Cargando...
Será en la noche de este jueves 11, desde las 20:30, en el Teatro Municipal Ignacio A. Pane (Pdte. Franco y Chile), con acceso libre y gratuito. Actuará como invitada la soprano francesa Malia Bendi-Merard.
Para la ocasión, la Orquesta Sinfónica del Congreso Nacional prepara un repertorio basado en obras de los principales compositores de los Estados miembros de la Unión Europea, y participarán como solistas la soprano francesa Malia Bendi-Merard y nuestro compatriota José Mongelós, tenor de la OSIC.
El programa comprende repertorio de Alemania, con Obertura “Coriolano” de L. van Beethoven (1770-1827), de Reino Unido de Gran Bretaña con “Ombra mai fu” (de la ópera “Xerxes”) de G. F. Handel (1685-1759), con el tenor José Mongelós como solista. A continuación desde Francia “Clair de lune”, de la “Suite bergamasque” de C. Debussy (1862-1918), de Italia, “Ingemisco”, de la Messa da Requiem de G. Verdi (1813-1901) también con la participación de José Mongelós. La velada musical continuará con “Puerta de tierra”, de la suite “Recuerdos de viaje” de I. Albéniz (1860-1909), y de Austria “Der Hölle Rache”, de la ópera “La flauta mágica”, con la soprano invitada Malia Bendi-Merard.
El concierto finalizará con la interpretación de la célebre Sinfonía n. 8, en sol mayor, del compositor checo Antonin Dvorak.
LA SINFONÍA DE DVORAK
Esta sinfonía representó para Dvorak un nuevo punto de partida. Mientras que la Sexta y Séptima miraban más al clasicismo vienés, la Octava está marcada por la experimentación formal más desenvuelta (sobre todo en el primer y último movimiento) y por un lirismo casi sobreabundante. Dvorak la compuso durante el otoño de 1889, gran parte del cual lo pasó en su lugar de retiro en el campo de Vysoká, en el sur de Bohemia.
El comienzo de la obra viene marcado por una melodía sombría y conmovedora que oscila entre las modalidades menor y mayor, antes de que la textura se despliegue con una melodía etérea para la flauta. El movimiento lento ofrece un espectro emocional amplísimo: iniciándose con una melodía majestuosa, casi vocal, parece en ocasiones la auténtica imagen de la vida rural satisfecha; en otros, raya en una violencia metafísica extraordinaria. El scherzo y el movimiento final son mucho más cálidos.