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László Tóth, interpretado magistralmente por Adrien Brody, llega a Estados Unidos cargando con las cicatrices de la guerra y la esperanza de un nuevo comienzo. Como arquitecto, su meta es construir no solo edificios, sino un futuro lleno de significado. Sin embargo, Corbet nos advierte desde el inicio que este sueño está lejos de ser idílico.
Desde el primer fotograma, The Brutalist establece su tono con una imagen poderosa y perturbadora: la Estatua de la Libertad aparece de cabeza. Este gesto visual, lejos de ser casual, encapsula el mensaje central de la película: en el país que proclama ser la tierra de las oportunidades, esas promesas no se cumplen de manera equitativa.
El sueño americano, idealizado como un espacio donde cualquiera puede prosperar con esfuerzo y talento, se revela en el filme como un sistema selectivo y desigual. Corbet utiliza esta imagen invertida para cuestionar los fundamentos de un modelo que no ofrece las mismas oportunidades para todos. La libertad y la igualdad, principios que simboliza la icónica estatua, están reservadas para aquellos que logran adaptarse a un entorno hostil y competitivo.
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El director nos recuerda, a través de la historia de László, que el camino hacia el éxito no siempre depende del mérito o del esfuerzo, sino de factores externos como la posición social, el poder económico y las conexiones. En este mundo, los privilegios actúan como un escudo para los poderosos y una barrera para quienes buscan abrirse paso. La perspectiva de Darwin sobre la “supervivencia del más apto” encuentra aquí una cruel reinterpretación: no necesariamente sobreviven los más fuertes o los más creativos, sino aquellos con acceso a las herramientas que les permiten imponerse sobre los demás.
Harrison Van Buren (Guy Pearce), el benefactor de László, encarna esta dinámica de poder. Representa a la élite que utiliza su posición no solo para acumular más riqueza, sino para manipular y explotar el talento de otros en su propio beneficio. Es el símbolo de un sistema que convierte el sueño americano en un privilegio exclusivo, reservando la libertad para quienes pueden pagar su precio.
La Estatua de la Libertad, al ser presentada de cabeza, no solo es un golpe visual, sino un grito de advertencia: en un mundo donde el arte, los ideales y los sueños son aplastados por el peso de las desigualdades estructurales, el verdadero desafío no es solo sobrevivir, sino resistir sin perder la esencia de lo que nos hace humanos.
László enfrenta un camino lleno de obstáculos, desde la indiferencia de un capitalismo voraz hasta las exigencias de un benefactor manipulador, Harrison Van Buren. A pesar de las presiones, el protagonista lucha por preservar su integridad creativa en un mundo que parece valorar más la ganancia económica que la expresión artística.
El arte como resistencia (ayer, hoy, siempre)
La relación entre László y Harrison es un microcosmos del conflicto entre poder y creatividad. Harrison, un millonario que aparenta ser un mecenas, utiliza su influencia para controlar cada detalle del trabajo de László, convirtiendo lo que debería ser una obra comunitaria en un monumento a su propio ego. Sin embargo, la película resalta cómo el arte, incluso bajo opresión, encuentra formas de florecer.
Erzsébet (Felicity Jones), esposa de László y sobreviviente del Holocausto, es otro pilar emocional del filme. Desde su silla de ruedas, representa la lucha diaria por sobreponerse al pasado y encontrar belleza en el presente. Jones entrega una actuación conmovedora, que captura la fortaleza y vulnerabilidad de un personaje marcado por la pérdida, pero lleno de esperanza.
La técnica que abraza a los nostálgicos
Filmada en 70mm, The Brutalist es un deleite visual. La fotografía, el diseño sonoro y la música transportan al espectador a una experiencia inmersiva que complementa a la perfección las actuaciones. Adrien Brody, en particular, se luce con una interpretación que equilibra la desesperación y la determinación de un hombre dispuesto a resistir, incluso cuando el sistema conspira en su contra.
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Una historia de amor
Más allá de su impecable realización, The Brutalist es una obra que trasciende la pantalla para invitarnos a reflexionar sobre las estructuras que nos limitan y las dinámicas de poder que moldean nuestras vidas. Es una celebración del arte como herramienta de resistencia, un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la humanidad tiene la capacidad de encontrar belleza y propósito.
Pero esta película no es solo una narración de luchas externas; es, en esencia, una historia de amor. Un amor profundo que el protagonista canaliza a través de su arte, transformando cada trazo y diseño en un grito de furia, miedo, dolor y esperanza. En su creación, László no solo busca honrar lo que perdió, sino también dar sentido a lo que aún queda.
Ficha Técnica
Calificación: 5/5
Dirección: Brady Corbet
Guion: Brady Corbet, Mona Fastvold
Reparto: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Isaach De Bankholé, Alessandro Nivola
País: Estados Unidos
Año: 2024
Género: Drama
Duración: 215 minutos
Sinopsis
Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth llega a Estados Unidos con el sueño de reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con Erzsébet, su esposa, de quien fue separado por los cambios de fronteras y regímenes durante la guerra. Solo en un país desconocido, László se establece en Pensilvania, donde su talento para la arquitectura llama la atención del adinerado empresario Harrison Lee Van Buren. Sin embargo, descubrirá que alcanzar el éxito y construir un legado tiene un precio más alto del que jamás imaginó.