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La nueva película del destacado cineasta británico Sam Mendes parece haber sido diseñada en un laboratorio con el explícito propósito de apelar a las sensibilidades de miembros de la Academia de Hollywood y sus equivalentes internacionales, lo que hace bastante irónico el hecho de que solo haya recibido una nominación a los Óscar. Toma lo que en principio es una interesante y bien actuada historia de amor y la extravia en exploraciones superficiales de racismo, enfermedades mentales y el poder del cine como escape e inspiración.
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La historia trascurre en la década de 1980 en un pueblo costero de Inglaterra. Hillary (Olivia Colman), una gerente de un cine con un desorden bipolar, inicia una relación sentimental con Stephen (Micheal Ward), un joven negro que se suma al personal del cine, y ambos navegan juntos tantos sus problemas personales como la convulsión social en medio de la que viven.
Quizá el principal problema de Imperio de luz es que no es una sola cosa sino varias, y no es particularmente buena en ninguna de las cosas que intenta ser.
La película encuentra sus mejores momentos cuando se enfoca en la historia de amor central entre dos personas que en sus formas distintas están desorientados en su mundo, atrapados en una estasis impuesta por sus circunstancias sociales o de salud, y tanto la siempre excelente Olivia Colman como Micheal Ward despliegan una tierna química entre sí y hacen un gran trabajo en buscar entre líneas del guion para darles a Hillary y Stephen una complejidad que los hace entrañables y hace que los momentos de tragedia y felicidad que ambos enfrentan, juntos o por separado, tengan impacto.
Como drama romántico, Imperio de luz es decente, pero Mendes no parece ser capaz de resistir la tentación de hacer su propia gran oda al Poder Mágico y Trascendental del Cine y meterla con calzador en una historia en la que en realidad resulta tener muy poco qué decir sobre el séptimo arte más allá de generalidades que están lejos de la elocuencia y potencia emocional que, por citar ejemplos recientes, Los Fabelman de Steven Spielberg o Babylon de Damien Chazelle lograban imprimir.
La historia también es decepcionantemente superficial cuando decide ser sobre el ambiente de racismo que reinaba en el Reino Unido de Thatcher, un aspecto que en la película se siente como poco más que un trasfondo, no muy distinto al cine en que trascurre la mayor parte del filme, nada más que escenografía que de vez en cuando cobra vida para introducir violencia racial a la historia. Lo más cercano que llega el filme a decir algo con sustancia sobre el tema es en la actitud de amarga resignación que Stephen demuestra al respecto, hasta que es incapaz de abstenerse de reaccionar.
Si la película tiene un aspecto donde es irreprochable es en su presentación, en la que el gran director de fotografía Roger Deakins se gana con total justicia su nueva nominación al Óscar convirtiendo casi cada toma en un hermoso cuadro digno de enmarcar y colgar en una pared.
Pero imágenes bellas y muy buenas actuaciones simplemente no son suficientes para elevar a Imperio de luz por encima de su estatus de decepción.
Calificación: 2/5
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IMPERIO DE LUZ
Título original: Empire of Light
Dirigida por Sam Mendes
Escrita por Sam Mendes
Producida por Sam Mendes y Pippa Harris
Edición por Lee Smith
Dirección de fotografía por Roger Deakins
Banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross
Elenco: Olivia Colman, Micheal Ward, Colin Firth, Toby Jones, Tom Brooke, Tanya Moodie, Hannah Onslow, Crystal Clarke, Monica Dolan, Sara Stewart, Ron Cook