“Yo no tengo ningún inconveniente (en actuar en un festival 'indie')”, responde a Efe al preguntársele, una vez más, si acudiría al Sonorama de Aranda de Duero (norte de España), donde le precedieron con gran éxito otros músicos veteranos como Raphael o el Dúo Dinámico, antes de añadir que “algo” de eso le ha “llegado”.
Perales (1945) se muestra redivivo en el apartado discográfico y también en su faceta en directo, pues su próximo asalto al Palacio de Deportes de Madrid, llega después de un extenso “tour” por América y de recalar el pasado verano en olor de multitudes en el Teatro Real.
Como “contante de historias” más que como “cantante”, opina que el aforo es lo de menos. “No me asusta el espacio, porque quien va a a escucharme sabe escuchar”, subraya este compositor con más de 500 temas registrados, para quien, “sea un sitio pequeño o uno muy grande, lo importante es convertirlo en teatro por los silencios”.
“Al final encontré que la gente es la misma, ya sea el Carneggie Hall de Nueva York o la plaza de toros de un pueblo”, opina Perales al rememorar su paso por uno de los recintos fetiches de su carrera, como también lo fue el Palau de la Música de Barcelona, ciudad donde hace más de 40 años ofreció en una discoteca su primera actuación ante el público.
De los inicios, cuenta, ha querido recuperar en su repertorio un tema como Celos de mi guitarra, “tan antiguo que se le hace nuevo”.
“Hay otras que las he cantado tanto que hago un esfuerzo para hacerlo como la primera vez, pero para eso es el intérprete. La gente tiene derecho a escucharlas”, defiende el autor de Un velero llamado libertad, ¿Y quién es él? o ¿Por qué te vas?
Cada vez son más los temas que se le hace “necesario” cantar, de ahí que sus conciertos incluyan ya cerca de una treintena. “Esta gira es más extensa que la generalidad de los conciertos que he hecho toda mi vida”, señala a sus 72 años.
Él solo impone su criterio puntualmente para reivindicar canciones que le da pena “que pasen de noche”, como Melodía perdida o El escultor y ella, que nunca fueron sencillos ni llegaron a las listas, u otras como El reencuentro, de su disco Calma, “irradiable” por su duración.
No es la única que toca de este álbum, que grabó junto a una nómina apabullante de músicos americanos y que contó con un tipo de arreglos inéditos en su producción, animado por su hijo Pablo Perales. “El resultado ha sido buenísimo, como las críticas, incluso de algunos que nunca se habían ocupado nada de mí y que entendieron que es un disco muy maduro con ritmos diferentes”, cuenta.
Su siguiente producción, según una norma no escrita de novedades cada tres años, debería llegar en 2019. “¿No estaría yo muy mayor?”, pregunta Perales de forma retórica, antes de replicarse a sí mismo que por canciones no será. “Me han sobrado como veintitantas de este álbum, así que eligiendo y haciendo otras nuevas...”, calcula.
“Hacer un disco es cuestión de ánimo. Debes sentir que ese trabajo es reclamado por el público y yo me encuentro muy bien y animado: mi cabeza es un hervidero”, proclama el compositor, que actualmente escribe su segunda novela tras La melodía del tiempo.