Nación Ekeko: “La ignorancia es un gran arma del capitalismo y de la ambición que hoy está manejando el mundo”

Diego Pérez es el nombre detrás del proyecto artístico Nación Ekeko, que vuelve al país para presentar su último disco llamado “Gran espíritu”. El músico argentino afirma venir con el corazón abierto, con ganas no solo de mostrar sus canciones sino de nutrirse y aprender de todas las personas con las que pueda conectar en esta oportunidad. El show será este viernes 14 en Club Condesa, desde las 22:00.

Diego Pérez vuelve al Paraguay con su proyecto más personal: Nación Ekeko.
Diego Pérez vuelve al Paraguay con su proyecto más personal: Nación Ekeko.Gentileza

Antes de llegar a Paraguay, Diego Pérez habló con ABC sobre su recorrido artístico, uno que le ha llevado a transitar a través del mundo. Así, la música se ha convertido para él en una nave para llegar hasta diferentes destinos donde, con mucha curiosidad, puede aprender de las diferentes culturas.

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Pero a Diego, además de la música, le mueven también las ganas de conocer las raíces de las distintas sociedades con las que comparte, para así entender cómo sienten y viven otros pueblos. En ese sentido, para él es fundamental mostrarse abierto, sabiéndonos personas en constante aprendizaje.

La raíz de las cosas, como nuestros orígenes ancestrales, eso que nos une en todo el continente y nos hace al final bastante parecidos, son esos motivos que lo empujan a desentramar nuestra historia. En ese sentido, él juega conectando pasado y presente, mirando hacia un futuro esperanzador, siempre con el arte como representación de sus ideas y deseos.

Eso él lo plasma en su música, donde podemos escuchar instrumentos ancestrales, mezclados con sonidos generados por máquinas, todo al servicio del arte. Asimismo, estos pensamientos han decantado en sus diferentes trabajos, sobre todo en el que viene a presentar llamado “Gran espíritu”, donde nos recuerda que no debemos desconectarnos de esa gran fuente superior de consciencia que nos desvía del camino de la empatía, la generosidad y el amor.

-¡Hola Diego! Volvés a un lugar donde sé que tenés muchos amigos.

-Sí, es que en un punto me siento un poco paraguayo también.

-Es que eso pasa también al escuchar tu música, vemos que hay mucha influencia de todo el folclore de nuestra región.

-Profundizando un poco con esa idea, cuando me vine a vivir a Buenos Aires empecé a ver la diferencia entre los argentinos del Norte y los de Buenos Aires. Yo decía: pero en realidad soy más paraguayo porque tengo mucho más que ver con las costumbres y las formas de vida, de hablar.

-Claro, que pasa por el territorio, el litoral nos atraviesa y nos recuerda la cercanía, pasando por costumbres como el mate o tereré hasta la forma de hablar, que tenemos parecida.

-Lo lindo de que toda esta forma de hablar viene de una tonada guaranítica, de una cultura ancestral y cuando uno empieza a remover un poco ahí las raíces se da cuenta de todo el contenido que uno ya tiene incorporado.

-Decís esto de remover las raíces y quería empezar por ahí, porque me dio curiosidad saber ¿cómo era tu niñez y cómo se te aparece la música?

-Fue muy loco porque en mi casa prácticamente no se escuchaba música, mis padres más bien tenían una vocación de política social, entonces yo andaba en actos, en barrios y mamé mucho eso de la ayuda social. Mi abuela por ahí tenía más inclinación por la música, tocaba el piano y ella se dio cuenta que me interesaba, así que a los 5 años me mandó a tocar piano. A los 7 años tuve un profesor que fue crucial, Alejandro Ruiz, que murió hace muy poquito. Él daba clases de piano pero yo le llevaba canciones que quería aprender, que escuchaba en la radio y él las sacaba pero me decía: ‘dale, la saco, pero tráeme también alguna inventada por vos’. Entonces ahí empecé a componer mi propia música y desde ahí en adelante no paré.

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-¿Lo que te sorprendía en ese momento se fue transformando y ese asombro se va resignificando?

-Totalmente, de hecho uno de los impulsos más grandes de escribir, cantar y componer es que veo cosas que me asombran en el mundo y veo la necesidad de compartirlas de una manera artística. Mi mente va muy rápido, a veces es un problema porque me meto en un montón de cosas que después no puedo terminar. A veces cuando me preguntan si por qué elegí la música digo que yo no elegí nada, es una necesidad que tengo, necesito de alguna manera procesar lo que veo y soltarlo de una forma musical.

