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Robert Downey Jr. no ha hecho una sola buena película fuera del universo Marvel desde 2009, cuando protagonizó la decente versión de Sherlock Holmes de Guy Ritchie. Pero en ese período tampoco llegó a hacer algo tan incompetente como Dolittle, que se erige como la prueba definitiva de que quizá el actor más cotizado del mundo no debería estar a cargo de elegir sus propias películas de ahora en adelante.
Es el tipo de desastre absoluto que uno imaginaría es imposible debido a la naturaleza cooperativa del cine como forma de arte, particularmente en Hollywood donde las películas deben pasar por innumerables filtros antes de llegar a los globos oculares del público. La idea de que nadie haya visto esto antes de su estreno y pensado que sería vergonzoso estrenarlo es increíble.
En una breve introducción animada – fácilmente la mejor parte de la película – aprendemos que el doctor John Dolittle (Downey Jr.), un médico con la capacidad de hablar con los animales, se ha vuelto un hermitaño dentro de su mansión inglesa, luego de la muerte de su esposa Lily en altamar. Sin embargo, se ve obligado a volver al mundo cuando la reina Victoria de Inglaterra cae enferma, y acompañado de sus amigos animales y un joven llamado Tommy Stubbins (Harry Collett) que desea convertise en su aprendiz, Dolittle debe viajar a Sumatra para encontrar una mítica cura.
Mientras veía la película, mi mente no pudo evitar refugiarse en el recuerdo de una inolvidable escena de la excelente primera Piratas del Caribe, que mostraba a un grupo de piratas con una maldición encima que los hacía inmortales caminando por el lecho marino bajo un barco, con la luz de la luna mostrando sus verdaderas formas esqueléticas cada vez que los tocaba.
Esos cuarenta y tantos segundos de caminata submarina en Piratas son tan efectivos para imprimir en el cerebro del espectador una sensación de aventura y emoción que me atrevo a apostar que cualquier persona que nunca vio la película, querría hacerlo inmediatamente luego de ver solo esa escena fuera de contexto; por algo fue el primer “teaser” del filme.
Y creo que la razón por la que eso me vino a la cabeza mientras veía Dolittle es que el desastre fílmico firmado por Stephen Gaghan – que está my fuera de su elemento haciendo una aventura de gran escala con muchos efectos digitales y es dolorosamente obvio – es absolutamente incapaz de producir siquiera una secuencia capaz de transmitir ese mismo entusiasmo aventurero, y porque a duras penas es capaz de dejar que una sequencia dure más de 40 segundos.
Y es que en casi todos los niveles el filme es una aberración malformada, el equivalente cinematográfico de aquella cosa que Homero Simpson hizo cuando intentó armar una parrilla, y al igual que esa “obra de arte”, alguien vio el producto final de Dolittle, y por algún motivo inexplicable consideró que merecía ser expuesto al público.
La película es el resultado (según reportes) de numerosos “reshoots” (lo que ocurre cuando una película termina de filmar pero luego vuelven a rodarse escenas adicionales o nuevas versiones de escenas ya hechas por diversos motivos, entre ellos posiblemente que la película no esté saliendo bien y necesita cambios) y un director con experiencia nula en espectáculos de efectos visuales trabajando con un guión muy poco inspirado, lo que habrá sido una pesadilla no solo para los pobres artistas de efectos digitales que tuvieron que trabajar en crear a la tropa de animales que acompañan a Dolittle y Peter, sino también para el editor al que se encomendó ensamblar una película coherente con lo que seguramente eran piezas de rompecabezas que no encajaban y/o faltaban.
Eso último es especialmente obvio en... bueno, en muchas escenas, pero en particular una hacia el final de la película en la que un personaje exclama que Dolittle le salvó la vida, a pesar de que en ningún momento queda claro que eso es lo que pasó.
El filme está repleto de momentos en que, por vaya uno a saber qué motivos, los personajes parecen teletransportarse de un lugar para el otro, y la narración de Emma Thompson (que claramente es otra de esas cosas pegadas a último momento con cinta scotch a la película) nos tiene que contar dónde estamos y cómo llegamos allí.
Además, la película hace gala del tipo de humor para niños que está convencido de que la inteligencia de los niños es inexistente. Nada más que una interminable seguidilla de flatulencias, frases modernas y referencias a la cultura popular que algún ejecutivo de cine en alguna parte habrá pensado que eran graciosas, todo enunciado por un elenco de voces talentoso pero que no pega ni con cola de calidad industrial con la ambientación de la película.
Reflexión aparte: a estas alturas, incluir una referencia a El Padrino en una película para niños debería acarrear una pena de prisión, no por alguna cuestión moralista sino porque es algo infinitamente gastado.
Más allá de la introducción animada y la actuación de Michael Sheen como el villano del filme, que se lleva algunas de las (dos o tres) únicas risas bien ganadas de la película, Dolittle carece absolutamente de virtudes que la rediman.
Y es una pena que la película sea un fracaso tan completo, porque es precisamente el tipo de película de aventuras a gran escala para toda la familia de las que no vienen a los cines con suficiente frecuencia por estos tiempos.
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DOLITTLE
Dirigida por Stephen Gaghan
Escrita por Stephen Gaghan, Dan Gregor y Doug Mand (basada en una novela de Hugh Lofting)
Producida por Susan Downey, Jeff Kirschembaum y Joe Roth
Edición por Craig Alpert
Dirección de fotografía por Guillermo Navarro
Banda sonora compuesta por Danny Elfman
Elenco: Robert Downey Jr., Harry Collett, Michael Sheen, Emma Thompson, Rami Malek, John Cena, Kumail Nanjiani, Octavia Spencer, Craig Robinson, Antonio Banderas, Jim Broadbent, Carmel Laniado, Jessie Buckley, Tom Holland, Ralph Fiennes, Selena Gomez, Marion Cotillard, Jason Mantzoukas, Frances de la Tour