Cargando...
Del otro lado de la videollamada aparece el cantante, compositor y gran guitarrista argentino Ricardo Mollo, un referente de la música en Argentina, quien ha conformado anteriormente también un proyecto tan destacado como Sumo. Pero Mollo supo aferrarse a la música como combustible para seguir conectando a través de su viaje más personal llamado Divididos.
Lea más: Comedia y drama renuevan la cartelera teatral
Todo este camino recorrido él lo mira con orgullo, pero sabe también abrazar a ese niño que un día muy decidido se dio cuenta que nació para estar sobre el escenario. Con una gran sonrisa, comienza recordando una pícara pero fundamental anécdota, de cuando entendió que su lugar era la música.
“Cuando yo tenía 9 años me daba mucha vergüenza cantar. Decidí ir a un concurso de canto a un club que había cerca de la casa de unos primos. Me anoté para romper con esa cosa que tenía de no poder cantar frente a las personas. Fue una prueba que me hice a mí mismo a ver si podía atravesar esa cosa que era pudor, vergüenza, timidez. Fui y terminé ganando una copita. Me acuerdo volver a casa, acostarme y pensar: ahora tenés que aprender a tocar la guitarra. No me quedé pensando en la copita, en el trofeo, si no en eso que sin saberlo estaba de alguna manera avizorando mi futuro o mi pasión”.
Mollo entiende también que esa conexión con su niñez es muy importante y no la suelta por nada, ya que entiende que en características propias de esa etapa como la ternura o lo lúdico, radica un disfrute mayor que lo trae al presente. “Justamente, el otro día hablaba con mi hijo de eso, de buscar la manera de seguir jugando en la vida, no abandonar el juego en el mejor sentido de la palabra, lo lúdico lindo, de lo que pasa en tu cabeza y todas las cosas que se te pueden ocurrir. Es divertido pero a la vez es enriquecedor, porque parece que tu cabeza cuando más la estimulas en lo creativo más posibilidades te da, entonces de ahí viene eso de seguir jugando ya con 67 años”.
En ese sentido, entiende que estar parado sobre un escenario y cantando ya sea versiones emblemáticas del folclore o sus temas propios, es sumamente importante. Más allá de creer que como músicos tienen responsabilidad o poder, él entiende que lo esencial es “transmitir felicidad al otro”.
“Además, ese momento de felicidad hoy es algo mucho más preciado quizás que hace un tiempo atrás, entonces compartir eso en ese rato de la sonrisa ya es un montón porque hay estudios que hablan de que si sonreís tu cerebro se prepara para cosas buenas, entonces cuando estás medio raro empezas a esgrimir una sonrisa y notablemente sentís en tu cuerpo un cambio. Transmitir eso y que eso te vuelva, es un ida y vuelta con la gente”, afirmó.
Al respecto, piensa también que cada concierto en cada lugar es único, por lo que incluso “nunca hicimos giras”, afirmó. “Siempre vamos, tocamos en un lugar, a lo sumo tocamos en dos lugares y volvemos a casa, cargamos esas ganas de nuevo y volvemos a otro lugar. Hay una energía en todo eso que se entrega, y cuando uno sabe que tiene varias cosas por hacer empieza a especular con esa energía, entonces es como que retaceas un poco lo que vas a dar y de esta manera logramos tener siempre las ganas de hacer eso como si fuera la primera vez. (Un concierto) es un momento irrepetible, eso pasa ahí y ya está, sucederá otra cosa en otro momento, pero ese momento no hay que perderlo”, remarcó.
Divididos y el saber mirar al otro
En diferentes conciertos el grupo participa para ayudar a organizaciones que dan la mano a los más necesitados, como fundaciones de asistencia a niños, a gente en situación de calle, chicos sin oportunidades de estudio, entre otros. Su vínculo con dichas organizaciones es preciado para ellos, ya que entienden que la música les da la oportunidad de expandir su solidaridad.
“Hace muchos años leí por ahí que si podés ayudar a una persona es un montón. Entonces dije: ‘si con esto que hacemos, que además es un canal de difusión, podemos generar otras cosas, adelante’, porque eso multiplica las cosas desde un lugar insospechado, porque vos no sabes la vuelta de eso hasta que sucede. Cuando ves que eso pasa te da ganas de más”, contó.
