Ed Sheeran, cuando la soledad se acompaña de 90.000 almas

Cuando tenga 70 años, su pelo se caiga, sus grandes recuerdos se desvanezcan y sus manos no sean capaces de tocar la guitarra, Ed Sheeran al menos podrá pensar, en alto, como a él le gusta, que, no una vez, sino cuatro, llenó Wembley con 90.000 almas.

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LONDRES (EFE).  Es Wembley y su mística los encargados de borrar de un plumazo cualquier atisbo de duda en los ojos del pelirrojo de 27 años quien ya conoce esta plaza y disfruta encarando un escenario de casi 100.000 personas ávidas de espectáculo.

Un show que quizás contrasta con lo solitario de su figura en el centro del mítico estadio londinense. No precisa de una banda ni coros que le acompañen, Sheeran se sitúa con su guitarra y su porte de chico solitario y tímido. La sonrisa se le escapa entre acorde y acorde y destaca el porqué del éxito de un joven que no es extravagante, no se arma de un espectáculo rocambolesco ni necesita de grandes fuegos artificiales para encender los sentimientos del público.

Sin rozar siquiera la treintena, llena su baúl de recuerdos con tres discos, a cual más exitoso y rotundo. El último, Divide fue el largo más vendido de 2017 y el que él mismo definió como “el mejor” de su carrera, por lo que las dudas acerca de su repertorio pronto se despejan cuando Sheeran arranca al ritmo de Castle on the Hill y Eraser.

La primera más de blockbuster y de estadio que la segunda, que se acerca al rap con el que irrumpió en sus inicios. A los retazos de lo que fue en el pasado se le unen los éxitos del presente. The A Team saca el Sheeran romántico y Dive, uno más nostálgico y evolucionado, en el que el punteo de guitarra acompaña la voz del inglés, que poco a poco se desgarra como cuando el cielo londinense pasa del azul del día al rojo del atardecer.

A medida que la noche se apoderó de Wembley, Sheeran posó sus garras sobre sus devotos, con temas como Bloodstream, Galway Girl y I'm Happier. Incluso se tomó un pequeño receso para recordar el resultado del España-Portugal del Mundial de Rusia y exclamó “si alguien está interesado, han quedado 3-3”, incluyó entre risas.

No faltó el humor en Sheeran, quien se burló de sus incapacidades para bailar y animó a que el público no se cortase a la hora de corear sus canciones. “Cantad, aunque sea fuera de tono”, apuntó ante los miles de espectadores que sacaron sus mecheros al cielo de Londres. Unos mecheros que lucieron a mayor intensidad cuando “Thinking Out Loud” llegó a Wembley.

Sí, Sheeran pensó en voz alta, pero cantó desde dentro y, pese a la ausencia de una orquesta que le acompañase, sacó todo lo que la canción dio de sí, y dejó uno de los momentos más mágicos al encarar la canción que marcó el punto de inflexión del concierto.

Ed Sheeran salió, cantó y acabó en solitario en Wembley, pero su voz nunca caminará sola. De eso se encargarán aquellos que nunca le olvidarán, aunque pierda el pelo, la voz o la capacidad de tocar la guitarra. Porque llenó Wembley cuatro veces seguidas. Cuatro. Y con 27 años.

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