“Avatar: El camino del agua”: 13 años de espera valieron la pena

Con la excelente secuela de su filme de ciencia ficción de 2009 “Avatar”, James Cameron demuestra que sigue siendo el rey del mundo, al menos en lo que refiere a crear cine del máximo espectáculo e imaginación posibles.

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"Avatar: El camino del agua", en cartelera en cines de Paraguay.20th Century Studios

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Como un eclipse o una alineación planetaria, James Cameron regresa más o menos cada década para recordarnos por qué es uno de los mejores realizadores de cine hollywoodense a gran escala con vida. Visualmente sobrecogedora, gigantesca en escala, tecnológicamente revolucionaria y narrativamente precisa... todos los adjetivos que se aplican a Avatar, su asombrosa épica de ciencia ficción de 2009, aplican en una medida aún mayor para su secuela, que se hizo esperar 13 años enteros. La espera valió la pena.

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Años después de que los extraterrestres Na’vi, liderados por el humano Jake Sully (Sam Worthington) - un exsoldado que transfirió su conciencia a un “avatar” o cuerpo Na’vi creado en laboratorio –, expulsaran a los invasores humanos del planeta (técnicamente es una luna) Pandora, la humanidad ha vuelto en su incesante búsqueda de recursos qué explotar. Cazado por ser el líder de la “insurrección” Na’vi, Jake decide llevar a su pareja Neytiri (Zoe Saldaña) y a sus hijos fuera de los bosques y buscar asilo con una tribu Na’vi en una cadena de islas en los océanos de Pandora.

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James Cameron a menudo es criticado por lo que sus detractores perciben – principalmente en sus últimas dos películas, Titanic y Avatar – como una falta de profundidad en las historias que cuenta, con personajes planos e historias que reducen los complejos temas que tocan – la desigualdad social en Titanic, el capitalismo colonialista descontrolado en Avatar – a sus elementos más básicos y estereotípicos.

Esas críticas fueron particularmente acentuadas con Avatar, con su trama de un humano que cambia de bando y se alía con los nativos extraterrestres – a quienes Cameron presenta como humanoides gigantes con rasgos felinos pero con una cultura claramente inspirada por una mezcla de varias sociedades indígenas de la Tierra – para detener a una fuerza corporativa y militarista que busca desplazar a la población indígena local por recursos naturales. “Danza con lobos en el espacio” ha sido una descripción peyorativa frecuentemente lanzada contra el filme de 2009, francamente de forma injusta.

Es que la gran virtud de Cameron es que, independientemente del ridículamente alto nivel de atención al detalle que fue a la creación de Pandora, el guionista y director siempre ha sido lo suficientemente listo para no dejar que una obsesión por verosimilitud científica - como la noción de que probablemente una civilizacion alienígena totalmente ajena a la Tierra no engendraría una cultura tan parecida a la de comunidades indígenas terrícolas - se interponga en su afán de contar una historia clara e inmediatamente accesible.

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“Indígenas luchando por defender su tierra de invasores tecnológicamente avanzados” es una dinámica con la que es inmediatamente fácil identificarse básicamente para cualquier persona en un mundo como el nuestro, en que prácticamente cada país fue colonizador o colonizado en algún momento de la historia, y esa premisa permite a Cameron tener una base sólida sobre la que colgar las ideas más inusuales y etéreas que completan el mosaico que es Avatar, especialmente la naturaleza difusa entre ciencia y misticismo en el centro de la relación entre los Na’vi y su planeta.

Y la forma en que El camino del agua expande esas ideas al mismo tiempo que expande el elenco de la película original y profundiza en sus personajes principales sin dejar de lado las prolongadas secuencias de esplendor visual y la trepidante acción es un verdadero goce.

Todas las imperfecciones del filme – que existen y son notables, como el hecho de que algunos personajes se quedan algo carentes de desarrollo o algunos problemas de ritmo y edición hacia el principio de la película – acaban sintiéndose insignificantes ante la escala visual y narrativa en despliegue, ante tanta ambición y potencial plasmados en un espectáculo que pone en pantalla hasta el último centavo de la obscena cantidad de dinero que costó su producción (hasta 400 millones de dólares, supuestamente, lo que convertiría a El camino del agua en una de las películas más caras de la historia).

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Estamos hablando de una película en la que una porción enorme de sus titánicas tres horas y 10 minutos de duración equivalen a lo que básicamente es un documental sobre naturaleza marina de un planeta que no existe, y Cameron logra no solo hacerlo científicamente creíble, sino también emocionalmente interesante. Claramente el director está canalizando toda una vida de fascinación con las ciencias de la exploración submarina en esas secuencias, y es difícil no contagiarse con ese entusiasmo.