-Y empezaste con el piano, que me remite a lo clásico porque siempre por ahí comienza el estudio, pero también estaba presente la música del contexto, así que la música te habrá llegado de tantas formas ¿Cómo se fue transformando todo para que termines en el género que ahora abrazas?

-Yo creo que lo interesante justamente fue que como mis viejos no escuchaban música ni me dieron un rumbo musical, mi primer “instrumento” fue jugar con los casetes, grabar y hacer mezclas, y después me nutría de lo que se escuchaba como decís en el entorno. Iba a un asado y sonaba chamamé, o en la plaza había un indígena qom tocando el n’vike, de golpe escuchaba en la radio a Charly García o a Pink Floyd, y toda esa mezcla fue tomando forma dentro de mis gustos, de mi interés. Pero yo empecé tocando rock desde los 12 años, un rock muy experimental, y a los 18 me voy a estudiar música a Córdoba donde empecé la teoría musical y también de alguna manera a experimentar con lo digital.

Ahí empiezo con la electrónica y a raíz de eso nace el primer proyecto que tuvimos con Charo que no fue Tonolec sino Laboratorio WAV, que era puramente electrónico. En ese momento de ebullición escuché una canción del Coro Toba Chelaalapí de Resistencia, que es un coro precolombino porque ellos cantan de la misma manera que cantaban sus ancestros, se vienen pasando los cantos. Ahí ya vivía en Buenos Aires, y escuchar eso fue como una llave que me llevó directamente al paisaje del monte chaqueño donde yo me crié entre río y monte. Dije ¡guau! Cómo se puede presentar música y paisaje con una sonoridad. Empezamos a experimentar esta integración de nuevas tecnologías con la música ancestral de nuestro suelo.

Todo esto que te estoy contando siento que les sucede a todos los latinoamericanos, esta mezcla de lo que vino de África está en nuestro folclore, lo indígena está en nuestra cultura, lo europeo que vino de afuera, toda esa mezcla que se fue armando es lo que nosotros somos de alguna manera y es también nuestra riqueza. Entonces la idea fue representar eso que somos sin negar ninguna de las partes en un solo sonido, en una musicalidad.

-Eso que decís de la integración de los sonidos, lo ancestral, lo electrónico ¿No tienen que existir prejuicios a la hora de ir sumando sonidos? Me refiero a que podés experimentar con lo que sea o preferís respetar una línea.

-Yo tengo una línea sí, pero tengo una línea también por lo estético y lo que me gusta, pero hay un punto muy importante respecto a la tecnología, entender que es una herramienta y no un fin y ahí hay un camino que se bifurca, porque cuando entiendo eso la tecnología está puesta al servicio de desarrollar una idea artística previa. Busco en la tecnología, por ejemplo, que las texturas del sonido se parezcan al viento cuando estoy en el monte. Pero algo que pasa mucho en esta época, que la tecnología nos avasalla y de alguna manera terminamos siendo esclavos de ella, creo que ahí el resultado es otro. Por suerte desde el comienzo tuve como esta especie de carta orgánica donde siempre sentí que la tecnología es una herramienta alucinante que usamos para un montón de cosas muy positivas, pero siempre teniendo en cuenta que viene después de la idea creativa, en pos de desarrollarla.

-Hablando de en qué lugar vienen las cosas, a través de tus discos yo siento que venís subrayando una amalgama, como un crisol muy significativo, tanto con las colaboraciones que siempre aparecen en tus trabajos ¿Todas estas personas también llegan a vos de forma espontánea?

-Bueno Nación Ekeko hace alusión a que si bien yo muchas veces estoy solo en el escenario tocando, traigo voces y mensajes de muchas culturas que vengo visitando. Ahora se cumplen 20 años que vengo trabajando con pueblos originarios, primero con los de nuestra región y después viajando a otros países como Perú, México, Colombia, Brasil, entonces en esos viajes uno se va sorprendiendo y entendiendo las formas de pensar de estas culturas y de alguna manera surge esta necesidad de transmitir lo que uno conoce. También se van dando colaboraciones con artistas de diferentes comunidades, como el caso de Lecko Zamora, un poeta wichi del Chaco salteño, quien escribe y difunde su poesía pero también hemos hecho música; he trabajado con artistas mapuches que escriben en mapudungun, con comunidades guaraníes.

Este camino por el cual me va guiando la música me va llevando a conectarme con gente con la que salen colaboraciones. Muchas veces son artistas de comunidades o a veces músicos conocidos como se dio con Julieta Venegas, Muerdo, Andrea Echeverri, Kevin Johansen. Pero se van dando de manera muy armónica, orgánica y sobre todo muy humana. Hay un contacto primero, un ida y vuelta.

