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(Disponible en Netflix)
Al igual que otra película reciente de Netflix, la decente Misión de rescate, Kate toma la bien gastada premisa básica de “persona con capacidades asesinas debe proteger a menor de edad”, pero a diferencia de aquél sombrío y sobrio filme con Chris Hemsworth, esta película protagonizada por Mary Elizabeth Winstead tira más hacia el estilo y la exageración, aunque con una base sólida de acción de calidad (por lo general), un entretenido elenco y una historia que, aunque tiene sus altibajos, es una divertida historia de drama criminal.
Kate (Winstead) es una asesina a sueldo que vive en Japón, y seis meses después de un traumático “golpe” en que tuvo que matar a un hombre frente a su hija, está pensando en retirarse. El que iba a ser su trabajo final, el asesinato del patriarca del clan yakuza más poderoso de Tokio, sin embargo, sale horriblemente mal cuando Kate descubre que ha sido envenenada con polonio-204, una sentencia de muerte segura.
Decidida a vengarse de los yakuza antes de morir, Kate se lanza a una sangrienta odisea por los callejones y rascacielos de la capital japonesa, arrastrando consigo a Ani (Miku Martineau) la sobrina del patriarca mafioso al que iba a matar.
Kate es una de esas películas que no causan una gran primera impresión, al menos en lo que se refiere a la calidad de la acción, ya que la primera secuencia importante de alta intensidad del filme es una persecución por las calles de Tokio generada totalmente por computadora con efectos tan pobres que no están muy lejos de algo como Ultravioleta o Furia en dos ruedas, con la diferencia de que Ultravioleta tiene una estética muy consistente de artificialidad en su mundo, y Furia es una parodia en la que la acción y los efectos son intencionalmente exagerados.
Kate, por el contrario, tiene un tono más (relativamente) realista, por lo que la persecución con el automóvil rosado rebotando como una pelota de pinball por calles de Tokio recreadas digitalmente con todo el fotorrealismo de un juego de PlayStation 2 no encaja igual que las escenas similares de esas dos películas.
Al menos esa secuencia es breve, y luego de que se acaba la calidad de la acción mejora enormemente. Desde ese momento la película deja de pretender crear secuencias para las que claramente no tiene el presupuesto, y se concentra en escenas mucho más sencillas conceptualmente pero mil veces más impresionantes, en parte gracias a la mano segura del director Cedric Nicolas-Troyan que lo muestra todo con claridad y fluidez; y el gran trabajo en la dirección de fotografía de Lyle Vincent que encuadra la acción de una forma que la hace fácil de seguir al mismo tiempo que crea postales memorables como una residencia tradicional japonesa cuyos interiores monocromáticos blancos y negros solo adquieren color cuando Kate irrumpe y empieza a derramar sangre.
Vincent hace un asombroso trabajo al aprovechar las oportunidades estéticas que le da Tokio para que la acción tenga un trasfondo memorable, desde húmedos y sucios callejones bañados en luces incandescentes de neon, clubes nocturnos que asemejan calabozos avasallantes de colores y ruido, o rascacielos de alta tecnología que se elevan como frías torres de cristal sobre la ciudad.
Pero es la intensidad con la que Mary Elizabeth Winstead se arroja a la acción lo que termina de vender el impacto de la película, poniendo a buen uso ese talento para el género del que ya mostró insinuaciones en Aves de presa (y en menor medida en Scott Pilgrim) en escenas impresionantemente brutales; hablando con sinceridad, la película no es más que uno de las numerosas emulaciones de John Wick que hemos visto salir en gran número desde 2014, pero es una de las mejor hechas.
No hay demasiada complejidad en sus personajes, ni siquiera en la propia Kate, cuyo conflicto interno y sensación de culpa convertido en un deseo incandescente de venganza no se exploran más allá de la superficie de su personaje, y la relación central entre Kate y Ani se siente similarmente subdesarrollada, pero cuando la película cumple con la acción y los personajes son lo suficientemente variados y memorables – no solo Kate y Ani, sino también el siempre confiable Woody Harrelson como Varrick, el mentor de Kate; el gran Jun Kunimura como Kijima, el patriarca yakuza; o Tadanobu Asano como el ambicioso subalterno de la mafia Renji –, resulta fácil perdonar o ignorar los defectos.
Eso sí, hubiera sido interesante que la película explore un poco más el conflicto interno entre los yakuza que impulsa la parte final de la película y del que lastimosamente solo vemos una apresurada – aunque espectacular – conclusión.
Pero más allá de eso, Kate es una propuesta de acción más que aceptable.
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KATE
Dirigida por Cedric Nicolas-Troyan
Escrita por Umair Aleem
Producida por David Leitch, Kelly McCormick, Patrick Newall y Bryan Unkeless
Edición por Sandra Montiel y Elísabet Ronaldsdóttir
Dirección de fotografía por Lyle Vincent
Banda sonora compuesta por Nathan Barr
Elenco: Mary Elizabeth Winstead, Miku Martineau, Woody Harrelson, Jun Kunimura, Tadanobu Asano, Michael Huisman, Miyavi, Kazuya Tanabe