Rememoró que fue a comedores populares donde suele suceder que se quedan sin comida para dar, lo cual es angustiante. “Entonces decís: claro, ¿cuál es límite? El límite está en poder ayudar a una persona y saber que de ahí en más es algo bueno y tenés que lidiar con esa angustia, entonces lo que hacemos en algunas situaciones sobre todo acá en Argentina es ayudar a Garganta Poderosa, una asociación de personas que trabajan en bien de mucha gente que necesita. Juntamos alimentos y es muy lindo. Es comparable la satisfacción con lo que pasa arriba del escenario”.
Procesos musicales que no se detienen
A Divididos los caracteriza una obra prolífica y diversa a partir del rock, donde ellos nunca se han privado de indagar en diferentes estilos como el folclore por ejemplo, desde su lenguaje. Ahora están grabando nuevas canciones. Desde antes de la pandemia han lanzado singles como “Mundo Ganado”, “Insomnio”, “Cabalgata Deportiva”, “San Saltarín”, que integrarán un nuevo álbum.
-¿Cómo afecta el paso del tiempo como experiencia a la creación musical?
-Vas recorriendo un camino que es inagotable. Hay que estar atentos a ese momento donde te conectas con eso y te genera una satisfacción de haber hecho algo que te hace bien, particularmente, más allá de lo que pase después con las canciones, que una vez que abrís la puerta se escapan y tienen vida propia y cada uno hace con eso lo que quiere.
Pero el ratito ese de la concepción es mágico porque es darle una vuelta a eso que escuchas, volver a esucharlo, volver a digerirlo, volver a emocionarte o no, entonces cuando aparece la emocionalidad ahí decís: vamos por acá, y te sostenes en esa cosa que a vos te moviliza, cuando llegas a un punto que tenés que soltar eso, porque es inagotable cuando agarras una canción siempre vas a querer mejorar algo más, llega el momento de soltar y decir: hasta acá está bien, dí todo lo que sentía que podía dar en esto así que ahora a disfrutarlo.
-Y a la hora de pensar en el nuevo álbum ¿lo visibilizan de forma física o cómo se llevan con los formatos digitales?
-Todo formato es bienvenido porque la música es energía. Salga del parlante que salga emite cierta energía, a veces con cierta frialdad. Hay plataformas que ya no te permiten tener el objeto, palparlo. Nosotros siempre apostamos a que siga existiendo el vinilo, que es algo en lo que va a salir este disco. Ahora estamos intentando ver si podemos aunque sea por una cuestión afectiva hacerlo en casete.
En casa mi hijo escucha discos de vinilo y yo también, entonces, la única música que se escucha en casa es eso. Tenía un aparato reproductor de CD que se rompió y nunca lo arreglamos y no uso mucho plataformas en casa porque me gusta sentir el ruido de la púa, me gusta la frecuencia que genera el parlantito sobre una situación de púa y analógico, me gustan esas cosas.
-Es eso de mantener los recuerdos, conecto eso a Divididos siendo ya una banda que llegó a los 36 años y ha atravesado a tantas generaciones ¿A qué atribuís eso de que la conexión con la gente nunca se apagó e incluso conquistaron nuevos públicos?
-Es lo que está pasando y la verdad que me pone muy contento que haya chicos que escuchen esta música. Me pasó el otro día que tocamos en General Alvear y veía chiquitos de 7, 8, 9 años cantando los temas pero cantándolos así de que se sabían todos los temas y decís: qué lindo, parece que esta música no está perdida. Hay padres que se han dedicado como yo me he dedicado a inculcarle a mi hijo lo que es Almendra, Manal, Billy Bond, música de los 70 sumado a Led Zeppelin y AC/DC, y él lo recibe como información para construirse para más adelante tener su propia construcción de lo que es su gusto musical y artístico.
-Pienso en esto que hablamos de que vivimos en un mundo tan loco, efímero, entonces también eso que hacen ustedes de dar shows para niños ¿de donde nace la idea?
