El arte del vocalista de Iron Maiden para hacer lo que más le gusta

SANTIAGO. “En la vida puedes ser lo que quieras ser”, lanza Bruce Dickinson, el vocalista de Iron Maiden, a 5.000 adolescentes entusiasmados reunidos este miércoles no para verle cantar sino para oírle pregonar que no hay nada imposible.

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Rockero, piloto, escritor y productor de cerveza y más tranquilo que cuando canta con su banda, con la que vendió 90 millones de discos, el Dickinson actual se mueve por el escenario con la seguridad, el encanto y las tablas de un hombre hecho a sí mismo a golpe de “sueños realizados”.

“¿Cómo pasé de tener el pelo largo a ser piloto? (...) No hay nada normal en la vida. Puedes ser lo que quieras ser”, les dijo a los chavales de un centenar de colegios de Santiago y alrededores abducidos por su apasionante vida, en una actividad organizada por el Preuniversitario Pedro de Valdivia, una escuela preparatoria para la prueba de acceso a la universidad. A título de ejemplo les recordó que una de las últimas canciones que grabó con su banda de heavy metal emblemática de la década de 1990 decía en la letra que “los soñadores pueden morir, pero los sueños sobrevivirán”.

Expulsado de un colegio por hacer pipí durante un almuerzo, Dickinson empezó ganando 30 dólares a la semana en Londres con su primer grupo de música. En la universidad pasó “dos años y medio promoviendo conciertos, borracho y pasándolo bien”, hasta que se dio cuenta de que no podía terminar esa etapa “con un fracaso” y se pasó los últimos seis meses encerrado en la biblioteca para conseguir por los pelos una licenciatura en historia.

Entre los consejos que repartió el que es considerado por aficionados y crítica como uno de los mejores vocalistas del heavy metal, es que se cuestionen todo. “’¿Por qué?’ es la pregunta más importante que vas a hacer en la vida. Es la pregunta que más temen los dictadores porque no te pueden dar una respuesta”, dijo.

También invitó a los jóvenes a que “hablen y se comuniquen” más y chateen menos. En un golpe de efecto certero para una juventud enganchada al celular inteligente y a las aplicaciones -los organizadores tuvieron que pedir que lo guardaran durante la actividad-, Dickinson sacó del bolsillo de sus jeans el suyo: un Nokia de los antiguos. “Lo tengo para poder hablar”, dijo. Y es que “hablar, la interacción con el otro, es lo que hace la diferencia”, recordó un Dickinson curado del cáncer de garganta que le diagnosticaron en 2015.

“Haz un plan”, se dijo para superar “dos o tres días de lamentaciones” al conocer la noticia. Atrás quedaron los pantalones rojos ceñidos, la melena salvaje y las provocaciones. A punto de cumplir 60 años y con su envidiable cabellera gris, el presidente de la compañía de mantenimiento de aviones Cardiff Aviation, que antes fue piloto de línea regular -“su primer trabajo como empleado”- y antiguo esgrimista contó que dejó Iron Maiden en 1999 porque su cerebro se había “encogido” y no quería “convertirse en un vegetal, bebiendo cerveza”.

Cuando decidió dejar la banda a los 33 años, “con dos hijos y una hipoteca”, volvió a las aulas para convertirse en piloto de aviones. Después escribió libros, fundó la aerolínea Air Djibuti, hizo documentales, diseñó relojes ("solo 666 para darles más valor"), vio la guerra de cerca en Sarajevo, hizo trabajo social y dio charlas motivadoras para inculcar a la juventud que lo importante es la educación y menos el dinero.

“Tenemos que hacer que la gente sea el centro de la economía. Lo puedes llamar revolución o sentido común” , dijo tras anunciar que este verano (boreal) volverá de gira con su banda. El mensaje parecía haber calado entre los jóvenes oyentes porque les “ha abierto la mente”, como a Martín, de 16 años, y a Carla, de 14 años, le ha ayudado a relativizar las angustias de tener que “decidir” lo que va a ser de mayor, o simplemente, a entender lo “que pueden aportar a la sociedad”, asegura Francisca, de 14 años.

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