Cargando...
(Disponible en Netflix)
Lo que tenemos aquí es una tarantinesca historia de acción y venganza ambientada en los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial, en que la venganza es cobrada no por las víctimas externas o los enemigos marciales del nazismo, sino por sus víctimas internas dentro de Alemania, en un filme que traza una línea muy fina entre drama y acción exagerada, y – los más importante – entiende el simple placer de ver cosas muy sangrientas ocurrir a gente muy mala.
En 1945, con Berlín a punto de caer ante los soviéticos, un escuadrón de la SS nazi cuelga de un árbol al soldado Heinrich (Robert Masser) por desertar, antes de dirigirse a un pueblo cercano donde creen que una familia judía asesinada escondió oro. La granjera Elsa (Marie Hacke) y su hermano Paule (Simon Rupp) rescatan a Heinrich, y los tres también acaban envueltos en la búsqueda del oro sangriento.
Es cierto que la comparación más obvia es Bastardos sin gloria, la magistralmente violenta fantasía de venganza de Quentin Tarantino, pero lo interesante de Sangre y oro es ver una versión de esa fantasía de venganza filtrada a través del arrepentimiento y la vergüenza nacional que se insertó en el ADN cultural y político de Alemania luego de las atrocidades del régimen de Hitler.
Antes de su ejecución frustrada, Heinrich – a quien el propio villano de la película describe como un héroe de guerra con un rostro que parece esculpido en mármol, todo un avatar de la “perfección aria” que tanto obsesionaba a los ideólogos del nazismo – llama a su país una “nación de asesinos”, y si bien la película tiene como villanos centrales a los militares de la SS – particularmente el monstruoso pero patético comandante Von Starnfeld (Alexander Scheer) y el brutal teniente Dörfler (Florian Schmidtke) -, no deja de enfatizar que la guerra creó monstruos con y sin uniforme en Alemania.
La película es tan efectiva a la hora de hacer que sus antagonistas sean lo más visceralmente detestables posible que ni siquiera necesita poner demasiado empeño en dar profundidad a sus protagonistas, cuya motivación de venganza por tragedias personales y simple decencia es simple y no requiere demasiada explicación.
El director Peter Thorwarth – realizador de la sólida película de terror y acción vampírica Cielo rojo sangre – entiende que lo único que necesita hacer es saciar la sed de sangre que los monstruos en uniforme y demás asesinos inspiran, y en esa misión cumple con muy buen desempeño.
La acción en Sangre y oro es vistosa y brutal, menos cercana a los estallidos repentinos de violencia de Bastardos sin gloria y más parecida – al menos por momentos – a lo que uno imagina sería una adaptación al cine de los videojuegos Wolfenstein filmada con el estilo de John Wick. Peleas cuerpo a cuerpo desesperadas, de coreografía cruda a pesar de los fluidos movimientos de cámara, usos muy creativos de elementos como rastrillos o café hirviendo, una buena cantidad de pirotecnia y una actitud de absoluto desdén hacia los principales villanos que se traduce en muertes casi caricaturesca.
La muerte del villano central, en particular, es uno de esos momentos capaces de que uno se retuerza en su asiento al mismo tiempo que aplaude.
Sangre y oro es una propuesta de acción enormemente entretenida que tendrá bien alimentado a cualquier fan del cine de acción.
Calificación: 3/5
--------------------------------------------------------------------------
SANGRE Y ORO
Título original: Blood & Gold
Dirigida por Peter Thorwarth
Escrita por Stefan Barth
Producida por Christian Becker y Amara Palacios
Edición por Knut Hake
Dirección de fotografía por Marc Achenbach
Banda sonora compuesta por Jessica de Rooj y Hendrik Nölle
Elenco: Robert Masser, Marie Hecke, Alexander Scheer, Florian Schmidtke, Simon Rupp, Jördis Triebel, Petra Zieser, Stephan Grossman, Jochen Nickel, Gisela Aderhold, Steffen Wink, Christian Kahrmann