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Si el concepto no queda suficientemente claro para muchos, podría intentar una explicación más cotidiana de lo que es un símbolo diciendo que es aquel signo cuyo significado lo supera, lo desborda. Por ejemplo, la cruz es el símbolo del cristianismo. Y el significado que tienen esos dos trozos de madera (o del material que se quiera) evidentemente supera una forma tan elemental y sencilla. La cruz significa el sacrificio del Hijo de Dios, la redención del hombre a través del sacrificio, el renunciamiento a su condición divina y finalmente la muerte como una manera de reabrir las puertas de la salvación que se había perdido a causa del pecado cometido por Adán y Eva. Todos aceptamos ese significado, creyentes o no, porque justamente el símbolo tiene esa peculiaridad: está abierto a la interpretación y la comprensión de todos.
Ahora las cosas están más claras. Sabemos qué es un símbolo y cómo funciona.
¿Por qué se entiende un símbolo? Podemos llegar a su significado por dos caminos diferentes: El primero, a través de un proceso de aprendizaje de todo el proceso que termina con la síntesis de tales ideas en un símbolo. Sigamos con el ejemplo de la cruz porque es accesible y conocido por todos. Los niños que reciben instrucción religiosa aprenden todo lo referente a la vida de Jesús que termina con su sacrificio final. Con esto fijan la cruz como símbolo de todo cuanto han aprendido.
El otro camino es el que puede seguir una persona no cristiana que, movida por su interés, investigue, a partir de dicho símbolo, los orígenes y el contenido de su significado.
¿Para qué sirven los símbolos? A través de ellos nos identificamos como miembros de una misma comunidad, como parte de una misma cultura, como parte de una misma civilización. Acabo de utilizar como ejemplo un símbolo que tiene que ver con la religión. Pero hay muchos otros que nos sirven para aquellos propósitos y que tienen que ver con las ideas políticas: la hoz y el martillo, la cruz svástica, el gorro frigio; con nuestro concepto de nación: la bandera, el escudo nacional, el soldado desconocido, etcétera.
¿Qué pasa cuando esos símbolos que nos dan identidad no se comprenden? Pueden no comprenderse porque el mal uso de los mismos los ha vaciado de significado o bien porque la indiferencia de la gente los ha relegado como un objeto inservible y no le importa conocerlos ni incorporarlos a su repertorio de símbolos. Todos tenemos un repertorio de ellos porque son necesarios para un sinnúmero de actividades. En los dos casos, el hecho es grave, ya que de tal modo se produce una ruptura, un desgarramiento, entre nosotros y aquello que puede constituir nuestra vida como parte de una cultura, de una civilización, de un grupo político, de un grupo social y, si se quiere, hasta de un club de fútbol. En pocas palabras: nos desarraigamos con todas sus funestas consecuencias.
Al finalizar la primera parte de esa película monumental que es 900 (1976) de Bernardo Bertolucci, el nuevo comisario fascista se está probando el uniforme que habrá de lucir en su calidad de tal. Le rodean los habituales peleles y obsecuentes. El sastre, genuflexo y dócil, le dice: "Señor comisario, si quiere, puedo hacer que esta camisa negra sea mucho más hermosa". El comisario se vuelve soberbio y le responde: "Esta camisa no puede ser ni más hermosa ni más fea. Esta camisa es un símbolo".
Con lo que llegamos a la conclusión de que los símbolos están fuera de toda consideración estética porque ellos funcionan dentro de otro ámbito y de acuerdo a otros parámetros.
De este modo hay que actuar en el momento de hablar del "Himno Nacional" de cualquier nación porque se trata de uno de los símbolos patrios.
Ahora las cosas están más claras. Sabemos qué es un símbolo y cómo funciona.
¿Por qué se entiende un símbolo? Podemos llegar a su significado por dos caminos diferentes: El primero, a través de un proceso de aprendizaje de todo el proceso que termina con la síntesis de tales ideas en un símbolo. Sigamos con el ejemplo de la cruz porque es accesible y conocido por todos. Los niños que reciben instrucción religiosa aprenden todo lo referente a la vida de Jesús que termina con su sacrificio final. Con esto fijan la cruz como símbolo de todo cuanto han aprendido.
El otro camino es el que puede seguir una persona no cristiana que, movida por su interés, investigue, a partir de dicho símbolo, los orígenes y el contenido de su significado.
¿Para qué sirven los símbolos? A través de ellos nos identificamos como miembros de una misma comunidad, como parte de una misma cultura, como parte de una misma civilización. Acabo de utilizar como ejemplo un símbolo que tiene que ver con la religión. Pero hay muchos otros que nos sirven para aquellos propósitos y que tienen que ver con las ideas políticas: la hoz y el martillo, la cruz svástica, el gorro frigio; con nuestro concepto de nación: la bandera, el escudo nacional, el soldado desconocido, etcétera.
¿Qué pasa cuando esos símbolos que nos dan identidad no se comprenden? Pueden no comprenderse porque el mal uso de los mismos los ha vaciado de significado o bien porque la indiferencia de la gente los ha relegado como un objeto inservible y no le importa conocerlos ni incorporarlos a su repertorio de símbolos. Todos tenemos un repertorio de ellos porque son necesarios para un sinnúmero de actividades. En los dos casos, el hecho es grave, ya que de tal modo se produce una ruptura, un desgarramiento, entre nosotros y aquello que puede constituir nuestra vida como parte de una cultura, de una civilización, de un grupo político, de un grupo social y, si se quiere, hasta de un club de fútbol. En pocas palabras: nos desarraigamos con todas sus funestas consecuencias.
Al finalizar la primera parte de esa película monumental que es 900 (1976) de Bernardo Bertolucci, el nuevo comisario fascista se está probando el uniforme que habrá de lucir en su calidad de tal. Le rodean los habituales peleles y obsecuentes. El sastre, genuflexo y dócil, le dice: "Señor comisario, si quiere, puedo hacer que esta camisa negra sea mucho más hermosa". El comisario se vuelve soberbio y le responde: "Esta camisa no puede ser ni más hermosa ni más fea. Esta camisa es un símbolo".
Con lo que llegamos a la conclusión de que los símbolos están fuera de toda consideración estética porque ellos funcionan dentro de otro ámbito y de acuerdo a otros parámetros.
De este modo hay que actuar en el momento de hablar del "Himno Nacional" de cualquier nación porque se trata de uno de los símbolos patrios.