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Es tan mágico como lúdico lo que transmiten y, en definitiva, lo que han desarrollado a lo largo de estos casi 40 años, con 20 álbumes de estudio y una impactante cifra de cien millones de discos vendidos alrededor del planeta.
Conocido como “el mejor show en vivo del mundo”, la legendaria banda estadounidense integrada por Paul Stanley, Gene Simmons, Eric Singer y Tommy Thayer extasió a casi 50.000 almas que se agolparon hasta el mítico estadio de River Plate.
Antes de eso, los locales Rouge & Roll –con Negro García López, Lula Bertoldi y Juanchi Baleirón, como invitados–, así como los ya consagrados Rata Blanca, fueron los encargados de abrir la jornada.
Eran las 21:48, cuando un juego de luces y un grito en señal de llamada sacudían las almas. Era “Detroit Rock City”, entonces, la energía del inicio. La histeria colectiva no puso frenos y se rindió ante la fuerza de la agrupación.
“¡Buenas noches! ¡Buenas tardes!”, ensayó Simmons en castellano, antes declarar su amor por la Argentina. “Siempre que venimos digo: 'no hablo muy bien español, pero entiendo su corazón… y mi corazón es el suyo'”. Fue allí cuando adelantó: “¡Vamos a tener rock toda la noche en River!”.
Desde entonces, el multitudinario público devolvía los halagos, al mejor estilo porteño: el canto. “olé, olé, olé (…) yo soy ‘kissero’; es un sentimiento, no puedo parar”.
Inmediatamente, “Hell or Hallelujah”–primer single de “Monster”, el más reciente álbum del grupo– era coreado por los miles de fans que estaban allí, viendo a sus ídolos tras cuatro años de espera.
La fuerza de los músicos se hizo de nuevo presente al ritmo de “Wall of Sound”, casi como si fueran aquellos jóvenes de los ’70.
A capella, Paul Stanley ensayó pequeños fragmentos de canciones que conoce en español. Desde “Una paloma blanca” hasta “Guantanamera”, el músico jugó –por breves minutos– a ser todo un cantor mexicano.
Las intensas llamas de fuego y el humo, así como la inquieta y visible lengua de Simmons, fueron una constante a lo largo del show.
“¡Quiero saber si se sienten bien! ¡No los escucho!”, estimuló Simmons después de “Hotter Than Hell”, mientras su público repetía el canto del “Olé, olé, olé…”.
El baterista Eric Singer de pronto tomaba protagonismo, al tiempo de interpretar “All for the Love of Rock & Roll”, canción con aires de himno también editada en “Monster”.
“¡Canten, Buenos Aires!”, gritaba Gene Simmons, generando interacción, en una potente versión de “I Love It Loud”.
“Estamos contentos porque ustedes y nosotros somos una familia. Brothers, sisters, amigos, chicas, los amamos a todos”, dijo Stanley.
Con motivos del cumpleaños del guitarrista Tommy Thayer, no faltó una multitudinaria versión del “Feliz cumpleaños”.
El rock bien ‘setentoso’ seguía con “Outta This World”, siempre con guitarras al frente y una exquisita combinación estética de luces.
Un solo de guitarra de Tommy Thayer generó una serie de aplausos, antes de una exquisita versión de “War Machine”, mientras fuegos artificiales recorrían el escenario. De pronto, la plataforma de la batería comenzaba a elevarse, entre explosiones y la elevación final de Thayer.
“¡Buenas noches! ¿Están bien?”, preguntaba el baterista. Tras un grito de “¡Buenos Aires!”, sacó un arma y “disparó” al público, como parte de una interesante propuesta con efectos especiales.
Canciones como “Long Way Down” también fueron acompañadas por una melodiosa –incluso rítmica– pirotecnia.
De pronto reinaba el silencio, y apareció Simmons. Entre luces bajas, un momento silencioso y luces verdes, una monstruosa versión del bajista se apoderaba del escenario.
El “demonio” de la banda empezó a hacerse presente, cuando Simmons empezaba a escupir sangre, en un signo simbólico de posesión.
El polémico bajista se detuvo a mirar alrededor, quedándose con la boca sangrienta y escupiendo sangre. De pronto, empezó a “volar” sobre el escenario y a subir a través de una plataforma especial, junto a las luces ubicadas encima del escenario.
Con su personaje en ebullición, allí arriba, y por encima del escenario, dio paso a “God of Thund”, para descubrir después “Psycho Circus”, “Love Gun” y “Calling Dr. Love”, en cuya última canción el ritmo toma otra forma, para un momento diferente al anterior.
La fiesta de Kiss proseguía con éxitos como “Black Diamond” –en el que el humo llenó el escenario–, mientras la batería volvía a ascender desde su plataforma.
De pronto los músicos desaparecieron del escenario, mientras seguía visible, en el fondo, esa marca registrada que se llama Kiss.
Los fans no dudaban en pedir más, de nuevo al ritmo de “Olé, olé, olé”. “Yo soy 'kissero', es un sentimiento, no puedo parar”, repetían los seguidores.
Un asistente de producción llegó hasta el escenario, con una torta en manos: Tommy Tayer, nuevamente, fue agasajado por sus compañeros y las casi 50.000 personas que estaban allí de testigos.
Luego de que los músicos se retiraran del escenario, no pasó mucho tiempo para que regresaran; esta vez para traer “Lick It Up”, “I Was Made for Lovin' You” y el hit mundial “Rock and Roll All Nite”.
Confetis, humos, luces de colores y pirotecnia detrás del escenario eran casi parte de un rito, entre aplausos y un estadio River Plate extasiado hasta las venas del rudo y mágico rock de Kiss.
Kiss se presentará este sábado 10 de noviembre en el Festival Maquinaria, de Santiago de Chile. El próximo lunes 12 de noviembre, la parada será Asunción, Paraguay, cuando Kiss se presente por primera vez en el país para el cierre del Asunción Rock Festival.
Pintados hasta el alma, vestidos cual guerreros mortales de su propia justicia musical, Kiss sigue dando pelea en la industria con un show futurista, visualmente impactante y musicalmente esperanzador. Porque, al parecer, todavía queda Kiss para rato.