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Mientras otras protagonistas de ese sub-género de moda que son las películas basadas en novelas dirigidas al público juvenil como Katniss Everdeen o Tris Prior viven en angustia y tensión ante situaciones que las superan, y Bella Swan no alcanza a transmitir emociones en sus monólogos o en sus acciones, Rose Hathaway siempre tiene algún comentario sarcástico que dirigir a su enemigo antes de darle una paliza.
Es refrescante ver una película de este tipo en la que la protagonista no está confundida, angustiada o en gran desventaja ante sus problemas, sino que sea capaz de hacerlos volar metros de una patada y clavarles una estaca, como una especie de reencarnación de Buffy Summers.
Y es que Rose es uno de los puntos más positivos de Academia de Vampiros, pero aún ella da resultados mixtos, balanceándose entre ingeniosa e irritante. Lo mismo se puede decir de toda la película, que muestra promesa con un tono desenfadado y un mundo no muy original pero bien establecido y que se siente tangible, pero se ve disminuído por un guión torpe, actuaciones que dejan qué desear, efectos especales pobres y otros factores que acaban pesando demasiado en la balanza.
En generosas cantidades de monólogos expositorios, Rose (Zoey Deutch) nos explica que ella es una “dhampir”, una híbrido de humano y vampiro con fuerza y agilidad sobrehumanas y sin la necesidad de consumir sangre; es básicamente Blade sin la sed. Ella y los demás dhampir son entrenados como guardianes de los moroi, una raza vampírica físicamente vulnerable, pero con la capacidad de manifestar sorprendentes poderes mágicos.
Dos años después de haber escapado de la Academia St. Vladimir por razones no del todo claras, Rose y su amiga moroi Lissa Dragomir (Lucy Fry) son rastreadas y devueltas a la academia, donde una misteriosa conspiración las pone en peligro.
No será la forma más elegante de hacerlo, pero los discursos expositorios de Rose al público al menos hacen un buen trabajo de explicarnos el mundo y sus detalles de forma clara y sencilla. El mundo en que viven los vampiros y dhampir tiene muchos ingeniosos detalles que juegan con la mitología clásica vampírica y la cultura pop adyacente; el sistema de alimentación en la escuela, por ejemplo. Y el misterio que plantea el filme es genuinamente intrigante, pero el guionista parece olvidarse de él por grandes partes de la película.
El guión es, de hecho, uno de los grandes puntos negativos aquí. Los diálogos viran de interesantemente ácidos a pesados instantes llenos de referencias a la cultura pop que probablemente sonaban más divertidos en papel que dichos en voz alta, y trata de abarcar tantas cosas (la relación de Rose con su instructor Dimitri, la rivalidad entre Lissa y la nueva pareja de su exnovio, la presencia de una raza maligna de vampiros, el trágico pasado de Lissa y su posición como posible heredera de la jerarquía real vampírica, entre otras cosas) que acaba restándole fuerza a sus puntos más brillantes para tratar de distribuir su tiempo.
Un análisis más concienzudo de qué elementos de la novela de Richelle Mead mantener y cuáles dejar de lado hubiera significado una importante diferencia.
Incluso el clímax del filme es una cuestión mixta. Por un lado trae un giro que es adecuadamente sorprendente -al menos yo no me lo esperaba-, e incluso da razón de ser a un par de personajes que hasta el momento eran totalmente innecesarios; pero por el otro, lo que pasa solo pasa porque nuestros protagonistas toman decisiones monumentalmente malas. Sin dar detalles, de poner a cierto personaje como señuelo es lógico, pero inexplicablemente deciden dejar que este personaje -que previamente quedó establecido como alguien de enorme importancia- deambule aparentemente sin que nadie le esté vigilando.
Lo que esto ocasiona es que cuando el inevitable desenlace negativo de la situación llega, en vez de sentir tensión y alentar a los héroes, uno se quede haciéndose preguntas como por qué no había en todo momento al menos dos dhampir cerca y en constante atención para saltar a la acción ante la más mínima señal de problemas.
La actuación también se balancea entre lo bueno y lo malo. Deutch es carismática como Rose, a pesar de que el guión no le hace muchos favores al obligarla a hablar casi exclusivamente en sarcasmo, lo que funciona bien varias veces, pero se vuelve cansino rápidamente. Fry como Lissa pasa sin pena ni gloria, mientras que el ruso Danila Kozlovsky (Dimitri) transmite cierto grado de autoridad a pesar de dar una actuación mayormente rígida. Gabriel Byrne es efectivo como un bondadoso familiar de Lissa, mientras que Olga Kurylenko es la estereotípica directora antipática de la academia.
Las escenas de acción simples, los duelos puño a puño, no están mal, aunque la película tropieza cuando quiere presentar acción más sofisticada, con efectos de fuego muy falsos y algunas criaturas hechas por computadora igualmente poco naturales.
Al final, “Academia de Vampiros” es un esfuerzo admirable por hacer algo desenfadado y fresco que acaba quedándose corto.
Es una pena, porque el director Mark Waters ya ha probado que puede hacer cosas interesantes si trabaja con un buen guión. Fue él quien dirigió Chicas Pesadas, después de todo. ¿Pueden conseguir a Tina Fey para escribir la secuela de esta saga vampírica?.
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ACADEMIA DE VAMPIROS (Vampire Academy)
Dirigida por Mark Waters
Escrita por Daniel Waters (basada en una novela de Richelle Mead)
Producida por Susan Montford, Don Murphy, Deepak Nayar y Michael Preger
Edición por Chris Gill
Dirección de fotografía por Tony Pierce-Roberts
Banda sonora compuesta por Rolfe Kent
Elenco: Zoey Deutch, Lucy Fry, Danila Kozlovsky, Dominic Sherwood, Sarah Hyland, Sami Gayle, Cameron Monaghan, Ashley Charles, Claire Foy, Gabriel Byrne y Olga Kurylenko