Amor, baile y bipolaridad

En “El Lado Luminoso de la Vida”, David O. Russell vuelve a lo que sabe hacer mejor, los dramas familiares, justificando por qué goza del prestigio que tiene.

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Una mirada a la filmografía del director estadounidense David O. Russell a primera vista puede presentar un panorama ecléctico de películas que parecen no tener dmasiado en común entre sí. Películas como “Tres Reyes” (1999), un filme violento y oscuramente cómico sobre tres soldados en la Guerra del Golfo Pérsico; “Yo Amo Huckabees” (2003), una atípica comedia sobre una familia extremadamente excéntrica; o “El Ganador” (2010), un filme biográfico sobre el boxeador Mickey Ward.

Además del hecho de que casi todos los filmes de su currículum vienen cargados de una fuerte dosis de humor negro –algunos más, algunos menos-, y lógicamente actuaciones excelentes, la conexión entre los filmes mencionados es que en su núcleo son historias de drama familiar, relatos sobre relaciones entre familias.

Ahora bien, a simple vista “El Lado Luminoso de la Vida”, al menos como la venden los avances y los materiales publicitarios, parece más la clásica historia de romance con excentricidades y quizá un toque más dramático y oscuro que el habitual en el género en el que parece enmarcarse. No digo que no sea eso, porque al final del día lo es, pero al mismo tiempo logra ir más profundo tocandp los temas familiares habituales en el director.

En mi opinión, esta no es la mejor película en la filmografía de Russell, pero ciertamente es una digna adición a su historial, un filme impulsado por un guión imperfecto pero que sabe qué giros tomar, cuándo tomarlos y un director que en (casi) todo momento tiene un dominio perfecto de sus actores y lo que quiere mostrar, y lo que quiere comunicar con eso.

El filme tiene por protagonista a Pat Solitano (Bradley Cooper, quien en poco más de tres años ha pasado de actor muy secundaro a una de las estrellas del momento), recién salido de una institución psiquiátrica luego de que se le diagnosticara un trastorno bipolar que explotó luego de cierto problema marital -por llamarlo de alguna forma sin revelar su naturaleza-.

Claramente aún en muy mal estado, Pat pasa sus días tratando de ponerse en forma y recuperar a su esposa, hasta que conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence, de quien se puede decir lo mismo que de Cooper), una joven viuda con claros trastornos psicológicos propios. Aún con sus problemas, ambos intentan ayudarse mutuamente mientras ensayan para un concurso de baile.

Digo que el filme no deja de ser la clásica película romántica sobre un hombre en problemas que conoce a una mujer excéntrica que acaba siendo lo mejor para él porque recorre varios de los tropos más notorios de ese subgénero: más allá de la porgresión argumental de primer contacto-incompatibilidad-acercamiento/enamoramiento-contratiempo-clímax, incluso se atreve con algunos de clichés como caminatas sentimentales bajo la lluvia. Es un filme romántico y no parece querer ocultarlo, ni debería.

Pero a pesar de cierta sensación muy vaga de deja vú, resulta fresco gracias a ese “toque” característico de Russell, que probablemente no contó una sola historia totalmente convencional en su existencia.

El director usa con gran efecto las peculiaridades del argumento, con lo que el filme resulta tener cierto grado de impredictibilidad aún a pesar de seguir religiosamente el arco común de los filmes románticos; tanto Pat como Tiffany tienen altos y bajos que por momentos son sorprendentes e incómodos para el espectador –una escena nocturna con Pat y sus padres es al mismo tiempo desgarradora y muy oscuramente cómica-, y la propia familia de Pat –y no pocos de sus amigos- tienen serios problemas propios. Esto resulta en escenas volátiles, tensas, graciosas y siempre interesantes.

Hay una escena en particular que ilustra perfectamente el genio de Russell a la hora de hacer paralelismos: la primera cita de Pat y Tiffany se desarrolla durante cierta festividad que refleja a la perfección en el mundo y las personas alrededor de ambos esa bipolaridad que los domina.Esta escena es un microcosmos del filme: dos personas cuyo trastorno consiste básicamente en una incapacidad de poder controlarse –la falta de un “filtro”, como el propio Pat lo describe- rodeadas de otras personas que sí saben ocultar mejor sus propios problemas, pero que para nada son normales.

Que esta película haya sido la primera en décadas en lograr nominaciones a los premios Óscar en las cuatro categorías actorales es un indicador acertado del calibre de las actuaciones que al final impulsan la película.

Bradley Cooper es una revelación en el papel de Pat, un hombre que parece vivir en rodeado de una niebla mental, por momentos pasivo y hasta ausente para luego explotar en arrebatos de ira que el actor interpreta con humanidad, sin exageraciones.

La estrella, sin embargo, es Jennifer Lawrence como Tiffany, un personaje que parece la progresión en negativo de la clásica mujer un poco loca pero “adorable” que suele protagonizar este tipo de película. Brutalmente honesta, con esa misma cualidad ausente por momentos pero explosiva en sus exabruptos y enfrentamientos –que constituyen los momentos más memorables de la película-, el filme da finalmente a Lawrence el material perfecto para demostrar su rango como actriz mucho más allá de sus roles mayormente estoicos que siguieron a su salto a la fama con “Winter’s Bone” (2010).

Robert De Niro hace uno de sus mejores trabajos en mucho tiempo como el padre de Pat, un hombre con serios problemas propios y una obsesión por el fútbol americano y las apuestas; mientras que Jacki Weaver trae muy necesitada calidez como la madre del personaje de Cooper, aunque la actriz australiana acaba siendo la menos aprovechada del cuarteto protagonista.

Ningún filme es perfecto, y “El Lado Luminoso de la Vida” adolece de ciertos pequeños detalles negativos que deslucen un poco –muy poco- el trabajo de Russell. Por ejemplo, aunque siempre es bueno ver a Chris Tucker (de la saga “Una Pareja Explosiva”) seguir en el negocio, su personaje –el responsable de la comedia más tradicional en sus intervenciones- acaba resultando innecesario y carente de aportes fundamentales, e inclusive un poco irritante.

Además, aunque en su mayor parte el filme es sutil y honesto, no puede evitar caer en el molesto cliché de tratar de ser manipulativo con su banda sonora cuando claramente no lo necesita; es material de calidad, claramente por encima de la necesidad de maniobras como “reforzar” la tristeza de una escena con música melancólica, pero de todos modos lo hace.

Pero al final, “El Lado Luminoso de la Vida” es una excelente obra cinematográfica, emocionante, genuinamente conmovedora en sus momnentos más emocionales u oscuros, a la vez que genuinamente divertida en sus instantes de comedia, y con una fuerza que no decrece gracias a un elenco de primera que brilla en la pantalla.

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EL LADO LUMINOSO DE LA VIDA (Silver Linings Playbook)

Dirigida por David O. Russell

Escrita por David O. Russell (basada en una novela de Matthew Quick)

Producida por Bruce Cohen, Donna Gigliotti y Jonathan Gordon

Edición por Jay Cassidy y Crispin Struthers

Dirección de fotografía por Masanobu Takayanagi

Banda sonora compuesta por Danny Elfman

Elenco: Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver, Chris Tucker, John Ortíz, Anupam Kher, Dash Mihok, Shea Whingham y Julia Stiles

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