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En su segunda noche seguida de rock en Paraguay, el grupo argentino Rata Blanca traía su espectáculo al microcentro de la capital, en el complejo Casco Antiguo, generalmente vestido de innumerables luces para los conciertos de música electrónica o pop que más habitualmente suele albergar.
En la noche del sábado, sin embargo, el recinto presentaba un aspecto más austero, casi totalmente en penumbras salvo por la cegadora fuente de luz que era el escenario. En esta ocasión el Casco Antiguo no era una discoteca, sino una caverna de heavy metal.
En este ambiente pasaron por el escenario, encargándose de la previa musical, los grupos locales Bajo Cero y Arritmia , seguidos de los populares Steinkrug, que acompañaron a Rata Blanca al inicio de su breve gira paraguaya en Encarnación y harán lo propio en el cierre del tour hoy en Ciudad del Este.
De hecho, ya era hoy, domingo, desde hacía unos 15 minutos cuando, finalmente y ante un público que se estaba poniendo impaciente, Walter Giardino, Adrián Barilari, Guillermo Sánchez, Fernando Scarcella y Danilo Moschen salieron a escena para dar un espectáculo diseñado para impulsar los temas de su nuevo disco, Tormenta Eléctrica, incluyendo en el repertorio la totalidad de los temas del nuevo material junto a los clásicos de siempre, aquellos que por última vez se corearon en Paraguay el año pasado.
Justamente el tema que da nombra al nuevo disco, Tormenta eléctrica, fue el elegido para abrir el espectáculo, seguido del también nuevo tema Los chicos quieren rock, que a pesar de no ser conocido por el público fue celebrado con entusiasmo; la gente había esperado demasiado como para no dejarse perder el control.
El grupo alternó luego con un par de viejos conocidos, Solo para amarte y El círculo de fuego, mientras Gilardino seguía haciendo dar alaridos a su guitarra y Barilari hacía alarde de su impresionante voz. Luego vendría otro par de temas nuevos, Tan lejos de aquel sueño y Señor Espectro.
Era una jornada especial la de anoche en Asunción para el grupo bonaerense, que cumplía exactamente 28 años de carrera, y se aseguraron de hacer saber que estaban felices de pasar esa fecha tocando ante su público paraguayo. El público, algo pasivo con los temas nuevos, volvió a cobrar vida con el clásico Volviendo a casa, que fue coreado a todo pulmón, seguido de La otra cara de la moneda.
La siguiente parte del concierto estaría dedicada exclusivamente a los nuevos materiales, comenzando con El jugador y el impresionante instrumental Batalla persa, seguido de la más lenta y melancólica Pequeño ángel oscuro y las mucho más aceleradas y tradicionalmente rockeras Rock and Roll Hotel y Buscando pelea, inyectadas de testosterona.
Con comentarios irónicos de Gilardino incluidos, la banda volvió a poner a su público sobre terreno conocido con otros clásicos, El sueño de la gitana y Aún estás en mis sueños. Luego de la nueva Rebelde y solitario, una prolongada introducción instrumental – para mayor lucimiento del incombustible Gilardino – dio paso a la muy celebrada Chico callejero. La épica La llave de la puerta secreta fue luego la empleada para marcar el inicio de la recta final del concierto.
Esta recta final solo admitiría clásicos.
Tras una pausa de algunos minutos, los argentinos emergieron de vuelta para una arrolladora seguidilla de éxitos, comenzando con El reino olvidado y Guerrero del arcoíris, la celebratoria Abrazando el rock and roll y las dos canciones que fácilmente son las más emblemáticas de la carrera de Rata Blanca: Mujer amante y La leyenda del hada y el mago.