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Si habláramos en términos de atletismo para describir la filmografía del joven realizador Ari Aster, su película anterior Hereditary (estrenada en esta región con el título agresivamente genérico de El legado del Diablo) sería un corredor de distancias cortas, puntuando momentos extendidos de tensión creciente con chispazos de terror y violencia extrema que están distribuidos de forma bastante equilibrada a lo largo de las dos horas y poco más que dura.
Midsommar, por otro lado, es un corredor de resistencia, manteniendo un ritmo lento pero firme en una maratón de dos horas y media que probablemente va a dejar al espectador agotado y le va a dar ganas de rendirse más de una vez, pero que en retrospectiva se convierte en una experiencia enriquecedora.
Al inicio de la película conocemos a Dani (Florence Pugh) y su novio Christian (Jack Reynor) en la noche en que la hermana de Dani mata a sus padres y se suicida. Christian planeaba terminar la relación, pero acaba manteniéndose a lado de su novia debido a la tragedia.
Meses después, Christian se prepara para un viaje con sus amigos Josh (William Jackson Harper), Matt (Will Poulter) y Pelle (Vilhelm Blomgren) a Suecia, a la aldea comunal en la que Pelle creció, donde se llevará adelante un festival de solsticio que se celebra solo una vez cada 90 años. A regañadientes, Christian invita a Dani a que los acompañe.
A poco de su llegada a la comuna de Pelle, la película establece que ninguno de los protagonistas confía o puede confiar totalmente en el otro, ni en sus propios sentidos, dando el puntapie inicial a su visita turística con ciertos alucinógenos que hacen que todo a su alrededor se distorsione, como si la naturaleza misma a su alrededor latiera y respirara, lo que se hace aún más desconcertante cuando nuestros protagonistas se dan cuenta de que donde están, el sol apenas se oculta por un par de horas y solo parcialmente; allí, la noche no existe.
Dani en particular se siente aislada y vulnerable, alienada por la distancia emocional de un Christian que claramente desearía que ella no estuviera allí, por la velada hostilidad de Matt y por la aparente indiferencia de Josh, además de las diferencias culturales con sus anfitriones suecos.
Y eso es antes de que la sangre empiece a correr y los americanos – y un par de turistas británicos que se les sumaron – se den cuenta de que el festival de solsticio al que se sumaron tiene connotaciones mucho más siniestras de lo que esperaban, aún cuando están lejos de adivinar su verdadera naturaleza.
Toda la película está filtrada de una forma que recuerda a una fotografía de rollo un poco gastada, con una sensación de “niebla” muy sutil que hace que los brillos sean más brillantes y las distancias más difusas, y contribuye a dar a todo el filme, desde que se instala en los prados suecos, una atmósfera de sueño que gradualmente se convierte en pesadilla.
La violencia en Midsommar es mucho mas poco frecuente que en Hereditary, pero cuando llega tiene el mismo impacto. La diferencia es que en esta ocasión Aster no recurre a la sorpresa para darle impacto, sino que – salvo en una ocasión – el derramamiento de sangre se ve venir con bastante anticipación, y es el contraste de lo macabro y crudo de las imágenes con la belleza natural e iluminada que tiene como trasfondo lo que acaba haciendo que todo se sienta aún más perturbador.
Eso y el hecho de que Aster filma la violencia de una forma clínica y fría, manteniendo en pantalla lo que muchas otras películas cortarían. Es violencia que se siente, y es uno de los grandes factores que contribuyen a esa sensación intencional de incomodidad que la película sostiene durante casi toda su duración.
Ver cómo nuestros protagonistas, consumidos por sus propios traumas y defectos, su distancia emocional y su incapacidad para reaccionar a tiempo, van siendo absorbidos por el paradisiaco infierno verde que los rodea y sus inquietantes habitantes vestidos de angelical blanco es una tragedia alimentada por trabajos muy efectivos de parte de los actores, entre los que destaca una excelente Florence Pugh como Dani, que sigue un camino fascinante desde el aislamiento emocional y el trauma de la pérdida hasta un final de catarsis inesperada.
Midsommar es una de esas películas que, a riesgo de incurrir en clichés, no es para todo el mundo, su terror es de un tipo mucho más ambiguo y su ritmo mucho más lento que al que nos tiene acostumbrado el cine de terror más tradicional que frecuentemente ocupa nuestras salas de cine.
Pero puede ser una experiencia cautivadora y perversa pero fascinante para quienes estén dispuestos a correr esa maratón.
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MIDSOMMAR
Dirigida por Ari Aster
Escrita por Ari Aster
Producida por Patrik Andersson y Lars Knudsen
Edición por Lucian Johnston
Dirección de fotografía por Pawel Pogorzelski
Banda sonora compuesta por The Haxan Cloak
Elenco: Florence Pugh, Jack Reynor, William Jackson Harper, Will Poulter, Vilhelm Blomgren, Ellora Torchia, Archie Madekwe, Henrik Norlén, Gunnel Fred, Isabelle Grill, Agnes Rase, Julia Ragnarsson