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(Disponible en Netflix)
El realizador Osmany Rodríguez firma una comedia de terror familiar que, en la gran tradición de la ficción vampírica desde Drácula y probablemente mucho antes, echa mano de la enormemente versátil figura mitológica del vampiro para explorar una problemática social: el fenómeno de la gentrificación, por el cual zonas de escasos recursos o habitadas por minorías – en este caso en Estados Unidos – son gradualmente absorbidas y “aburguesadas” por las clases con mayor poder económico, en una especie de “blanqueamiento” económico, racial y cultural.
El filme trascurre en el icónico barrio del Bronx en Nueva York, una zona de esa ciudad tradicionalmente habitada por ciudadanos negros o de ascendencia latina, cuyas tiendas han venido siendo compradas poco a poco por una empresa de bienes raíces con el cómicamente poco sutil nombre de “Murnau”. ¿Los dueños de estas tiendas? La versión oficial es que tomaron el dinero y se mudaron, aunque desde su introducción la película muestra que la verdad es un poco más sangrienta.
Mientras tanto, el adolescente Miguel (Jaden Michael) y sus amigos están intentando organizar una fiesta en el barrio para salvar la bodega (el equivalente estadounidense de nuestras despensas) de su cuadra, y por casualidad acaba descubriendo la existencia de los vampiros que de a poco están insertándose en el Bronx.
La película afronta el problema de la gentrificación de una forma por lo general muy ligera y cómica, aunque también de forma sorprendentemente clara y contundente en escenas puntuales como una hacia el final en la que la parte antagónica del filme explícitamente habla de la erradicación de “seres inferiores” del barrio, y el hecho de que los vampiros del filme son exclusivamente blancos – extremadamente parecidos a extras de Crepúsculo vestidos como villanos de Blade – deja bien clara la postura del filme de que la gentrificación es un ataque cultural y racial a una de las zonas más icónicamente minoritarias de una de las ciudades más diversas del mundo.
Pero aunque lleve su crítica social tatuada claramente en la frente con neón rojo, la película no se olvida de ser entretenida y accesible para todo público.
Más allá del elenco extremadamente carismático – desde Miguel y sus amigos hasta los vecinos del barrio y los entrañablemente (e intencionalmente) obvios villanos –, el filme sobresale por la clara reverencia del director Rodríguez por la ficción de vampiros, que va desde referencias tan obvias como darle a la empresa de los vampiros el nombre del director de Nosferatu a la forma en que Miguel y sus amigos adoran – con buena razón – el clásico del cine de acción que es Blade, saga de la que el filme presta gran parte de su lenguaje visual e incluso efectos especiales.
El guión de Rodríguez y Blaise Hemingway se deleita en encontrar formas creativas de hacer que los jóvenes se enfrenten a la invasión vampírica, entre las que resalta un audaz robo a la iglesia del barrio para conseguir “munición” bendita, y usos muy creativos de agua bendita y hostias en batalla.
No será un clásico moderno, pero Vampiros vs el Bronx es una bienvenida adición al canon de películas infantiles de terror para reforzar el catálogo en el mes de Halloween.
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VAMPIROS VS EL BRONX (Vampires vs The Bronx)
Dirigida por Osmany Rodríguez
Escrita por Osmany Rodríguez y Blaise Hemingway
Producida por Lorne Michaels
Edición por Alex O’Flinn y Sara Shaw
Dirección de fotografía por Blake McClure
Banda sonora compuesta por Brooke Blair y Will Blair
Elenco: Jaden Michael, Gerald W. Jones III, Gregory Díaz IV, Sarah Gadon, Shea Whigham, Clifford Smith Jr., Coco Jones, The Kid Mero, Chris Redd, Vladimir Caamaño, Jeremie Harris, Zoe Saldaña