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La tercera película de la saga Ant-Man abandona la escala reducida de las dos primeras películas e intenta ser una gran épica de ciencia ficción que al mismo tiempo busca establecer al próximo gran villano del “universo cinematográfico Marvel”, y acaba hundiéndose en la mediocridad en ambos cometidos.
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Scott Lang (Paul Rudd) disfruta de su fama como Ant-Man luego de haber ayudado a acabar con Thanos, al mismo tiempo que intenta recuperar el tiempo que perdió con su hija Cassie (Kathryn Newton). Sin embargo, un accidente acaba transportando a Scott y Cassie, junto a Hope Van Dyne, alias Wasp (Evangeline Lily) y el Ant-Man y la Wasp originales, Hank Pym (Michael Douglas) y Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) al Reino Cuántico, un universo paralelo donde una nueva amenaza para todo el Multiverso está surgiendo.
La muy entretenida primera entrega de Ant-Man y su inferior pero ocasionalmente divertida secuela se diferenciaban por ser historias de escala relativamente pequeña - literal y figurativamente –, en una etapa del “universo Marvel” en que sus historias se estaban decantando cada vez más por grandes conflictos de magnitud cósmica, y su perspectiva microscópica del mundo humano era un bienvenido contraste con tantos parajes espaciales cada vez más homogéneos, que además se prestaba para secuencias de acción con mucho ingenio y creatividad visual.
Mientras las demás películas de Marvel, que por entonces aún mantenían un nivel generalmente alto de calidad, se perdían en tormentas de píxeles que poco a poco iban perdiendo novedad e impacto, era un respiro de aire fresco ver a Ant-Man convertir una mesa de juguetes o una maqueta de un edificio en jocosos escenarios de destrucción minúscula pero de apariencia masiva.
Por lo que resulta especialmente triste que Quantumania sea prácticamente indistinguible (al menos en lo visual) de las dos entregas de Guardianes de la Galaxia, o las dos últimas de Thor o cualquier escena de otras películas anteriores de Marvel que trascurren en planetas extraterrestres, con grandes parajes alienígenas que nunca llegan a ser creíbles como más que planas creaciones digitales sin vida, llenas de detalle estéril y carentes de tangibilidad. Los mismos fondos de pantalla animados de siempre, totalmente incapaces de vender la enorme escala que implican y que otras películas como la espectacular Duna de Denis Villeneuve o la precuela Rogue One de Star Wars lograban crear con resultados asombrosos.
Muy de vez en cuando la película tropieza con una secuencia que sí tiene impacto y espectáculo, y aprovechan bien la ciencia ficción que la película establece - hay una escena muy impresionante hacia la mitad del filme, en la que infinitas posibilidades cobra forma física y comienzan a colapsar sobre Scott – pero por lo general la película se siente como un tedioso tour por otro rincón indistinto del universo Marvel que parece sacado de algún capítulo mediocre de Rick y Morty, poblado por personajes que parecen extras rechazados de Star Wars.
En su historia, la película es otra víctima de la necesidad cada vez más debilitante del universo Marvel de estar constantemente estableciendo cosas que van a pasar a futuro, al punto que muchas de sus películas o series más recientes son en un cincuenta por ciento (o más) avances de futuras películas.
En Avengers: Infinity War y Endgame, los guionistas de Marvel concibieron una premisa con muchísimo potencial para historias interesantes, el hecho de que la mitad de la población del universo desapareció por cinco años y repentinamente reapareció en un mundo que ya los había considerado perdidos, y en general han fracasado totalmente en sacarle jugo dramático.
En sus primeros instantes, antes de que la película se sumerja en el Reino Cuántico, el filme parece insinuar interés en explorar la angustia de Scott por haberse perdido cinco años de la vida de su hija y cómo eso afectó a Cassie, y así crear un poco de esa química entre personajes que en realidad es la salsa secreta que convirtió al universo Marvel en la fuerza dominante del cine que es actualmente.
Pero no, la película acaba estando demasiado ocupada entre un desfile de nuevos personajes sin importancia o personalidad que muy probablemente no vamos a volver a ver nunca – incluyendo uno de los cameos más mercenarios de Bill Murray – y en poner en un pedestal al conquistador multidimensional Kang como el nuevo rival de los Vengadores, y crear cualquier tipo de dinámica interesante entre Scott, Cassie, Hope, Hank o Janet acaba perdida en el último lugar de la lista de prioridades.
Y en ese último punto, un gran problema de esta película y potencialmente de las futuras es que Kang, al menos en la forma en que se lo ve en Quantumania, es uno de los villanos más aburridos del universo Marvel hasta ahora.
Jonathan Majors, un gran actor emergente que brilló en películas como Las 5 sangres de Spike Lee o el entretenido western Más dura será la caída - y quien gracias a Dios tiene la tercera entrega de Creed, que se ve increíble, a punto de salir para olvidar este trago amargo – parece perdido y aturdido durante toda la película, intentando proyectar amenaza y poder pero claramente cayendo víctima de un guion que no le hace favores y/o mala dirección.
En general la película es un desperdicio de los considerables talentos de un gran elenco de actores que se merecen mejor material.
El universo Marvel, que ahora abarca normalmente tres películas al año y varias series y miniseries, es más prolífico que nunca, pero se siente perdido en una deriva creativa de la que no puede recuperarse desde que Endgame puso fin a la saga de Thanos. Si Quantumania es un indicador, esa deriva se va a hacer más difícil de corregir.
Calificación: 2/5
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ANT-MAN AND THE WASP: QUANTUMANIA
Dirigida por Peyton Reed
Escrita por Jeff Loveness (basada en personajes creados por Jack Kirby)
Producida por Kevin Feige y Stephen Broussard
Edición por Adam Gerstel y Laura Jennings
Dirección de fotografía por Bill Pope
Banda sonora compuesta por Christophe Beck
Elenco: Paul Rudd, Evangeline Lily, Jonathan Majors, Kathryn Newton, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas, Corey Stoll, William Jackson Harper, Katy O’Brian, David Dastmalchian, Bill Murray