-Es que como yo no pude vivir eso, esta música, viví otras cosas. Cuando era chico era principio de los años 60 y 70, hace un rato (risas), lo que sucedía energéticamente era lo mismo pero sucedía con el folclore, con el tango, con la música melódica, pero existía el encuentro, cuando sucede esta cosa del umbral que se genera entre el folclore y la llegada del rock es ahí nomás, quizás por eso fue una situación medio clandestina, porque los chicos empezaron a tener el pelo largo, usar otras ropas, y eso generó como cierta tensión en los que eran más conservadores. Entonces ver que hoy todo eso que viví casi de forma clandestina sea naturalizado y que los chicos disfruten de esa música tanto como del folclore, porque hay un mix en lo que hacemos entre folclore y rock, me doy cuenta que te abre mucho la cabeza en cuanto a diversidad de sonidos, así que bienvenido para mí eso.
-Que es lo que decías de tu relación con tu hijo, en el compartir también hace que sea más disfrutable ese ir y venir de información y el cerebro se hace más flexible.
-Es que descubrís otras posibilidades de sonido. Con la música clásica también pasa eso, a mí me abrió la cabeza cuando escuché música clásica, dije: ah, hay esta forma también de hacer las cosas y mucho tiempo después cuando escuché a Radiohead hacer un rock distinto a lo que yo estaba escuchando dije: esto es infinito, o sea la música es infinita, no importa el estilo, no importa el género, sino la emisión de sonidos y la energía que produce eso.
-No quería dejar de hablar de Paraguay y en la relación que tenés con nosotros ¿Qué recuerdos tenés de otras experiencias?
-Sabes que hace muchos años la primera vez que fuimos apareció un chico con su padre, me dijo: hola, mi nombre es Jorge Coronel, y terminó siendo hoy periodista y a través de él conocí mucho de la historia de Paraguay. Por otro lado hace poco tuve un encuentro con Néstor Ló y Los Caminantes, grabamos una canción juntos, que va a salir en el próximo álbum del grupo.
-Y con esos cruces se va generando ese ADN del presente, que habla de nuestas historias.
-Además que hay una corriente guaraní que nos atraviesa a todos, somos de alguna manera hermanos desde ese lugar también. Le tengo mucho cariño a la música, sobre todo al chamamé. Estoy más en relación con eso porque escucho por ejemplo a una bandoneonista muy buena que se llama Milagros Caliva, o grabé en ritmo de chamamé con un chico que se llama Yacaré Manso, una canción de Moris que se llama “El oso”. La conexión con la música y la historia es fuerte porque somos hermanos.
-A poco de despedirnos, quería saber qué pensabas de este presente que vivimos, de muchos estímulos, pero si podemos pensar en comunidad tácticas de resistencia que podemos establecer para no hundirnos en esto que nos tiene prisioneros ¿qué te viene a la mente?
-En el encuentro, para mí es fundamental el encuentro, vernos. Hace un tiempo con toda esta cosa que sucede con la virtualidad uno deja de tocarle el timbre a los amigos. El otro día me pasó, iba con mi auto por un lugar y pasé cerca del estudio de Luis Alberto Spinetta, bajé y me fui a tocar el timbre, ya sé que Luisito está ahí desde otro lugar pero toco el timbre y sale Dante que estaba ensayando en el lugar donde su padre hizo un montón de discos. Fue una cosa muy linda porque el encuentro con el otro genera una energía y una cosa que queda impregnada, en cambio cuando vos mandas un mensaje todo ocurre en la cabeza, no mueve acá (se toca el corazón), el encuentro presencial es algo que no hay que perder porque es ahí donde las batallas se pierden, cuando no está eso, el abrazo.
-Finalmente, ya que hemos casi hecho un recuento resumido de tu carrera, ¿en qué lugar está la gratitud?
-Todos los días es un “gracias por este día más”. Imaginate. Tengo unos cuantos años y por suerte tengo bastante buena salud, hago lo que me gusta, lo puedo compartir ¿qué más que decir gracias? Ese agradecimiento te vuelve todo el tiempo, el agradecimiento o llamalo como quieras, porque cada uno lo llama a su manera, para mí es la energía universal.