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El despertar de las bestias es la versión sanitizada y sin sabor de Transformers, una película que no ofenderá a nadie, masajeará diligentemente la nostalgia de los fans que crecieron con los Autobots y compañía en los 80 o 90, y no va a dejar ningún tipo de impresión duradera en cualquiera que caiga fuera de esa población.
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La historia trascurre en 1994 y sigue a Noah (Anthony Ramos) un exmilitar experto en tecnología; y a Elena (Dominique Fishback), una pasante de arqueología que acaban accidentalmente involucrados en la búsqueda de un artefacto que podría permitir a un ser de enorme poder destruir la Tierra, mientras los Autobots liderados por Optimus Prime (Peter Cullen) buscan usar el artefacto para volver a su planeta y otra facción de alienígneas, los Maximales, tiene sus propias metas en mente.
Entre las muchas cosas negativas que pueden decirse de las cinco películas de la saga Transformers que dirigió Michael Bay, una que absolutamente no aplica es que son mediocres.
Sus historias son mayormente incoherentes, sus personajes planos como papel, su humor ocasionalmente tedioso y frecuentemente ofensivo, pero hasta la peor de las películas de Bay (La venganza de los caídos, fácilmente) es elevada por la espectacular presentación que le da uno de los grandes visualistas y maximalistas de Hollywood, trabajando con recursos ilimitados y vertiendo cada uno de esos cientos de millones de dólares en pantalla.
Y pasar de un director con un estilo tan único y tan identificable como Bay a realizadores con identidades visuales menos definidas como Steven Caple Jr. en esta película o Travis Knight en Bumblebee – la anterior precuela de Transformers – no puede evitar resultar en comparaciones poco favorables.
Bumblebee sobrevivió a esa comparación más que nada porque era una película muy distinta en casi todos los aspectos a los filmes de Bay. Una historia relativamente contenida, de escala pequeña tanto en su historia, un relato de amistad interplanetaria a lo E.T.; como en su acción, que casi nunca tenía más de tres robots en combate en secuencias relativamente sencillas; nada de batallas masivas que destruyen ciudades enteras o monumentos históricos siendo defenestrados.
Curiosamente, la única escena en Bumblebee que rompe con ese molde, la introducción con la batalla en el planeta Cybertron, es fácilmente lo peor de la película, un despliegue de efectos especiales complejo, pero sin alma, más propio de un tráiler de videojuego.
El despertar de las bestias, a pesar de ser conceptualmente otra precuela similar a Bumblebee, no juega con la ventaja de distanciarse lo suficiente en escala y narrativa de las cinco primeras películas, pero tampoco logra justificarse en lo visual y técnico.
Fuera de una decente persecución vehicular por las calles de Nueva York, toda la acción del filme está limitada a peleas de robots en páramos desiertos, con la cámara volando y rodeando a velocidades imposibles a los alienígenas mecánicos en formas que no hacen más que recordar al público constantemente que está viendo algo completamente generado en computadoras.
En contraste, las películas de Bay casi siempre presentaban su acción, por más caótica y semi incoherente que algunas secuencias pudieran ser, de una forma que hacía que los robots digitales se sintieran como parte tangible del mundo a su alrededor, filmando en locaciones reales, con destrucción y explosiones reales; véase la cantidad de veces que los Decepticons voltean autos físicos en esta persecución en la tercera Transformers de Bay, por ejemplo.
La nueva película incluso ambienta varias escenas en un patrimonio histórico de la humanidad, las ruinas de Machu Picchu, como Bay hizo con la pirámide de Giza en La venganza de los caídos y con Stonehenge en El último caballero, pero apenas unos días después resulta difícil recordar qué pasaba en Machu Picchu en El despertar de las bestias.
La batalla final en El despertar de las bestias es evocativa del clímax de la quinta película de Bay, El último caballero, pero está filmada de una forma que la hace indistinguible de mediocres escenas similares en películas de Marvel; ambientada en medio de la nada, bajo cielos nublados, con muy poco para comunicar escala o tangibilidad.
Y es una lástima porque el director Steven Caple Jr. ha probado ser muy capaz de contar una historia memorable acoplándose a una franquicia establecida y entregar acción efectiva en Creed II, pero aquí se ve totalmente sobrepasado por la escala de la acción y una historia demasiado centrada en satisfacer a fans veteranos de Transformers con una seguidilla de nombres propios reconocibles, pero sin el corazón de Bumblebee o la personalidad cáustica de las películas de Bay.
Eso acaba desperdiciando no solo lo que en los primeros 20 minutos parece ser una interesante aproximación a una película de aventuras de los ‘90, sino también un par de grandes jóvenes talentos como Anthony Ramos y Dominique Fishback, que se pierden entre el ruido de fondo en el momento en que se unen a Optimus Prime y compañía y la acción se traslada a Perú.
La verdad es que más allá de una buena selección de clásicos de hip hop en la banda sonora, no hay nada que El despertar de las bestias haga particularmente bien. Ni siquiera tiene la fuerza de personalidad para ser realmente mala de una forma interesante, es simplemente mediocre y olvidable.
Calificación: 2/5
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TRANSFORMERS: EL DESPERTAR DE LAS BESTIAS
Título original: Transformers: Rise of the Beasts
Dirigida por Steven Caple Jr.
Escrita por Joby Harold, Darnell Metayer, Josh Peters, Erich Hoeber y Jon Hoeber
Producida por Michael Bay, Tom DeSanto, Lorenzo di Bonaventura, Duncan Henderson, Don Murphy y Mark Vahradian
Edición por William Goldenberg y Joel Negron
Dirección de fotografía por Enrique Chediak
Banda sonora compuesta por Jongnic Bontemps
Elenco: Anthony Ramos, Dominique Fishback, Peter Cullen, Ron Perlman, Peter Dinklage, Michelle Yeoh, Pete Davidson, Liza Koshy, John DiMaggio, Luna Lauren Vélez, Dean Scott Vázquez, Tobe Nwigwe, Michael Kelly