Sam Smith, hechizos en forma de versos para hacer soñar a Londres

LONDRES. Con música que él mismo define como “depresiva”, pero con el sentimiento y carácter del que es capaz de tocar las emociones humanas a través de las notas, el británico Sam Smith hizo soñar a unos 20.000 espectadores.

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El descaro que la juventud concede al artista, de tan solo 25 años, es combinado con las tablas de poseer cuatro premios Grammy, tres Brit y un Óscar, y con la tranquilidad para presentarse en el 02 de Londres, apareciendo sentado en una silla desde debajo del triangular escenario, por cuarta vez en los últimos cinco días y cerrar una minigira de cuatro citas en la capital londinense.

A su inmaculado traje rojizo, le acompaña una cálida voz que inició el concierto al compás de Burning, con el piano de fondo y casi como si de una canción a capella se tratara, Smith entró en el pabellón inglés presentando una de las piezas de su último trabajo, The Thrill of It All, publicado en 2017.

Los poco más de tres minutos que duró la introducción al concierto sirvieron para sellar las bases de un espectáculo que sabía a lo que venía, sacar emociones y lágrimas a los más sentimentales. One Last Song, también del nuevo álbum, y I'm not the Only One, perteneciente a su debut y que supuso la primera mecha encendida entre el público, además de In the Lonely Hour, siguieron con el show y mostraron la faceta más emotiva, al tiempo que cortes como I Sing Because I'm Happy sacan su cara más gospel.

Entre baladas como I Told You Know y el house motivado por una versión del Omen de los británicos Disclosure, Smith sacó la artillería con Writing's on the Wall, tema que le valió el Óscar en 2016 por su inclusión en la banda sonora de Spectre, film de James Bond.

Smith, que tocará en el Palau Sant Jordi de Barcelona el próximo 15 de mayo y en el Wizink Center de Madrid el 16 del mismo mes, aseguró que pese a que sus canciones son “un poco depresivas” intentó con su equipo “preparar un show que sacase una sonrisa a todo el mundo”. Para ello, el cantante no paró de moverse, alentar al público, pedir que se pusiera de pie, saludar a la grada y toda clase de gestos que contrastan con la tristeza y dureza de la mayoría de su repertorio.

Piezas como Too Good at Goodbyes y Baby You Make Me Crazy endulzaron la velada y dejaron el ambiente en todo lo alto antes del gran final. Un bis de tres canciones, con la apertura de Palace y Stay With Me, coloreada con la caída de pétalos sobre el escenario, y el colofón final de Pray dieron con el final del show tras una hora y cuarenta minutos de espectáculo.

La pieza final del concierto actuó como canto de esperanza y como “cliffhanger” (final abrupto), en el sentido de que dejó al púbico con ganas de mucho más. A la espera de que Sam Smith rompa ese final infinito que se quedó colgando del hilo de su voz, el artista abandona su Londres natal con la tristeza de que “será la última vez que estará aquí tocando estas canciones hasta dentro de mucho tiempo”. “Todo el mundo reza al final”, narra Smith en 'Pray'. En este caso, en Londres, todo el mundo sueña al final, al menos mientras la voz del joven siga resonando.

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