Considerado el mejor DJ del mundo en la actualidad por la revista DJmag, Hardwell dio una lección de “big room house” y “electro house” ante un enloquecido público, que ya llevaba diez horas bailando cuando el pinchadiscos holandés invadió el palco principal del recinto en la ciudad de Itú, a 100 quilometros de Sao Paulo.
Nacido como Robbert Van de Corput, el DJ demostró una vez que más que no en vano fue un artista precoz: a los cuatro años ya tocaba el piano, a los ocho comenzó a producir música y a los catorce fue contratado por una discográfica neerlandesa.
Bajo el característico “El libro de la sabiduría”, que inspiró el escenario, Hardwell entró en escena acompañado de fuegos artificiales y serpentinas, y no dudó en subirse de pie a la mesa de mezclas arropado por la bandera brasileña a la vez sonaba su éxito Dare You.
El DJ, catapultado a la fama gracias al bootleg (versión no autorizada) Show me Love vs Be trajo al festival su propia marca discográfica, Revealed Records, que el sábado dará nombre a uno de los palcos donde repetirá sesión.
Aunque mientras Hardwell demostraba que no va a dejar que le arrebaten su lugar en el podio discotequero, los pinchadiscos de los seis escenarios restantes luchaban por mantener animados a los ya exhaustos bailarines.
Una hora antes que el holandés, su compatriota Afrojack, conocido por sus gustos estrafalarios de multimillonario, fue calentando los motores.
Sin pronunciar apenas palabra, llamaradas de fuego dieron la bienvenida al titán del EDM -como se conoce a la música dance-, capaz de combinar el house más underground con el pop comercial, desde Prutataaa al superventas Give me everything, grabado con el rapero Pitbull.
Con un sonrisa permanente tatuada en la cara, Nick van de Wall -Afrojack- no dejó de mover el cuerpo ni un sólo instante, remixando un hit tras otro y plasmando, a golpe de cadera, la pasión por la electrónica que lo cautivó de adolescente.
El responsable de poner punto final a la primera noche de locura y adrenalina, ya en las primeras horas del sábado, fue el estadounidense Steve Aoki, recibido con fuentes de agua y luces de neón.
El norteamericano entró con paso decidido y un objetivo claro: no permitir que el público se amodorrase, todo un reto que la energía que destiló el DJ logró superar sin esfuerzos.
Aunque el disyóquey de ascendencia japonesa ha flirteado con la música pop y rock al grabar con jóvenes leyendas como Linkin Park y Fall Out Boy, la cita sónica paulista estuvo inundada de sus ritmos más house.
Vibrando y sin camiseta, Aoki cerró la primera jornada de “La Tierra del Mañana”, un territorio fantástico en el que “gigantes” en zancos lanzan purpurina, crecen plantas colosales y surgen de la hierba bastones de caramelo.
Así, Brasil se suma al mundo de ensueño que nació de la mano de los hermanos Beers en 2005 en la localidad belga de Boom y que saltó en 2013 a la norteamericana ciudad de Atlanta dos años después de haberse adjudicado el premio al Mejor Festival por los International Dance Music Awards.
Y es que la cuidada escenografía circense es responsable por la mitad del éxito de este olimpo musical, que hasta el domingo recibirá a 180.000 personas y 150 artistas que se sumergirán en un “cuento de hadas” de estética “New Age” y banda sonora electrónica.