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-En ese sentido todo lo que cantas obviamente te representa, entonces ¿sentís que vas moldeando tu identidad a través de la música?

-Sí, totalmente. Este camino que vengo haciendo guiado por la música, la música es la que me guía y no se trata solamente de música. Me llevó a conocer mundos, personas, culturas que me vienen transformando a mí como persona individual y ese es uno de los tesoros más lindos que me viene dando mi trabajo, además de familias que vengo cultivando en varios lugares del mundo. También el hecho de que eso me transforma y eso es impagable.

-Claro. Y siento que eso obviamente impacta en tu lírica, que está atravesada por la narrativa de la sanación ya sea a través del movimiento, las plantas, la tierra, bueno al final la danza está conectada a la tierra. En ese sentido, venimos viviendo a nivel mundial tiempos oscuros ¿Creés que a nivel colectivo estamos desconectados de una fuente de consciencia?

-Totalmente, lo describiste muy bien, y cuando hablas de fuente mayor de consciencia un poco es el título de mi último disco, “Gran espíritu”, haciendo hincapié en lo que creen nuestros pueblos originarios y ahora yo también creo en eso, que somos parte de un todo que respira, que late, que tiene consciencia, los seres como los ríos, los mares, las montañas, las piedras, todo tiene vida y estamos todos conectados. Nosotros también somos parte como seres vivientes de ese gran espíritu y justamente me parece que mucho de los problemas que estamos teniendo en el mundo hoy es que mucha gente se siente desconectada de esa gran consciencia, de la naturaleza y de su propia naturaleza, porque danzar también es ser consciente de tu propia naturaleza. El canto también es ser consciente de tu propia vibración, son cosas muy simples, pero creo que está pasando mucho en el mundo que nos estamos desconectando y nos estamos quedando muy en la cabeza y en la ambición.

Para mí ha sido una gran guía conocer el pensamiento de nuestros pueblos originarios de Latinoamérica y lo digo en plural porque en muchas de estas cosas hay coincidencias entre las culturas. Eso de alguna manera fue su núcleo, su base para poder vivir en armonía con lo que les rodea y con de lo que nosotros en realidad somos parte, porque como dicen los qom, el monte no nos pertenece, nosotros pertenecemos al monte. Creo que con todas estas ideas y formas de ver el mundo yo me vengo transformando, pero también tratando de compartir a través de la música.

-Claro, porque obviamente no solo la música sino el arte en general tiene un papel importante para reconectarnos con la espiritualidad. Porque mucho sobrevuela una pregunta: ¿de qué sirve el arte?

-Creo que caer en responder esa pregunta de buscarle una cosa productiva, de objeto al arte, que tiene tantas aristas, que llega por tantos lados, mueve tantas cosas, es como también encorsetarlo, o sea es mucho más que algo productivo a nivel fábrica. Creo que muchas veces lo que sucede es que no conocemos, ignoramos, y a través del arte empezamos a llegar a lugares. Por ejemplo, pensaba yo que ahora se están incendiando muchos lugares en la Patagonia y la gente ¿por qué va a cuidar esos bosques si nunca los caminó, los conoció o vivenció? Entonces lo que necesitamos es tomar más contacto para poder valorar lo que tenemos. O si decimos le están sacando las tierras a los guaraníes o a los mapuches, pero no sabemos quiénes son realmente, cómo es su lengua, su forma de pensar, su riqueza ancestral, con respecto a los conocimientos, entonces ¿qué estamos defendiendo? Creo que realmente esa es una pequeña cosa de todo lo que el arte puede hacer, pero es una muy importante, acercarnos y salir de la ignorancia en muchos temas y poder después profundizar.

Tenemos la suerte de ser un continente con mucha presencia indígena después de todo lo que pasó, están vivos, manteniendo sus lenguas como pueden, sus conocimientos, hay que conocerlos, entrar obviamente con respeto y pidiendo permiso siempre. Pero ¿cómo vas a defender algo que no conocés? La ignorancia es un gran arma del capitalismo y de la ambición que hoy está manejando el mundo. Creo que el arte en principio puede ayudar mucho a que nos acerquemos a nuestras culturas originarias, que conozcamos y sepamos de lo que estamos hablando. A partir de ahí conocernos a nosotros. Creo que todavía tenemos un camino muy grande por recorrer en Latinoamérica para conocer estas raíces, para reconocernos y tener una identidad más afirmada y que no cualquier viento nos tumbe o nos lleve para cualquier lado.

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-También me pasa que al escuchar tu música siento que lo que escribís no escapa de un nivel intelectual ¿Te mueve que esas capas permeen en la gente, como que el mensaje llegue mientras uno está bailando, casi sin darse cuenta?

