“Siempre es un enorme placer, viniendo de la vieja, cansada y decadente Europa, cruzar la espina dorsal de Los Andes y aterrizar en Santiago. Es un agrado volver a respirar el aire de esta tierra de montañas y poetas”, versó Sabina al dar la bienvenida a unas once mil personas que lo reverenciaron esta noche.
De pie y a ratos sentado, el casi setentón artista pintado de morado y clásico bombín pidió “piedad” al presentar “un puñado de canciones nuevas” e hipnotizó con su carraspeo inconfundible a los siempre fieles fanáticos que colmaron este martes el Movistar Arena.
Más confiado que nunca de su reciente trabajo, doble disco de platino en España, Sabina abrió ante un ansioso público con Lo niego todo, sencillo del álbum homónimo, para despojarse de “la leyenda del suicida, y la del bala perdida”.
“Si me cuentas mi vida, lo niego todo”, coreó a gritos la multitud, en una defensa acérrima a este “santo beodo”, quien al hilo arrojó otras seis de sus actuales composiciones.
Mientras la pantalla avisaba que “hay Sabina para rato”, los grandes himnos del canalla avivaron a los románicos y a los nostálgicos, quienes acompañaron la interpretación de Quien más, quien menos y Lágrimas de mármol, un tema “fúnebre” que habla del envejecer, y que a juicio del autor, “nadie quiere oír”.
Sin embargo, este “superviviente” celebró emocionado el “vivir para cantarlo” de este último sencillo, que dio pie al rock & roll de Las noches de domingo acaban mal, en un tributo al desaparecido grupo español Alarma, que aún vive en cada rasgueo de su guitarrista Jaime Asúa.
Lo niego todo es el decimoctavo disco en solitario en la carrera de Sabina, que fue lanzado después de ocho años sin placas de su autoría, desde el Vinagre y rosas de 2009, que consiguió vender en sólo un mes 200.000 copias.
Para rememorar aquellos éxitos, Sabina introdujo a continuación Violetas para Violeta, en homenaje a la multifacética artista nacional Violeta Parra, a quien “ni en París, ni en Londres, ni en España hicieron caso porque era bajita y fea, pero es imposible que alguien cantara con su emoción y entraña”, dijo.
El “flaco” de Úbeda fue nominado recientemente a los premios Grammy Latino en la categoría Mejor álbum de pop-rock, pero a él le vale poco el reconocimiento, porque sólo busca que la gente “lo cante”.
El “viejo” trovador arribó a Chile, a tres años de su última visita con “500 noches para una crisis”, luego de iniciar en mayo de 2016 su gira internacional, que lo ha paseado por gran parte de Latinoamérica y toda España con cerca de un centenar de conciertos en agenda.
“Algunos músicos llevan conmigo más de treinta años, más de lo que alguna mujer me ha soportado nunca”, bromeó Sabina, quien aseguró que su “ecléctica” banda de siete integrantes “es la única del mundo en la que los músicos cantan mejor que el cantante”.
En esta pasada, la voz de Mara Barros deslumbró con Hace tiempo que no me hago caso, que recuerda a su amigo personal, el fallecido escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez, para seguir con La del pirata cojo y Por el bulevar de los sueños rotos, dedicada a la cantante de rancheras mexicana Chavela Vargas.
“Que la segunda parte sea lo que Dios quiera”, vociferó el “profeta del vicio”, como lo bautizó la prensa chilena, para dar pie cerca de la medianoche a letras de antaño como 19 días y 500 noches y Princesa, que le dieron a Sabina una nueva oportunidad en este escenario austral, que fue agradecida por los locales.
En un espectáculo que incluyó un nutrido repertorio de 23 canciones y se prolongó por alrededor de dos horas, Sabina aseguró que “de momento, nada de adiós muchachos”, al tocar Tan joven y tan viejo, después de un amago de despedida.
Con unos diez millones de discos vendidos a su haber y colaboraciones con Ana Belén, Joan Manuel Serrat y Andrés Calamaro, entre otros, el compositor cerró su show con Pastillas para no soñar y la desgarradora Contigo, que canta sobre el amor y la muerte.
Después de un exitoso paso por Chile, el cantante se dirige a Argentina para ofrecer 18 conciertos en varias ciudades de ese país, para demostrar así que la leyenda no se despide, sino que se redime, se desempolva y dice “hasta siempre”.