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Tenía solo 21 años cuando decidió ir a vivir a Inglaterra, sin saber inglés, pero con toda la pasión del mundo por la música en sus bolsillos. Empezó a trabajar en una tienda de discos, a la par que aprendía el idioma. Pronto ya estaba trabajando entre la prensa musical y sellos discográficos.
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Pasaba el tiempo y ella se involucraba más, por lo que enseguida todo su círculo tenía que ver con música. Desde músicos hasta managers, desde gestores hasta productores. “Todos mis amigos ya eran de la música y empecé a ver que sufrían mucho. Nunca lo habría imaginado desde afuera. Veía cómo desde la sociedad no se tenía para nada en cuenta todo ese sufrimiento que había detrás de montar un concierto, un festival, un disco”, empezó contando en una entrevista para ABC.
Asimismo, encontró otro problema esencial, y es que otras personas de afuera tampoco veían a la música como un trabajo. “Incluso otros profesionales de la psicología les decían a los artistas o a involucrados en la música que era insostenible, que cambien de trabajo. Y yo no podía creer que en Londres no haya psicólogos especializados en esto, que es como la psicología del deporte”, señaló.
Incluso el comienzo para Rosana, ya recibida y habiendo fundado M. I. Therapy, cuando empezó a aparecer en los mercados musicales con sus conferencias, tampoco fue fácil por el tabú que existe en la sociedad al hablar sobre salud mental. “Las empresas, festivales, conferencias, querían que yo esté ahí, pero me decían: no le pongas “psicología” o “trastorno” o “problemas” en el título de ninguna conferencia. Nada que sonase a algo negativo, lo tenías que enmascarar”.
Ella entiende que todas las sociedades son distintas, algunas son más abiertas que otras, pero que lo fundamental es entender que “la psicología no es solo para tratar trastornos y problemas súper graves y que dan miedo, sino para un fomento del equilibrio dentro de las carreras, para poder dar lo mejor que tenemos durante muchos años”.
El humano ante la presión de éxito
“El arte humaniza al hombre” es una frase que suele leerse constantemente, pero todo lo opuesto a eso, según Rosana pareciera que justamente quienes integran la industria musical no están pudiendo conectar con esa humanidad inherente al arte.
Ella trabaja con artistas de todos los estilos, desde música clásica a DJs, también hace terapias grupales para bandas. Y en estas sesiones ella nota puntos en común como el pánico escénico o el síndrome del impostor, un fenómeno psicológico por el que la persona cree que no es inteligente, capaz o creativa.
También genera stress ese pensamiento que tiene la sociedad de que el artista vive constantemente de fiesta o viviendo a través de un simple hobby. “Se achaca todo a que la gente está de fiesta o consume drogas y alcohol, pero realmente cuando estás trabajando con ellos ves que la mayoría tiene una vida bastante saludable y si utilizan algo es para poder solventar las presiones que tienen del exterior”, señaló Corbacho. Añadió que, por más que por fuera todo parezca brillante, “esto tiene una cara A muy positiva pero también una cara B que puede ser peligrosa”.
Asimismo, existe una presión que uno mismo se pone, y que es transversal a todas las áreas laborales.“A veces pasa que la identidad la tenemos muy fusionada al rol de trabajo, entonces cuando eso va bien reafirmas tu rol laboral, pero si me falla el día siento que soy mala como persona. Y con los artistas pasa que dicen: “si me sale bien este álbum siento que me merezco un lugar en el mundo y si no, no”. Esa presión no es buena para componer o disfrutar, y puedes llegar al punto de creer que te debes dedicar a otra cosa”.
Además, afirmó que el ideal de lo que se considera éxito no es el mismo para todos, y pensar en eso también puede estar ligado a una frustración al no saber qué es. “El éxito está definido como algo abstracto, a lo que quiero llegar. Se supone que cuando llegue ahí me voy a poder relajar, disfrutar, trabajar menos, tener más autenticidad, pero es como algo tan efímero que si no nos paramos a definir qué es para mí mi éxito, vamos a ser esclavos siempre de una zanahoria que nos ponemos adelante y a la que nunca llegamos”.