-Eso me gusta mucho y es intencional por decir de alguna manera. No me quiero quedar en el intelecto del texto. Me gusta de nuestras culturas originarias que con dos frases te dicen mucho, entonces mi intención es siempre primero conectar desde el cuerpo, soltar la mente y ahí que empiecen a llegar estos mensajes claros, simples y profundos. Creo que eso es muy interesante, me gusta mucho eso de textos cortos y entrar en el ritual del ritmo, en el movimiento.

-En ese sentido ¿cómo es tu proceso? Porque lo tuyo es un proyecto viajero, en tránsito, en movimiento constante, no obstante, pregunto si sentís que ¿es necesario a veces frenar, quedarse quieto, para que también las cosas se acomoden?

-Totalmente. De hecho, hay canciones que salen a la luz después de 10 años que me inspiré con esa idea y quedó ahí macerando, llegó a una síntesis y salió. Por ejemplo “El paraíso”, que hice con Julieta Venegas, era un tema que tenía hacía 10 años de conocerla y me parecía interesante lo que decía el estribillo. Lo cantaba, pero sentía que no era el momento hasta que tomó forma, conocí a Julieta, la invité y salió. Así con muchas cosas. No es que viajo y enseguida sale un disco inspirado en ese viaje. Considero que es un viaje por fuera y por dentro. Así vas soltando ideas, se van rompiendo estructuras que no tiene preestablecidas, y eso pasa todo el tiempo y es hermoso. Está bueno poder compartirlo.

-Cerrando el círculo, hay algo que no puedo obviar de este último disco y es que grabaste “Hablando a tu corazón” de Charly García, obviamente llevada a tu terreno. ¿A qué respondió la decisión de incluirla?

-Bueno, te voy a contar un poco mi viaje íntimo de cómo surgió eso. Vengo trabajando con Plantas Sagradas de Latinoamérica hace mucho tiempo y estaba en una ceremonia y al final alguien puso esa canción. La había escuchado mil millones de veces antes, pero por primera vez fue desde otro lugar y entendí creo yo la esencia de lo que estaba diciendo Charly, que tiene esa cosa tan del inconsciente colectivo. Cuando escuché la estrofa que dice: “no importa el lenguaje ni las palabras ni las fronteras que separan a nuestro amor, quiero que me escuches y que te abras, le estoy hablando a tu corazón”. Fue como ¡guau! Me está hablando la naturaleza, la planta, el mundo, la Pachamama, me voló la cabeza esa estrofa.

Quería llevar la canción a un lugar afro indígena. Fue increíble, pero me llevó mucho tiempo, hice muchas versiones, no me gustaban, después fue tomando forma y se sumó Andrea Echeverri a cantar una estrofa, Antonella Restucci, una cantante de La Plata. Siento que pude hacer algo de lo que estoy conforme e hizo honor a lo que a mí me provocó esa estrofa. Además siento que es un momento muy importante para hablarle directo al corazón, con tanta información, tanta mentira, empezar a ignorar eso y tratar de enfocarnos en hablar desde el corazón en todas nuestras relaciones creo que ya hace un gran cambio.

-Y llegar a esa raíz que creo que es lo que vas a hacer ahora, porque acá también trabajas con Norma Ávila.

-Sí, eso es parte de mi viaje además de ir a presentar el disco, voy a estar trabajando con Norma que es una amiga muy admirada, me encanta lo que hace. Con ella venimos hace tiempo trabajando y ahora salió este proyecto que es La ceremonia del mate, ella viene trabajando con comunidades guaraníes para ayudarlos con la venta de la yerba mate que producen. La idea es mostrar cómo se origina la yerba mate para los guaraníes, qué significa, porque es una planta sagrada que viene de ahí y hacer también un disco entre Nación Ekeko y Norma Ávila con canciones que hablen de este ritual que compartimos en toda Sudamérica y ahora se está expandiendo en todo el mundo. Amerita que conozcamos más de qué se trata.

-Entonces, supongo que estás ansioso por llegar.

-Sí, estoy muy contento, me encanta ir a Paraguay, siempre cuento en el mundo que hay un país que tiene como primera lengua la originaria indígena y después el español, que me parece muy interesante, así que generalmente cuando voy siento que voy a nutrirme yo que compartir lo que hago. Me encanta.

Esto lo presentará en un evento donde también actuará la banda de folk-rock paraguaya Passiflorx y donde además ambientarán con sonidos el colectivo Hijas de Púa. Asimismo, Diego tendrá como invitada a Norma Ávila. Las entradas generales siguen en venta a G. 107.000 a través de tuti.com.py.

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