“Estamos muy agradecidos porque, entre todas las bandas del mundo, nos hayan elegido a nosotros. No sé hablar español, pero sus caras de felicidad me dicen que entienden lo que les estoy diciendo: ¡Muchas gracias por traernos de vuelta a Santiago!”, exhortó Shirley Manson al público, en referencia al primer concierto que ella y sus chicos brindaron en Chile, allá por 2012.
Los británicos llegaron a Santiago, tras su paso por Brasil y Argentina, para presentar durante dos noches consecutivas en el Teatro Caupolicán 'Strange Little Birds', su sexto disco de estudio que suena tenso, ambiguo, misterioso. Manson, coleta rosa en alto en lugar de su clásico pelo rojo, fue un terremoto en el escenario que no paró de bailar, moverse, saltar e incluso tirarse al suelo hasta que no consiguió que las cuatro mil personas que acudieron al recinto se metieran en el espectáculo.
Por el escenario desfilaron clásicos que llevaron a la banda a los olimpos del grunge en los 90, con su guitarra sucia y su batería potente, como en 'Automatic systematic habit' o en 'Paranoid', dos de las piezas más aplaudidas por los asistentes. Pero a la vez destacaron joyas que abandonan un poco el sonido habitual de los escoceses y se sumergen en letras sentimentales y ritmos más lentos, como 'Even though our love is doomed'.
Manson, que siempre se ha definido a sí misma como desconfiada, lanzó un largo alegato a favor de las inseguridades e imperfecciones de cada uno y en contra de las convenciones sociales y el patriarcado, con mención incluida a la celebridad americana Kim Kardashian. “No pasa nada por estar gordita o tener un pene pequeño. ¡No es el fin del mundo! ¡No nos crearon para ser perfectos!”, reivindicó, siempre polémica, la vocalista de Garbage, y el público le devolvió un sonoro aplauso.
Los británicos, que llevan encima del escenario desde 1994, manejaron a su antojo el espectáculo y mezclaron con solvencia el sonido sólido y agresivo de grandes clásicos de la banda como 'Queer' y la archiconocida 'Stupid Girl' con la vulnerabilidad que se adivina en algunas canciones de 'Strange little birds', como 'Night drive loneliness'. Con esta fórmula, de apariencia simple pero ejecución compleja, hicieron sudar al público de Santiago en el caluroso día que aprendieron que la imperfección también puede resultar mágica.