Música que revoluciona y conmueve

La OSCA estrenó obras desde vanguardistas hasta maravillosas, de Mateo Servián Sforza, Daniel Luzko y Miguel A. Echeverría.

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La orquesta también interpretó piezas de Emilio Bigi y Remberto Giménez, en lo que fue una noche de encuentro con música que sorprendió en su época y otras que pasarán a engalanar la creación sinfónica paraguaya. Además, jóvenes directores deslumbraron con porte y solidez.

El concierto se llevó a cabo el jueves pasado ante la presencia de mucho público que aplaudió enérgicamente las interpretaciones de una orquesta que sonó en conjunción con la energía de cada obra. Mientras que los jóvenes Stefano Pavetti y Ramiro Miranda estremecieron con su dirección en el Teatro Municipal.

El concierto empezó con el primer estreno de la noche, “Asajekue” de Mateo Servián Sforza. A sus 26 años, el autor que egresó del Conservatorio “Giuseppe Verdi”, de Milano, Italia, demuestra una gran madurez compositiva para abordar, sin limitaciones, una obra contemporánea.

Lo que hizo Mateo fue ejercitar al público, poner a la gente ante algo que no acostumbra escuchar, y justamente plantea a oír más allá de las notas. Su sonido es innovador y fuera de lo común en lo que a música para orquesta en Paraguay respecta. La OSCA salió airosa del desafío del compositor, interpretando con libertad y energía ese viaje sonoro a la siesta paraguaya.

En esta parte sonó luego “Renacer Guaraní”, de Emilio Bigi, un poema sinfónico con influencias de Tchaikovski o De Falla, según contó Pavetti, quien con su armoniosa dirección hizo fluir a la orquesta para entregar una gran interpretación de esta esta exquisita obra de aire nacionalista.

Pavetti, con precisión y también con naturalidad guió a la OSCA por caminos tanto apacibles como exuberantes y fuertes. En esta parte, Miguel A. Echeverría fue el violín solista, con destacada participación.

Seguidamente, la dirección estuvo a cargo de Ramiro Miranda, quien abrió la segunda parte con otro estreno, “Colosal”, de Daniel Luzko, quien no pudo encontrar un nombre más acertado para su obra, que sonó tal cual. El pianista y compositor escribió esta grandiosa pieza en conmemoración de los 50 años del Comité Paraguay-Kansas.

Luzko se juega moviéndose entre elementos de lo tradicional y contemporáneo, sacando el jugo por ejemplo de los instrumentos de viento, que en esta obra cobran gran protagonismo.

El último estreno presentado fue la Bagatella Paraguaya para violín y orquesta, de Miguel A. Echeverría. Una “bagatella” debe ser simple y sencilla como explicó el director, pero eso no significó que no sea maravillosa y conmovedora, y así lo fue.

El autor contó antes de la interpretación, que desde pequeña su hija le exigía una composición. Hoy ella ya tiene más de 20 años y llegó esta obra. En ella se podía sentir la ternura y el amor, sentimientos también simples y sencillos hacia un ser tan querido, que Echeverría plasmó con brillantez.

Este notable concierto cerró con la cautivante “Rapsodia Paraguaya”, de Remberto Giménez, que Miranda dedicó a los nietos de Giménez, quienes se encontraban en la platea. Las melodías que conforman esta obra exaltan también al patriotismo, de hecho utiliza motivos como el Campamento Cerro León y La Golondrina, pero con un tratamiento moderno para la época en la que fue compuesta.

Toda esta parte se sintió asimismo intensa como sublime ante la desenvuelta dirección de Miranda, íntegramente compenetrado con las obras ante las cuales llevó la batuta. Cuando veíamos su rostro de perfil se notaba su total entrega. Él empapó a la orquesta con su pasión, generando muy buenas interpretaciones.

victoria.martinez@abc.com.py

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