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(Disponible en cines)
Aquellos que cada tanto se preguntan cómo sería si Christopher Nolan dirigiera una película de James Bond pueden dejar de hacerse esa pregunta porque Tenet es básicamente la interpretación de ese director del tipo de filme que protagoniza el agente 007, pero más que eso es el regreso de Nolan a su caja de arena favorita.
Como hiciera en Memento con su nebulosa narrativa que va esclareciéndose en reversa, o en El origen con sus multiples niveles de sueños que trascurren a velocidades distintas, o las fluctuaciones espacio-temporales en Interestelar, o la narrativa de Dunkerque que exploraba el mismo acontecimiento pero desde tres perspectivas por períodos distintos de tiempo; en Tenet Nolan vuelve a jugar con el entendimiento linear que los humanos tenemos del flujo del tiempo.
Y aunque carece de la resonancia emocional que El origen o Dunkerque lograban imprimir en sus historias, mecánicamente hablando Tenet es la película más ambiciosa y fascinante que Nolan ha creado hasta la fecha, un laberinto narrativo al que el espectador es lanzado sin misericordia, desafiado a seguirle el paso a las vertiginosas explicaciones que los personajes recitan, e instando al público a pensar de forma distinta para poder seguir las surreales secuencias de acción que trascurren hacia atrás y hacia adelante en forma simultánea.
A pesar de lo complicado de sus detalles, la trama en sí es bastante simple: un agente anónimo de la CIA (John David Washington) es reclutado por una organización secreta para intentar detener a un despiadado y poderoso oligarca ruso (Kenneth Branagh), que está en posesión de tecnología que podría acabar con la vida en la Tierra.
Lo complicado está en esa tecnología, que como el filme explica permite “invertir” la entropía de objetos y hasta personas, haciendo que básicamente se muevan en reversa por el flujo del tiempo
La idea parece sencilla, pero como los detalles del funcionamiento de los sueños en El origen, Nolan se las arregla para darles su giro marca registrada tomando conceptos de escenas estándar en cualquier thriller de espías – una infiltración en una instalación altamente protegida para robar algo, una persecución en autopista, una batalla a gran escala – y alterándolas al introducir el concepto de inversión.
Y si bien las cosas comienzan de forma sencilla, Nolan va subiendo la apuesta de forma elegante, yendo de una pelea de nuestro protagonista con un enemigo “invertido” a verlo a él mismo “invertido” en un mundo que él – y por lo tanto nosotros – vemos moverse en reversa, a medida que el filme va repitiendo y recontextualizando escenas anteriores, literalmente “invirtiendo” él mismo la película.
Es difícil de explicar y similarmente complicado de comprender en el momento – y sin duda fue titánicamente complejo de escribir y filmar –, pero como las mejores películas de Nolan, las piezas del rompecabezas van cayendo en su lugar en la cabeza del espectador con el tiempo, a medida que uno va pensando y recordando detalles y se da cuenta de que hay una coherencia clínica en la complejidad del guion.
Muchas de las explicaciones que los personajes dan sobre los detalles de la “inversión” llegan en momentos de tensión y acción, y son recitadas con urgencia a un protagonista que está en las mismas que el espectador, tratando desesperadamente de seguirle el ritmo a los acontecimientos como alguien varado en el mar sin salvavidas, tratando de mantener la cabeza sobre el nivel del agua.
Como le urge al protagonista su aliado Neil (Robert Pattinson) - quien tiene una apariencia que recuerda un poco al propio Nolan de forma más que sugestiva - la mejor forma de encarar el filme es simplemente ir con el flujo de la historia y dejar que todo comience a tener sentido de forma orgánica, sin forzarlo.
Otro personaje le recomienda al protagonista “sentir” lo que pasa en vez de tratar de comprenderlo de forma tradicionalmente lógica, en un momento que claramente lee como una instrucción al espectador.
Con el énfasis que pone en el funcionamiento de su fascinante mecánica central y en las formas creativas en que puede aplicarla a la historia, Nolan deja un poco de lado la exploración emocional de sus personajes. Esto también se siente intencional, más que nada por el simple hecho de que Nolan ni siquiera se molestó en darle un nombre a su protagonista; las motivaciones, como la trama, son sencillas para balancear la complicada odisea que el protagonista y sus aliados deben atravesar.
La única persona que tiene una motivación más allá de salvar el mundo es Kat (Elizabeth Debicki), la esposa del villano Andrei Sator, que está atrapada en una vida con un hombre enormemente poderoso al que no puede abandonar por la seguridad de su hijo; pero al igual que los hijos a los que el personaje de Leonardo DiCaprio quería volver en El origen, el hijo de Kat ni siquiera tiene nombre, es un artefacto más que un personaje. Y en el contexto de la película y ese balance casi perfecto que logra, no necesita ser nada más.
Eso sí, el elenco brilla: John David Washington encarna el carisma y la presencia física que uno asocia con la imagen del espía de ficción codificado por James Bond, Kenneth Branagh se arroja con todo al rol de un villano ruso de acento exagerado y amenaza palpable, Robert Pattinson sigue demostrando que es uno de los actores más versátiles de la actualidad con un rol cargado de distinción elegante y humanidad genuina, y Elizabeth Debicki, como ya se dijo, carga todo el contenido emocional del filme en sus hombros.
Más allá de un salto adelante en términos de ambición narrativa, Tenet marca otra notable progresión en Nolan: un marcado salto en su calidad como director de acción.
Ayudado por la gran presencia física y el impresionante atleticismo de John David Washington, Nolan imprime en Tenet secuencias de acción muy por encima de todo lo que ha hecho antes; lejos están secuencias como la letárgica batalla campal del final de El Caballero de la Noche asciende, en Tenet los combates mano a mano tienen un impacto físico y una energía cinética contagiosa, y las secuencias a escala mayor – que de nuevo se sienten gigantes gracias al trabajo en fotografía de Hoyte van Hoytema y la apabullante banda sonora de Ludwig Göransson - tienen toda la escala y espectacularidad de los mejores momentos de acción de sus filmes anteriores, como aquella grandiosa persecución nocturna en El caballero de la noche o las asombrosas secuencias de combate aéreo en Dunkerque.
Tenet es una culminación de todo lo que distingue a Christopher Nolan, un espectáculo visual y cerebral y un filme de acción absolutamente único que vale la pena ver y descifrar.
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TENET
Dirigida por Christopher Nolan
Escrita por Christopher Nolan
Producida por Christopher Nolan y Emma Thomas
Edición por Jennifer Lame
Dirección de fotografía por Hoyte van Hoytema
Banda sonora compuesta por Ludwig Göransson
Elenco: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh, Dimple Kapadia, Aaron Taylor-Johnson, Himesh Patel, Fiona Douriff, Clémence Poésy, Michael Caine, Martin Donovan, Yuri Kolokolnikov