamente un cruce entre Rocky III y Rocky IV; pero, francamente, si uno entra a ver la octava película de una serie buscando originalidad y sale decepcionado, la culpa de esa decepción no es de la película.
Esta vez está a cargo de la dirección Steven Caple Jr., otro joven talento en la línea de Ryan Coogler, que también viene del circuito “indie” exhibiendo un gran talento tanto para los momentos íntimos
–hay un brevísimo pero hermoso momento con Stallone en un hospital que habla volúmenes en solo un par de segundos y sin diálogo– como para los estremecedores combates, en los que cada golpe se siente como el impacto de una bolsa de ladrillos.
Con una secuela de tan alta calidad, el legado de Creed parece estar más que a altura del de Rocky.
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CREED II
Dirigida por Steven Caple Jr.
Escrita por Sylvester Stallone y Juel Taylor
Producida por Sylvester Stallone, William Chartoff, Kevin King Templeton, Charles Winkler, David Winkler e Irvin Winkler
Edición por Dana E. Glauberman, Saira Haider y Paul Harb
Dirección de fotografía por Kramer Morgenthau
Banda sonora compuesta por Ludwig Göransson
Elenco: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Dolph Lundgren, Florian Munteanu, Phylicia Rashad, Wood Harris, Russell Hornsby, Brigitte Nielsen, Milo Ventimiglia y Andre Ward