A pocos días de convertirse en el 45º presidente de Estados Unidos, el magnate inmobiliario ha penado como ninguno de sus predecesores para hallar músicos conocidos para su fiesta.
A fines de diciembre Trump aseguró en Twitter que los famosos rogaban ser invitados a la toma de posesión, pero también les atacó y dijo que el inmenso apoyo de celebridades a su rival electoral Hillary Clinton no fue suficiente para darle la victoria.
Algunos de los grandes nombres que apoyaron a Clinton como Katy Perry, Cher y Scarlett Johansson estarán viajando a Washington. Pero no para la investidura del viernes, sino para la Marcha de las Mujeres que se celebra al día siguiente y que exigirá al nuevo gobierno respetar los derechos humanos.
Con el tiempo en contra, Trump ha minimizado la importancia de los famosos. En su primera conferencia de prensa dijo que habrá “tremendo talento”, incluidas bandas militares.
“Vamos a tener un día muy, muy elegante”, dijo la exestrella de la telerrealidad, cuyo estilo en su rascacielos de Nueva York, la Trump Tower, es todo menos discreto.
Tom Barrack, jefe del comité que organiza la ceremonia, dijo a periodistas que Trump es “la mayor celebridad del mundo” y no quiere “una celebración circense”.
“Así que lo que hemos hecho, en vez de rodearlo con lo que la gente considera personas VIP, es rodearlo con la suave sensualidad del lugar”, sostuvo.
Trump es un habitué de las revistas del corazón desde los años 80, pero optó por marginar amigos liberales de su campaña presidencial, en la que se presentó como un líder de la clase obrera blanca y denunció a los inmigrantes mexicanos, los musulmanes y otras minorías.
El equipo de Trump se ha comunicado con músicos prominentes como la estrella del pop Elton John, el tenor italiano Andrea Bocelli y la leyenda del country Garth Brooks. Todos dijeron que no.
Meryl Streep usó la ceremonia de los Globos de Oro para fustigar a Trump por su retórica divisiva, mientras el rapero Snoop Dogg ha amenazado con represalias contra cualquier afroestadounidense “Tío Tom” que participe en la inauguración.
Los artistas más conocidos serán Toby Keith y Lee Greenwood, cantantes country que tienen himnos patrióticos.
También la soprano adolescente Jackie Evancho, de 16 años, y la veterana de Broadway Jennifer Holliday.
Las Rockettes, el grupo femenino de danza conocido por sus elevaciones de piernas y populares shows en el Radio City Music Hall de Nueva York, también participarán, pese a que la dirección dio a sus integrantes la opción de quedarse en casa si así lo prefieren.
Literalmente en la “lista B”, la B Street Band, que hace covers de canciones de Bruce Springsteen, era esperada en la celebración presidencial.
Pero el lunes el grupo, que también tocó en las dos ceremonias de investidura de Barack Obama, canceló su participación en el acto por “respeto y gratitud” a Springsteen, un fuerte crítico de Trump.
Una posible actuación realmente VIP serían los Beach Boys, que no la han confirmado. El grupo pop, que ya no tiene a Brian Wilson, era cercano al expresidente republicano Ronald Reagan, a quien Trump idolatra.
Si bien Hollywood y el mundo de la música se inclinan decididamente a la izquierda, expresidentes republicanos han conseguido en el pasado atraer a su toma de posesión a verdaderas estrellas. Ricky Martin cantó para George W. Bush y Barbra Streisand, una gran liberal, para la investidura de su padre en 1989.
Pero los sondeos muestran a Trump como el presidente más impopular de los tiempos modernos a días de su entrada en la Casa Blanca, y su campaña estuvo plagada de quejas de artistas cuyas canciones resonaban en actos electorales.
Eric Kasper, profesor adjunto de la Universidad de Wisconsin-Eau Claire que estudia el papel de la música en la política estadounidense, estimó que si bien Trump es muy diferente a sus predecesores, el país está cada vez más dividido, lo que ha obligado a los candidatos a enfocarse en grupos de la población más que intentar atraer al centro.
“Ni en 2000 ni en 2004 no tuvimos este nivel de polarización”, afirmó Kasper.
El académico dijo que los artistas, incluso en géneros más conservadores como el country, reconocieron que hay diversidad ideológica entre sus fans y que meterse en política podría traerles repercusiones negativas.
La estrella de Broadway Idina Menzel ofreció una posible solución a los problemas de Trump, en declaraciones a la revista Vanity Fair.
“Quizás tenga que cantar algo él mismo”, dijo. “Probablemente piensa que tiene una gran voz: piensa que todo lo que hace es genial” , comentó.