No obstante, aseguró que si podemos definir: “el éxito para mí es poder trabajar con tal cosa, o sea, con todo lo que me ayude a volver a las sensaciones del presente, va a ser más sostenible y disfrutable. Hay gente que dice: “cuando yo sea como Taylor Swift”, pero te la imaginas en un concierto, pero no te imaginas todo lo que la muchacha tiene que sufrir, o la falta de libertad que pueda tener al tener tantos conciertos. Para mí la dificultad está en cuando nos convertimos en productos y dejamos de lado esa parte más humana, de persona, animal”, dijo.
La desilusión de lo más alto
Pero también, para Rosana existe otra presión o frustración que es la de no tener derecho a quejarse porque creemos que trabajar de lo que nos gusta es un privilegio. “Las personas del mundo clásico que llevan tocando desde los 5 años me dicen: “yo trabajo de lo que me gusta y no tengo derecho a quejarme”, y yo digo ¿por qué? Una cosa es que seas humana y sientas, que tengas necesidades, que no estés satisfecha, que sientas frustraciones”.
En ese sentido, ella explica que no hay que centrarse en lo que aqueja sino sino identificar ¿qué estoy necesitando que no tengo? “Yo les preguntaría: si trabajas de lo que te gusta ¿qué haces en tu tiempo libre? ¿Tienes tiempo libre? Porque en la música a veces comenzaste por diversión y luego se profesionalizó y después ya te cuesta disfrutar, te cuesta hacer música. Le pregunto si descansan. Y el poder hacer cosas que sean “perder tiempo”, aburrirnos” por eso es fundamental”, refirió.
Además, esto se cruza con el pensamiento de que sobre todo el artista que está haciendo algo entretenido, tampoco tiene derecho a expresar algo negativo sobre eso. “Todos consumimos música entonces asociamos el entretenimiento, el descanso, la diversión, el ocio, a que la persona que está emitiendo esa música lo tiene que estar disfrutando más aún, que para ellas es un descanso, un disfrute. El problema no es que te digan que no es un trabajo serio, el trabajo es que tú te lo creas. Sí, es verdad que es una suerte, pero hay pocas profesiones donde empiezan a formarse en su profesión con 5 años. Es uno de los trabajos donde más se trabaja y donde menos se desconecta. Incluso las bandas consagradas puede que tengan dificultades”, observó.
Recordó una entrevista que hizo el productor Rick Rubin a Serj Tankian, cantante de System of a Down, donde el músico le decía que después de dos semanas de tour ya no disfrutaba. “Es también la presión de cumplir con las fechas. Incluso antes era un poco más espaciado, hacían un disco, tour y luego descanso. Ahora es concierto, concierto, concierto, luego redes sociales, tienen que hacer esos mini productos todo el rato, estar expuestos, no hay intimidad. Entonces yo me pongo contenta cuando los artistas que vienen a terapia me dicen que fueron capaces de poner límites o “estoy disfrutando más los conciertos o he podido salir de un bloqueo creativo”.
¿Qué pueden hacer los sellos o las instituciones?
En el caso de los sellos discográficos, Rosana pensó que sería ideal que entiendan la importancia de cuidar la salud mental de sus artistas. “Hay sellos que sí se preocupan, o a otros no les interesa que se cancelen los conciertos. No saben tampoco cómo manejar el enojo de los fans. Y si el artista está sufriendo intentan conseguir mejores fechas, pero no están atendiendo lo que necesita la persona”.
“A nivel de sello, si ellos vieran el riesgo real que tiene la persona de no hacer más conciertos, de cancelar la gira, creo que pondrían medidas de prevención antes. El problema es que lo ven cuando ya es demasiado tarde. O los mismos artistas intentan enmascarar lo que les pasa para que no los saquen y a la larga eso es peor. Hace falta en todo equipo una persona imparcial que sea médico, psicólogo, psiquiatra, que diga qué es lo mejor para la persona”, planteó.