Pero a Cameron tampoco le tiembla el pulso al recordar al público que de hecho sigue siendo uno de los mejores directores de cine de acción de la historia, y las credenciales que forjó con Terminator o Aliens siguen siendo tan válidas como lo eran hace 13 o 30 años.

Con un dominio absoluto de su arte y las herramientas tecnológicas a su disposición, Cameron presenta secuencias capaces de dejar boquiabiertos a los más cínicos espectadores, a aquellos agotados por la falta de imaginación en tantas superproducciones modernas.

Tanto en las nuevas criaturas que vemos en las aguas de Pandora como en las nuevas armas tecnológicas de los humanos – entre las que destacan versiones más ligeras de los trajes robóticos de la primera película, un colosal buque ballenero armado hasta los dientes o ingeniosos vehículos robóticos submarinos con forma de cangrejo – hay un gran despliegue de imaginación e ingenio, y todo desemboca en un final apoteósico que, sin entrar en demasiados detalles, consiste en lo que se sintió como más de media hora de una batalla naval y aérea que incluye un ataque de monstruo gigante y luego se convierte en la parte final de Titanic, pero con un cien por ciento más de fuego, ametralladoras, flechas y peleas con cuchillos.

Incluso el 3D, una novedad al momento del estreno de la primera Avatar que en 2022 se sentía totalmente obsoleta y nada más que una excusa para cobrar entradas más caras vuelve a sentirse fresco y emocionante en manos de Cameron.

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Y el guion – escrito por Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver – traer nuevos personajes interesantes y encuentra vueltas fascinantes a los que ya regresan. Vemos a un Jake más cómodo en su nueva vida, pero al mismo tiempo más estricto y atemorizado por el riesgo de perder a su familia; a una Neytiri a quien la maternidad ha vuelto aún más feroz en su defensa de su gente; Worthington y Saldaña hacen un gran trabajo y el maravilloso trabajo de animación captura perfectamente cada sutil detalle de sus actuaciones.

Los hijos de Jake y Neytiri – salvo quizá una de ellos que se queda corta de tiempo en pantalla y desarrollo – son todos interesantes y entrañables, en particular Lo’ak (Britain Dalton), cuyos sentimientos de alejamiento de su familia lo llevan en un viaje de descubrimiento, amor y epifanía que sirve de núcleo emocional a toda la película; la adolescente Kiri (Sigourney Weaver), nacida misteriosamente del avatar del personaje de Weaver en la primera película y que evidencia un vínculo especial con el planeta que aunque no es ahondado demasiado, acaba siendo clave para la historia y parece indicar cosas muy interesantes para las próximas películas.

Pero el que se lleva las palmas es Stephen Lang, quien regresa como una versión nueva del villano de la primera película, el coronel Quaritch, básicamente una copia de la conciencia de este plantada en un avatar Na’vi. Lo que en la primera película era un villano muy entretenido pero sin mucha profundidad, aquí revela una asombrosa complejidad e inédita humanidad, y Lang le hunde los dientes con ganas al nuevo rol que le toca.

De todas las cosas que la película promete seguir desarrollando en las próximas Avatar, la evolución de Quaritch acaba siendo una de las más emocionantes.

Era fácil, aún con la calidad de la primera película, mirar la idea de Cameron de hacer dos, tres o más secuelas con cierto escepticismo. Ya no.

En Avatar, Cameron creó todo un mundo (literalmente) de posibles historias qué contar, y en El camino del agua el director revela que está totalmente al tanto del potencial del mundo que creó, y muestra tener toda la intención de aprovechar ese potencial al máximo.

Calificación: 5/5

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AVATAR: EL CAMINO DEL AGUA

Título original: Avatar: The Way of Water

Dirigida por James Cameron

Escrita por James Cameron, Rick Jaffa y Amanda Silver

Producida por James Cameron y Jon Landau

Edición por James Cameron, David Brenner, John Refoua y Stephen E. Rivkin

Dirección de fotografía por Russell Carpenter

Banda sonora compuesta por Simon Franglen

Elenco: Sam Worthington, Zoe Saldaña, Stephen Lang, Sigourney Weaver, Cliff Curtis, Kate Winslet, Britain Dalton, Jamie Flatters, Jack Champion, Bailey Bass, Matt Gerald, Joel David Moore, Dileep Rao, Edie Falco, Trinity Jo-Li Bliss

Enlance copiado
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