En los últimos días, medios locales informaron que Franklin, con una salud muy deteriorada debido a un cáncer de páncreas, había estado en su residencia esperando a fallecer acompañada por sus seres queridos.
Aunque durante mucho tiempo circularon informaciones sobre su cáncer, la cantante siempre fue muy discreta sobre su salud y no lo confirmó. Se apaga una voz eterna e incomparable, todo un símbolo estadounidense.
Franklin, una de las artistas más influyentes de la industria, fue condecorada en vida con la Medalla Presidencial de la Libertad -el mayor honor civil que se concede en EE.UU.- y con la Medalla Nacional de las Artes, además de ser incluida en el Salón de la Fama del Rock and Roll y de recibir 18 premios Grammy.
Ya lo dijo el reverendo Al Sharpton en 2008 cuando la Fundación MusiCares le entregó a la diva el premio honorífico “Persona del Año” de los Grammy, meses antes de la elección de Barack Obama como presidente de EE.UU. “Podemos debatir sobre quién será el presidente, pero no hay debate alguno sobre quién es la reina”, afirmó.
Más de cuatro décadas sobre los escenarios dan para mucho cuando a un mito se refiere, y así lo certifican sus más de 40 álbumes y haber sido proclamada por la revista Rolling Stone como la mejor cantante de la historia. Franklin, nacida el 25 de marzo de 1942 en Memphis (Tennesee, EE.UU.), comenzó cantando en Detroit, donde creció, en la iglesia de su padre, el reverendo C.L. Franklin, y realizó sus primeras grabaciones de góspel con 14 años -a través de la discográfica Checker Records- junto a sus hermanas mientras aprendía a tocar el piano de oído. En esa época tuvo a sus dos primeros hijos, Clarence y Edward.
El padre de Franklin, casado por entonces con Barbara Siggers, era conocido como “la voz del millón de dólares” por sus sermones y contaba con Martin Luther King entre sus amigos más cercanos. Tras rechazar las ofertas de Motown y de RCA Label, Aretha Franklin firmó con Columbia Records y se mudó a Nueva York. Allí grabó su primer sencillo, Today I Sing the Blues.
Pero fue con Atlantic Records donde halló su verdadera identidad y empezó a saborear las mieles del éxito. En 1967 versionó Respect, de Otis Redding, y aquel inolvidable tema la llevó al número uno de ventas en EE.UU.
Con el engrasado acompañamiento del grupo The Muscle Shoals Sound Rhythm Section en el estudio, Franklin llevó la intensidad y la pasión del góspel a temas y espacios profanos como las reivindicaciones feministas o raciales. Este salto fundamental de la iglesia a la calle, clave en la génesis del soul, situó a Aretha Franklin en los años sesenta al mismo nivel de otros genios del género como Sam Cooke, Otis Redding y James Brown. Así firmó clásicos como (You Make Me Feel Like) A Natural Woman, I Say a Little Prayer, Chain of Fools, Think, I Never Loved a Man the Way I Love You y Day Dreaming a lo largo de una carrera en la que no hubo estilo que se le resistiera, puesto que también abordó el jazz, el rock y el blues.
Su expresividad, poderío y personalidad frente al micrófono causarían impacto en artistas como Beyoncé, Whitney Houston y Mariah Carey.
Se casó en dos ocasiones, con Ted White -con quien tuvo otro hijo, Ted White Jr.- y con el actor Glynn Turman. Tuvo un cuarto hijo durante una relación anterior con Ken Cunningham. En 1979 recibió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y en 1987 se convirtió en la primera mujer que ingresó en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
Además cantó en la ceremonia de investidura de los expresidentes de EE.UU. Bill Clinton (1993-2001) y Barack Obama (2009-2017). En febrero de 2017 anunció su retirada de los escenarios y aprovechó esa ocasión para asegurar que grabaría un último álbum con Stevie Wonder. Ese disco, sin embargo, nunca ha llegado a ver la luz.
Su última actuación en público fue en noviembre de 2017 en un concierto en Nueva York de la Fundación Elton John para la lucha contra el sida. La artista publicó en 1998 su autobiografía bajo el título Aretha: From These Roots (Aretha Franklin: de estas raíces) . Esas raíces de las que brotó la voz de Franklin, “un tesoro natural”, como declaró en 1985 el exgobernador de Michigan James Blanchard.