Además el artista debe ser consciente, aseguró. “¿Cuánto vale tu vida? ¿Cuánto vale tu salud? Si no pongo el límite pronto, puedo perder la voz. Siento que para poder dar lo mejor tenemos que dar pero con límites. En mi caso, quiero ayudar, pero si me pongo 10 personas en un día ¿cómo voy a llegar a la última? Siento que cada persona que viene a verme se merece lo mejor de mí y yo sé hasta dónde estoy dando lo mejor. ¿Cuándo me estoy excediendo porque no sé decir que no?”, cuestionó.
A un nivel mayor, en cuanto a la realidad de cada país expresó que también sería esencial que existan organizaciones que en relación con el gobierno puedan pensar en el beneficio de los artistas. “Mira que ni siquiera tener mucho éxito te garantiza mantenerte siempre, así que ¿cómo se cuida de los músicos? La precarización es un estresor muy importante, y aunque no te haya pasado nada de esto, el hecho de pensar ¿qué va a ser de mí? es preocuparse. Si no hay una asociación de músicos o de la industria de la música no va a haber nadie del gobierno que diga ¿y este colectivo cómo está? El gobierno debería poner en valor la música, porque es lo que define a un país, la cultura que tiene, lo que vamos a poder exportar. Es más que una bandera”.
¿Fórmulas?
Entonces, pensando en todas estas situaciones, el planteo es ¿cómo humaninzar la industria musical? Aún más en un contexto donde todo pareciera estar más desconectado que nunca, a pesar de que creamos estar hiper conectados.
“A nivel individual diría que todo empieza por poder parar y preguntarse a uno mismo ¿cómo me está haciendo sentir esto? No solo ¿qué creo que debería hacer? sino ¿este ritmo cómo me hace sentir a nivel emocional? Y a nivel corporal ¿cómo está mi cuerpo? Y a nivel profundo ¿yo qué valores estoy viviendo de mí? Es hacer un pequeño escaneo interior de cómo me siento”, comenzó detallando.
En tanto, a nivel grupal, dijo que es fundamental establecer propósitos que conecten a uno con su deseo interior, más que objetivos externos. “Preguntarnos también cómo siente cada uno, qué los ayuda a trabajar mejor, porque todos somos diferentes. “Obligar” a que se tomen descansos para que vengan mejor. Todo lo que ayude a que la persona se implique pero desde un lugar que sienta que está construyendo esa industria, empresa, disco. Que le demos valor a lo que cada uno aporta va a ayudar a que haya más resiliencia, que no solo es superar los retos de la vida sino, en esos retos o en lo difícil aprender algo de nosotros, quiénes somos, qué es importante, qué valor sigue estando ahí”.
“Tenemos que tener el foco más puesto en el crecimiento interior, que en conseguir objetivos externos porque eso nos desconecta de los límites del cuerpo. Sobre todo que confiemos. Cuando tu confias en un persona le estás dando un poder, le estás viendo en sus potencialidades y le estás invitando a que crezca, a que te de y comparta contigo parte de lo que tiene. La confianza en las personas, poder conectar de verdad, escuchar, eso saca lo mejor de las personas y eso ayuda con la salud mental. Hay que poder gestionar la energía interna que tenemos para poder poner límites”.
Y por supuesto, lo más importante de todo: “Que se fomenten las conversaciones en torno a salud mental, que haya un espacio para decir: no me siento bien hoy y que eso no se vea como una vulnerabilidad sino como autogestión, y que eso pueda inspirar a la gente”.
Cranea Música
Rosana Corbacho se presentará en el Cranea Música el 20 de agosto con la charla “Desentrañando el mito: salud mental y música”. Será a las 17:15 en la sede del Puerto de Asunción. Para acceder, se pueden comprar entradas por día, que cuestan G. 77.000. También hay una opción de accesos para todas las actividades, de todos los días, a G. 220.000. Las mismas se pueden adquirir a través del link https://www.planeamusica.com/CM24#entradas. En tanto, el calendario de actividades se puede encontrar en planeamusica.com.