José Carreras se despide de Chile con maestría y elegancia

SANTIAGO DE CHILE. El español José Carreras se despidió de Chile con un concierto presidido en todo momento por la maestría y la elegancia que desprende el tenor, que a sus 70 años demostró por qué es una leyenda de la música clásica.

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Quizá Carreras, que superó una leucemia en 1987, aprendiese de aquel trance una lección y aprovechase cada espectáculo para celebrar la vida y dejarse el alma en el escenario.

O tal vez sea uno de esos pocos elegidos que tienen el don de llevar la música culta a todos los públicos con conciertos tan vibrantes y majestuosos como el que brindó ante las 50.000 personas que acudieron al Movistar Arena de la capital chilena.

“Que nos juntásemos los tres mejores tenores del mundo fue algo maravilloso”, concedió Carreras en la previa en referencia a la terna que formó con el italiano Luciano Pavarotti y el madrileño Plácido Domingo.

Sin el trío, protagonista de la expansión del canto clásico en el siglo XX, difícilmente se podría explicar la masiva afluencia al evento y probablemente no existirían figuras como la soprano argentina Jacquelina Livieri, que acompañó a Carreras en el escenario.

Livieri, solo treinta años, le mantuvo con su juventud el pulso al tenor español y juntos interpretaron un repertorio que transcurrió desde la ópera a la zarzuela pasando por el canto napolitano.

Carreras fue navegando por su obra con piezas como El sueño imposible, del musical El hombre de la Mancha del dramaturgo americano Dale Wasserman; o Passione, del italiano Nicola Valente.

El show tuvo mucho de homenaje al histórico tenor: entre canción y canción aparecían en la pantalla mensajes de admiración de figuras que iban desde el músico italiano Giuseppe Di Steffano al entrenador de fútbol Pep Guardiola.

“Todavía puedo hacer lo que más amo, que es cantar”, sostenía estos días Carreras, embarcado por toda Latinoamerica con su gira A life in music (Una vida en la música).

Y por supuesto que es capaz: la voz del tenor sigue siendo ese torrente lleno de registros y poderío que ayer sedujo a la audiencia chilena interpretando magistralmente piezas tan diferentes como Vurria, del compositor italiano Furio Rendine, o Lejana tierra mía de Gardel.

Poco a poco el tenor catalán, que a lo largo de su carrera ha grabado mas de 120.000 obras, fue metiéndose al público chileno en el bolsillo a base de entrega y de la buena mezcla que hacía con Vivieri, que también ofreció un concierto memorable.

“Me han demostrado siempre su respecto y su afecto por lo tanto para cualquier artista esto es lo fundamental”, decía el jueves Carreras de un público que disfrutó de cada uno de los temas e incluso se atrevió a romper el tradicional silencio de los conciertos líricos para pedir alguna canción al tenor.

Tras un digno repaso por toda su trayectoria, el concierto llegó a su punto álgido tras los bises, cuando Carreras y Livieri interpretaron temas más conocidos, como Dúo y Jota, pieza de la zarzuela de Manuel Fernández Caballero El dúo de la africana.

Sin embargo, la soprano y el tenor dejaron lo mejor para el final, cuando interpretaron Amigos para siempre, la canción que simbolizó el espíritu festivo de los Juegos Olímpicos de Barcelona y que Carreras versionó ese mismo 1992 junto a la soprano inglesa Sarah Brightman.

Y así, con ese canto a la alegría y a las ganas de vivir, José Carreras se despidió en Chile de la música, su compañera y amiga íntima junto a la que ha dejado tantos momentos eternos.

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