La eterna juventud de Los Fabulosos Cadillacs abre Viña del Mar

VIÑA DEL MAR. La banda argentina Los Fabulosos Cadillacs, eternamente jóvenes, inauguró la 58º edición del Festival de la Canción de Viña del Mar con un concierto lleno de vitalidad.

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Los argentinos mostraron que, pese a llevar más de 30 años en los escenarios, saben cómo hacer bailar a cualquier público.

Aplicando la receta con la que llevan en la cresta de la ola desde 1985, esa mezcla de rock combativo con las cadencias caribeñas del reggae, pusieron en pie a las 15.000 personas que se reunieron alrededor del escenario de La Quinta Vergara para disfrutar de la velada que da comienzo a una semana en la que todos los estilos musicales se darán cita en la Ciudad Jardín.

Pero antes ya habían aparecido sentimientos potentes por el festival: la celebración de los cien años del nacimiento del icono chileno Violeta Parra y, sobre todo, la mención a los fuegos que azotaron al país hace dos semanas habían calado en el público.

“De los incendios más catastróficos de nuestra historia brotó lo mejor de este país. Los chilenos no perdieron la esperanza y trabajan de nuevo para levantarse juntos otra vez”, rugió Rafael Araneda, que presentó la gala inaugural con Carolina de Moras.

Tras ese momento de euforia aparecieron Vicentico y el resto de Fabulosos Cadillacs para presentar su decimocuarto y premiado álbum, La salvación de Solo y Juan al que acompañaron de sus éxitos de toda la vida.

Aumentaron aún más el calor del ambiente con Manuel Santillán, el león, uno de esos himnos tan suyos, que conectan tan bien con el pueblo, que cuentan cosas que la práctica totalidad de la sociedad latinoamericana que vivió en los ochenta conoce, y a partir de ahí no bajaron el pistón. Esa nostalgia de juventud de la mayor parte del público que acudió a La Quinta Vergara fue la gasolina que impulsó un show que ni siquiera frenó cuando tocaron sus composiciones más recientes, como El fantasma.

Pero la experiencia de Vicentico y sus chicos sabía que no conviene medir la paciencia de 'el monstruo' -como se conoce popularmente a la audiencia de Viña del Mar por su exigencia- y reanimó el concierto interpretando clásicos como Revolution Rock y Demasiada presión.

Tan lanzado estaba ya el espectáculo que ni siquiera necesitaban interactuar con los asistentes. Solo una vez quiso jugar Vicentico, sudado, emocionado, hiperactivo, con el público: dividió a toda La Quinta Vergara en dos mitades para que se turnaran para cantar el pegadizo estribillo de Calaveras y Diablitos.

Luego soltó la traca final. Auténticos himnos como Mal Bicho, Matador o Carmela provocaron que la grada se pareciera más a una barra brava animando enloquecida a su equipo que a un concierto de un grupo de los ochenta.

La comunión entre público y banda no pasó desapercibida para el jurado del festival, que premió a la banda con la Gaviota de Plata primero y posteriormente con una Gaviota de Oro -máxima distinción del certamen- a la que la audiencia reaccionó con una atronadora ovación. Para agradecer el gesto, Vicentico y sus chicos accedieron a la petición popular de interpretar dos de sus emblemas: El Satánico y Yo no me sentaría a tu mesa.

Tras Los Fabulosos Cadillacs, también actuaron el humorista chileno Juan Pablo López y la banda de rock argentina Los Auténticos Decadentes.

“Noche de calor en la ciudad...”, arranca una canción de Vicentico. En una velada así, como la de ayer, Los Fabulosos Cadillacs demostraron que son historia viva de la música latinoamericana.

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