Cargando...
Y fue eso lo que lograron los artistas sobre todo en la noche central, el pasado miércoles 17 en el escenario del Teatro Municipal “Ignacio A. Pane”. Como luminarias de diferentes puntos, cada uno trajo una canción para compartir con la gente. Lo bello del encuentro fue que cada obra y cada presencia estuvo atravesada por un gran compromiso con lo social.
Lea más: “Atyguasu” dará apoyo económico a festivales
El concierto se dividió en tres partes, debido a la gran cantidad de artistas que aparecerían sobre el escenario, pero a pesar de eso fue bastante dinámico. Todos entendieron que cada quien tenía su espacio. Fue la encargada de romper el hielo la mexicana Ireri Almonte con “Entre las grietas”, llevándose los primeros aplausos de un público aún tímido.
La argentina Mudra, luego, sumió a todos en el encanto de su guitarra eléctrica y su voz, apoyada en el recurso del loop. El brasileño Giancarlo Borba hizo “Notícias de outra guerra”, sensibilizando sobre lo innecesarios que son los conflictos bélicos. Con “Si no vuelvo”, más tarde, la boliviana Caribrú puso los pelos de punta. “Un minuto de silencio por las mujeres que no están, que fueron víctimas de feminicidio”, pidió también y logró un silencio fulminante, para luego abrazarse en canto con todas sus compañeras.
El peruano Américo Martínez dijo fuerte y claro que “solo puede cantarle a la revolución” que no tiene, en tanto la panameña Yek Gamboa celebró su primera vez viajando para tocar, con la obra “No lo sé”. El chileno Vicenzio Navarro entregó “Y ahora tengo”.
En el intermedio, la paraguaya María Ríos y la chilena Cecilia Concha Laborde, afirmaron que uno de los objetivos del colectivo es estar “cerca de las comunidades y los territorios”, y que a través del tiempo también sus canciones vayan acompañando diversas causas y así “redescubriéndose”.
A su turno, la paraguaya Rocío Robledo se presentó acompañada de Gea Cáceres, y juntas entregaron un sentido “Techaga’u”. Aprovechando el escenario, Robledo agradeció por estos espacios y procesos comunitarios que retroalimentan y nutren el arte de todos.
“Cantar nos ayuda a sanar y a los que nos rodean”, señaló luego el argentino Federico Meyer, quien entonó “Sube mi voz”, para dar pase a la peruana Luz María Carriquiri, quien cantó “Mujer esperanza”, interpelando sobre el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
“Yo por ti me arriesgo, a riesgo de fallar”, cantó el colombiano Óscar García, en su emotiva “A riesgo”. Después llegó con mucha energía la mexicana Leiden, quien instó a cultivar “este tipo de habitar, con música honesta y sincera, es algo que nos nuestre a todas las personas y se convierte en un regalo”.
Mauricio Segalés vino desde Bolivia también con su música, y luego en nuestra representación apareció María Ríos, feminista y luchadora social, para hacer “Lo que tanto quiero”, contenida por el canto y el abrazo de sus compañeras.
“La música no es música si no se comparte”, afirmaría más tarde Nat Mendoza, englobando el sentir de toda esa semana. Ella trajo su guarania “Rohecha che kerape”, e invitó a recordar con amor a los que ya no están.
El colombiano Fernando Salazar siguió con más arte sonoro, dando paso a la brasileña Sol Bueno que hizo “Mbari”. En tanto Ariel Blanco, de Panamá, trajo la canción “Peregrinos del amor”. “Una pausa” pidió el argentino Facu Jofré, quien fue precedido por el boliviano Mauricio Montero.
La chilena Cecilia Concha Laborde emocionó hasta las entrañas con las décimas “Decalustro en nuestro Chile” y la canción “Amarraré las cintas”. Hacia el final el paraguayo Dani Moreno hizo “Salgo a cantar”, y todos juntos se unieron en el escenario para acompañar al paraguayo Alberto Rodas para hacer “¿Dónde están?”, recordando a los desaparecidos en tiempos de dictadura en Paraguay y en toda la región.
De esta manera, este gran colectivo pudo poner sobre el escenario a voces tan diferentes, cargadas de historias diversas, pero al final unidas en pos de dejar un mensaje sobre la resiliencia y las ganas de seguir soñando un presente mejor para todos.
Cabe resaltar que los artistas pudieron tener diferentes experiencias en nuestro país, ya sea recorrer puntos turísticos de Asunción, conocer a cantautores paraguayos, como también compartir nuestra gastronomía y la música en otras ciudades, donde también cantaron y estrecharon lazos.
Sin dudas, traer un festival así es un esfuerzo loable y con un mensaje contundente, pero pudo haber sido disfrutado por más público quizás de haberse trabajado con una difusión en medios con más anticipación. También el público debería estar expectante a que existe todo otro universo de músicos, que pasa lejos de lo “mainstream”.