Una música en peligro de extinción por la intolerancia

“¿Por qué odian el qawwali? ¿Por qué odian la música?”, se pregunta Talha Sabri, cuyo hermano Amjad, toda una estrella en este arte musical sufí, fue asesinado a plena luz del día en Pakistán hace casi dos años.

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KARACHI (AFP).  “Sigo conmocionado”, dice Talha Sabri en su casa tapizada con fotos de Amjad, famoso incluso en el extranjero. El asesinato asestó un golpe terrible al qawwali, una forma tradicional de música religiosa islámica muy apreciada en el sur de Asia, pero amenazada por grupos extremistas y el poco interés por ella de la juventud paquistaní.

La policía calificó de “acto terrorista” el asesinato de Amjad, muerto de varios disparos efectuados por dos desconocidos que circulaban en moto. Miles de paquistaníes se manifestaron en las calles de Karachi (sur) durante su funeral en junio de 2016.

El ejército confirmó en abril la condena a muerte de dos hombres por este crimen pero se desconoce quién lo ordenó. Cuando se produjo, un hombre que dijo pertenecer a una facción poco conocida de los talibanes paquistaníes declaró a la AFP que su grupo asumía la responsabilidad del ataque. Una reivindicación que no se pudo verificar.

Los fundadores de Pakistán consideraban el qawwali como parte de la identidad nacional. Su origen se remonta al siglo XIII y durante mucho tiempo fue un elemento de cohesión social, ya que los habitantes de aldeas y ciudades se juntaban en los mausoleos sufíes para asistir a conciertos.

Las actuaciones duran dos horas durante las cuales los músicos tocan sinfonías prodigiosas o improvisan. Parte del auditorio acaba sumido en estado casi de trance.

“Estrella del rock”

El qawwali vivió su edad dorada en los años 1970. Los cantantes (qawwals) como los hermanos Sabri (con el padre de Amjad, Ghulam Farid Sabri, al frente) actuaban en todo el mundo.

Después de la muerte de Ghulam en 1994, Amjad tomó las riendas del grupo, siguiendo la tradición patriarcal paquistaní, y se hizo muy famoso.

“Era una estrella de rock”, recuerda el periodista y músico Ali Raj. El qawwali nunca se recuperó de su pérdida. En la cafetería Noor de Karachi, donde los qawwals tocan desde hace décadas, los músicos afirman que el número de mausoleos que aceptan acogerlos disminuye.

Algunos grupos islamistas radicales, como los talibanes y ahora el Estado Islámico (EI), consideran una herejía el sufismo, rama mística del islam que venera a santos y asocia la música con el culto.

Meses después de la muerte de Amjad Sabri, el EI reivindicó dos atentados contra mausoleos sufíes, que causaron más de 100 muertos.

Los problemas de seguridad no son los únicos responsables del declive. El aumento del coste de la vida en Pakistán hizo que sólo la clase media tenga medios para contratar a estos grupos con motivo de fiestas o bodas.

Pop y redes sociales

“En los viejos tiempos, incluso un pobre podía organizar un qawwali”, recuerda el cantante Hashim Ali, que se da por satisfecho de poder tocar cuatro o cinco veces durante las fiestas religiosas.

La mundialización del islam, más cercano a los preceptos de Oriente Medio que a las tradiciones del sur de Asia, también erosionó su popularidad.

“Muchos jóvenes abandonan la práctica de las antiguas generaciones”, afirma Ahmer Naqvi, un directivo de la aplicación musical paquistaní Patari. La sociedad paquistaní es, además, más conservadora.

Varios años antes del ataque de los talibanes al mausoleo Abdulá Shah Ghazi Mazar (en 2010), ya se habían restringido los espectáculos de qawwali argumentando que los aficionados fumaban demasiada marihuana.

Algunos qawwals se dedicaron a la música pop. Pocos intentaron promover el arte a través de las redes sociales. “Los jóvenes no saben exactamente lo que es el qawwali”, afirma Muhamad Saeed, de 24 años, durante un concierto en Islamabad.

“Tienen tantas otras músicas: el rap, el rock, el pop”, dice. Eso sin olvidar las melodías de Bollywood, muy exitosas en Pakistán. “Estamos bajo presión”, confirma Talha Sabri, “pero a pesar de las amenazas debemos continuar”.

Para su madre Asghari Begum, la muerte de Amjad marcó el final de este arte. Su hijo “se fue” y “la pasión por el qawwali se fue con él”.

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