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Aunque el elenco de personajes de El callejón de las almas perdidas incluye a figuras que encajan con la obsesión de Guillermo del Toro por explorar la humanidad en seres externamente monstruosos y la perversidad interna de personas a simple vista normales o virtuosas, la distinción entre bien y mal en esas otras películas suele ser un poco más binaria – Jacinto y su víctima fantasmal en El espinazo del Diablo, el hombre anfibio y el tenebroso Strickland en La forma del agua, son ejemplos de esa dualidad bien definida.
En El callejón de las almas perdidas la cosa es un poco más turbia y borrosa, menos blanca y negra, pero de alguna forma y a pesar del trabajo estelar del elenco, los personajes de esta película se sienten menos complejos que los protagonistas de las historias más simplistas de la filmografía previa del genio mexicano.
En la década de 1930, Stanton Carlisle (Bradley Cooper) se une a un carnaval y descubre tener talento e inteligencia para el negocio, tomando particular interés en el acto de mentalismo tras aprender sus secretos de una vieja pareja de expertos.
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Acompañado por Molly (Rooney Mara), una de las trabajadoras del Carnaval, Stanton decide montar su propio show presentándose como un médium capaz de leer la mente y hablar con los muertos, pero su ambición pronto lo consume y acaba empleando sus talentos para un negocio peligroso.
Compleja pero poco profunda
Hablando solo de la historia, los ingredientes del filme están llenos de promesa, y el guion de Del Toro y Kim Morgan es rico en ecos irónicos y premoniciones tenebrosas delineando la odisea de corrupción a la que Stanton parece trágicamente destinado cual polilla encaminada a una llama abierta.
Del Toro rodea a Cooper de un coro de actores de primera, desde Toni Collette y el gran David Strathairn como la pareja de la que Stanton aprende el acto de mentalismo, hasta el eterno Ron Perlman como el “fortachón” del carnaval y un celoso protector de Molly, hasta el siempre bienvenido Richard Jenkins en una actuación tan trágica como es amenazante; sin olvidar por supuesto a Cate Blanchett como la doctora Ritter, una psicóloga con la que Stanton inicia un peligroso amorío.
Pero de alguna forma, a pesar de que ostenta unas robustas dos horas y media de duración, la película se siente por lo general carente de la misma profundidad temática y emocional que Del Toro siempre ha sabido imprimir a sus películas anteriores, muchas de ellas más cortas que esta.
Y es el trío protagonista principal el que sufre ese fenómeno más evidentemente.
Stanton es lógicamente el personaje más complejo de la película, y Cooper hace un trabajo decente al interpretarlo vendiendo de forma muy creíble a un ser transformado en un superviviente por instinto, sus escrúpulos erosionados por la crueldad ejercida en su contra y por él mismo, ahogando todo potencial de ser feliz. La escena final de la película probablemente es el momento de mejor actuación en toda la carrera de Cooper.
Pero el desarrollo de su historia se siente apresurado a pesar de las dos horas y media de duración, en especial en lo que refiere a su relación con Molly y Ritter.
La química está allí, la sensación de insuficiencia no es atribuible a los actores – el primer encuentro entre Stanton y Ritter, un duelo de intelectos en medio de un show, es eléctrico - pero ni Molly ni Ritter se sienten como personajes tridimensionales, su complejidad reducida a la forma en que ambas interactúan con el personaje de Cooper, y acaba sintiéndose como que los papeles les quedan chicos a actrices de la talla de Blanchett y Mara.
Una maravilla visual
Pero en la presentación visual, la película es intachable como uno puede esperar de un genio estético como es Del Toro, un director capaz de hacer que tomas de transición genéricas como un automóvil estacionando adquieran la majestuosidad de una pintura en movimiento.
El callejón de las almas perdidas es un cuento de oscuridad moral y adecuadamente trascurre mayormente en las tinieblas, entre sucias carpas de carnaval y jaulas físicas y metafóricas, y en el carnaval bajo la lluvia, o en las calles nocturnas de la Chicago corrupta, Del Toro se las ingenia para volver a mostrar belleza en lo que a primera vista es feo.
Eso sin dejar de encontrar espacio para los estallidos de chocante violencia que también se han vuelto marca registrada de Del Toro, en particular en sus películas de corte más “serio”. La violencia en las películas de Del Toro suelen inusualmente impactantes y crudas, tanto por la creatividad de su implementación como por el énfasis que el director hace no solo en el acto violento en sí sino en sus consecuencias, en los cráneos rotos y los rostros desfigurados, y aunque en esta película eso ocurre solo en una escena, el impacto es tan grande como siempre.
El callejón de las almas perdidas es un sólido thriller de suspenso pero se siente como una entrada menor en la filmografía de un director que es capaz de más.
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EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS (Nightmare Alley)
Dirigida por Guillermo del Toro
Escrita por Guillermo del Toro y Kim Morgan (basada en una novela de William Lindsey Gresham)
Producida por Guillermo del Toro, Bradley Cooper y J. Miles Dale
Edición por Cam McLauchlin
Dirección de fotografía por Dan Laustsen
Banda sonora compuesta por Nathan Johnson
Elenco: Bradley Cooper, Rooney Mara, Cate Blanchett, Richard Jenkins, Willem Dafoe, Toni Collette, David Strathairn, Ron Perlman, Mark Povinelli, Holt McCallany, Mary Steenburgen, Peter MacNeill, Jim Beaver, Clifton Collins Jr., Tim Blake Nelson