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(En cartelera de cines)
Algunos de los trabajos más memorables de la ficción de terror – a través de varios medios, sea literatura, cine, videojuegos, etcétera -, aquellos que logran resistir el paso del tiempo y convertirse en clásicos atemporales, fueron relatos que tomaban los miedos e inquietudes sociales de sus respectivas épocas de concepción y les daban una temible forma.
El naciente temor a las enfermedades de transmisión sanguínea, aún vagamente comprendidas en el siglo XIX, tomó forma en el Drácula de Bram Stoker; la paranoia estadounidense ante la posible presencia de temibles agentes del comunismo soviético en sus barrios y ciudades se tradujo en los usurpadores alienígenas de La invasión de los ladrones de cuerpos; el horror de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki transmutó en el imparable monstruo gigante que Occidente pasó a conocer como Godzilla; el pánico satánico de los 70 en EE.UU. propulsó el éxito taquillero y cultural de El exorcista.
La nueva versión de El hombre invisible, magistralmente ejecutada por el guionista y director Leigh Whannell, también basa su terror en un drama social muy real y demasiado vigente en la actualidad, y con toda justicia debería tener el mismo impacto y longevidad que aquellos ejemplos citados más arriba.
El filme comienza cuando Cecilia Kass (Elisabeth Moss) escapa de la casa de su esposo Adrian Griffin (Oliver Jackson-Cohen), un brillante pionero de la tecnología óptica que la ha mantenido en una relación abusiva y controladora.
Dos semanas después, Cecilia recibe la noticia de que Adrian se ha suicidado, pero poco después comienza a experimentar una serie de sucesos extraños que la convencen de algo que al principio parece imposible: que Adrian no solo no está muerto, sino que encontró la forma de volverse invisible y la está atormentando, castigándola por haberse atrevido a abandonarlo.
Un filme de menor calidad, con menos confianza en sí mismo, hubiera empezado mostrándonos el abuso para dar a entender exactamente de qué Cecilia está huyendo, y el hecho de que el filme se niega a hacer eso es importante: desde el principio, la película pide al espectador que le crea a Cecilia, y de esa forma une al espectador y al personaje con un vínculo de empatía que vuelve más dolorosos los momentos posteriores en los que todo el mundo comienza a dudar de Cecilia.
Y es que aún a través del envoltorio de fantasía que arropa al filme, el guión de Whannell pinta un retrato del abuso sentimental y emocional que se siente perturbadoramente certero, a medida que los eventos propiciados por el acosador invisible de Cecilia comienzan a aislarla de sus amigos y familia, a conspirar contra su independencia y eventualmente a condicionar a forma en que piensa, a hacer que se culpe por cosas que claramente no son culpa suya.
Eso sin contar la forma en que el filme pinta el miedo universal – pero en especial relevante para el género femenino – del acosador omnipresente, la amenaza oculta, obsesionada y potencialmente violenta y letal, que la sublime actuación de Elisabeth Moss y la dirección fría y voyeurística de Whannell elevan hasta convertir cada espacio vacío alrededor de Cecilia en una fuente de ansiedad y tensión.
Lo de Moss está para los premios, transmitiendo un miedo y angustia que se van transformando en determinación y fuerza vengativa a medida que Cecilia pasa de víctima agobiada a sobreviviente embravecida. Esperen leer más de un artículo sobre cómo la actuación de Moss en esta película fue injustamente ignorada en las nominaciones a los Óscar dentro de unos diez meses, al igual que la actuación de Lupita Nyong’o en Nosotros fue ignorada.
Luego de haberse curtido en sus colaboraciones con James Wan, como actor y guionista en las primeras entregas de El juego del miedo, y como director en la tercera entrega de La noche del demonio; y tras haber probado el cine de acción en la imperfecta pero dinámicamente dirigida Upgrade, Whannell finalmente parece llegar a mostrar todo su potencial en un filme que le permite hacer gala de su talento para el terror paciente e inteligente, y en una escena en particular, mostrar su músculo para la acción creativa e impactante.
En un año que ya ha dado algunas muy gratas sorpresas en los sorprendentes niveles de calidad de Bad Boys para siempre y Aves de Presa, El hombre invisible es hasta ahora la sorpresa más grata del año.
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EL HOMBRE INVISIBLE (The Invisible Man)
Dirigida por Leigh Whannell
Escrita por Leigh Whannell (basada en una novela de H.G. Wells)
Producida por Jason Blum y Kylie Du Fresne
Edición por Andy Canny
Dirección de fotografía por Stefan Duscio
Banda sonora compuesta por Benjamin Wallfisch
Elenco: Elisabeth Moss, Aldis Hodge, Oliver Jackson-Cohen, Storm Reid, Harriet Dyer, Michael Dorman, Benedict Hardie, Amali Golden, Sam Smith