Cargando...
Julie y Andreas son dos hermanos noruegos. Ella toca el arpa celta y él el bandoneón. Pareciera impensado creer que estos instrumentos podrían mezclarse, pero ellos lograron hallar un sonido que les identifique, incluso haciendo lo que grabaron al comienzo de su carrera: tango.
Lea más: Esta es la película que representará a Paraguay en los premios Óscar y Goya
Ambos vienen de una familia muy musical, según contaron en una entrevista con ABC. Pero cada uno tiene su historia “aleatoria” de cómo terminó tocando cada instrumento. Julie vio en la televisión que alguien tocaba un arpa, algo “muy raro” de ver en su país. “Quiero tocar el arpa”, le dijo de la nada a su madre. Así empezó a los 9 años a estudiar.
“Para mí también fue de la nada”, dice Andreas a su lado, recordando que su profesor de música tenía un grupo de tango. “Nunca antes pasó en Noruega”, dice sobre las clases de bandoneón que dio tanto a Andreas como a sus compañeros, algo que hizo que prenda en él el deseo de continuar aprendiendo sobre este instrumento.
Y ¿cómo pensar en juntar estos mundos? “Fue difícil porque yo tocaba el arpa clásica de una forma muy estricta, creía que tenía que hacer solo lo que mi profesor decía todo el tiempo, no creíamos que podíamos tocar juntos, cada uno estaba en su mundo”, explicó Julie.
Un día buscando tocar otra cosa y en el piano, específicamente música de la película “El señor de los anillos” fue que se juntaron a intentar hacer algo. Lo confiesan con muchas risas e inocencia: “éramos tan malos en el piano, y dijimos: vos tocá esto con el bandoneón y yo hago esto con el arpa y fue increíble, los instrumentos se mezclaron de una forma maravillosa”.
De todos modos, “no entendían” cómo podían tocar juntos “porque no había música escrita para arpa y bandoneón, entonces en 2013 decidimos que queríamos empezar a tocar apropiadamente juntos, porque yo no quería volverme solista de arpa y él tampoco de bandoneón, porque en Noruega hay muy pocos como nosotros. Decidimos que teníamos que hacerlo juntos, aprender, componer, arreglar”, dijo Julie.
Fueron a Buenos Aires, estudiaron con Pablo Mainetti, para entender cómo introducir el arpa al tango. “Pasar tiempo en Argentina nos hizo dar cuenta que podíamos componer sin que importara desde dónde empezabas a componer”, dijo Andreas como un aprendizaje de esta etapa.
Ahí empezaron a componer “en diferentes direcciones” también para encontrar su sonido. Volvieron a Europa para perfeccionarse y encontraron que en la universidad donde harían sus masterados, había un departamento de tango, con el profesor Gustavo Beytelmann. “Continuamos estudiando para entender cómo encontrar una voz auténtica del arpa en el tango, porque no es solo tocar como un cover, es pensar cómo el arpa sonaría si hubiera existido en el tango de inicios del 1900″, explicó Julie.
De este estudio salió su primer álbum “With the sky in our hands - The tangos” (2020), donde incluyeron desde obras como “La trampera”, “El ciruja”, “Los mareados”, como también composiciones originales de Julie y Andreas en clave de tango.
Un camino muy personal
Descubrir su forma de tocar y componer les abrió luego las puertas a mirar hacia otras direcciones. Hubo un proyecto muy personal que se decidieron a transitar, el de un disco doble que cuente la historia de sus abuelos. Así nacieron “ENE Sildring” (2021) y “ENE Favn” (2023).
Afirmando que les cuesta definir lo que hacen, o más bien encasillar o etiquetar, piensan que estos discos son más abstractos, ya que buscaron componer como paisajes sonoros inspirados por el océano y el cielo. “Pienso yo que es como música para sanar”, dice Julie, para contar después que buscaron narrar una “historia muy triste” de su familia.
“Nuestro abuelo se perdió en el océano cuando mi abuela estaba embarazada de nuestra madre, entonces la música significa mucho para ella y sus hermanas. Mi abuela sigue viva, entonces fue ir dentro de la historia y tratar de entender cómo se sentían”, cuenta Julie con mucha seriedad, para luego explotar en una carcajada añadiendo: “como una sesión de terapia, por suerte mi esposo es psicólogo”.
Ambos ríen, pero Andreas a la vez afirma que fue un proceso “difícil emocionalmente” porque las grabaciones se extendieron por mucho tiempo y debían “entrar y salir de las emociones todo el tiempo, algo muy complejo”.
Con temáticas casi muy diferentes, ambos se miran cuando aparece la respuesta de ¿cómo arman el repertorio? para un concierto como el Festival Mundial del Arpa. “Muy buena pregunta, una pregunta que también nos la hacemos”, dicen ambos siguiendo con las risas. Pero Julie explica enseguida que “el tango es muy emocional” y usan eso “para construir tensión emocional a través del concierto” dentro de un programa llamado “Embrace the sea” (Abrazar el mar).
“Añadimos tres a cuatro tangos y el resto son nuestras composiciones, pero seguimos contando la historia de nuestros abuelos. Usamos el tango para colorear momentos. Tiene sentido porque nuestro abuelo visitó Buenos Aires y eso conecta, significa mucho para nosotros ir tras sus huellas”, contó Julie.
Asimismo, afirmó que además de sentirse ellos emocionados, buscan impactar con su música en la gente. “Buscamos que la gente sienta cosas cuando nos escuche, que aprecien eso, que puedan sanar, atravesar esas emociones y ojalá podamos hacerles sentir mejor. Si alguien siente algo nuestra misión está completa”, dijo. En ese sentido, Andreas sumó que cuando más ellos sienten, también pueden sentir a la audiencia, y mientras más perciben eso, “mejor para la música, porque es una comunicación, un ida y vuelta, una construcción en conjunto de un momento único”. “Un círculo de energía que se agranda”, amplió Julie.
La alegría de compartir
Pensar en todo lo que atravesaron y que su música los traiga a Paraguay, es algo que los llena de alegría, dijo hacia el final Julie. Además, afirmó que venir aquí “es como estar en un cuento de hadas, porque en Noruega somos muy pocos arpistas, no se sabe mucho del arpa, y venir acá y que todos sepan es maravilloso, te inspira muchísimo”.
“Deseo poder tocar el arpa paraguaya, es hermosa. Aquí tocan con las uñas, lo que yo no puedo con mi arpa. Fuimos al festival anoche y fue increíble, estoy muy agradecida de experimentar esto”, añadió.
También reflexionó sobre si su vida tendría o no sentido sin música, y afirmó que sin ella su vida “perdería todo color”. “Sí, seguiría funcionando pero perdería la mayor parte de todo, es difícil describir. La música tiene mucho para enseñarnos, como empatía y entendernos los unos a los otros, comunicarnos. Es extremadamente importante sobre todo para nuestra identidad”, indicó.
A su turno, Andreas dijo que por momentos piensa en que lo que realmente le da miedo es perder el oficio de hacer música. “Dejar de hacer lo que amas hacer, en eso que invertiste tanto, sería devastador, se siente mejor mientras más lo haces”, cerró.