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“¿De dónde sale eso de que el rock murió?”, preguntaba al público Josema González, voz y guitarra de Kuazar, grupo nacional que ofició como telonero y que ofreció una gran presentación antes de Megadeth. Junto con sus compañeros Ratty González (batería) y Marcelo Saracho (coros y bajo), abrieron el portal hacia el disfrute de una gran descarga de los géneros que se celebraban en la noche, desde el rock pasando por el heavy, speed y thrash metal.
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El grupo demostró que los géneros pesados no están muertos, al contrario, más que vivos a juzgar por la gran respuesta de la gente hacia este show y, por supuesto, por las ansias de tener en minutos también a Megadeth presente. Temas como “Kuriju”, “Machete che pope”, “Obscure & Violent”, entre otros, sonaron en una breve pero contundente actuación.
Tras los aplausos, esas ansias se acrecentaban y no podía faltar el “¡Olé, olé, olé, olé, Mustaine!” en honor al histórico frontman de la banda esperada. Fue así que incluso varios minutos antes de lo pactado por la producción las luces indicaban que el grupo estadounidense estaba pronto a salir ante las aproximadamente 10.000 personas que asistieron.
“The Sick, the Dying… and the Dead!”, canción que da nombre al último disco, fue el tema con el que abrieron un brutal y arrollador show, que saldó toda deuda pendiente con Paraguay, país al que Megadeth vino por primera vez en 2011 y luego en 2016, donde no pudieron completar su show. Esta revancha era así muy anhelada.
Flanqueado por los excelentes músicos Teemu Mäntysaari (guitarra principal), James LoMenzo (bajo) y Dirk Verbeuren (batería), Mustaine demostró que como grupo están en su mejor momento, tanto musical como escénico.
El grupo va con el show directo al grano. Canciones en seguidilla, muchas de ellas conectadas con largos instrumentales, casi sin hablar pero eligiendo los momentos justos para dejar a Dave saludar y acercarse al público en diferentes puntos del escenario, confirmando que sabe que se debe a absolutamente todos.
Así entregaron un set bastante variado, entre temas de diferentes etapas, como “Skin o’My Teeth”, “Dread and the Fugitive Mind”, “Hangar 18″, “Wake Up Dead”, “In My Darkest Hour” y “Sweating Bullets”. En tanto la leve brisa que había se mezclaba con la energía del grupo que arrasaba.
“¡Buenas noches!”, bastaba que diga Mustaine un par de veces para desestabilizar al público, que entre gritos y aplausos demostraba su admiración al “colorado”, que hacía honores a su apodo, luciendo su larga, ondulada y pelirroja casi dorada cabellera, resaltada aún más por las luces. Encorvado sobre el micrófono, abrazado a su guitarra, se paseaba sobre sus solos espiralados y sus melodías incisivas, dedicando de tanto en tanto el centro del escenario a sus compañeros, para que se luzcan.
Así, el escenario para ellos servía de fiesta. Guitarras y bajo se cruzaban, iban de un extremo a otro tocando, mientras la batería se elevaba como un gran muro de contención. Seguían los temas como “Dawn Patrol”, “Poison Was the Cure”, “Trust”, “A tout le monde”, y más, entre cambios de luces que impactaban y acompañaban al sonido poderoso de la banda que sonó impecablemente ajustada.
“¡Gracias por venir!”, exclamó luego Dave, para expresar que recordaba la última vez que vinieron y que había sido un “fiasco”, ya que el concierto se suspendió a la mitad por el mal comportamiento de cierta parte del público y la poca seguridad. Dijo que la misma fecha de este concierto (11 de abril) debían tocar en Uruguay pero que priorizaron a Paraguay.
“Tornado of Souls” siguió a este comentario, afirmando que la redención sería total. Continuaron con “Symphony of Destruction”, acompañado del clásico cántico “¡Megadeth, Megadeth!” que cabalgaba sobre el riff. “¡Muchísimas gracias, chicos!”, dijo Mustaine en un perfecto español, para luego hacer “Peace Sells”, donde apareció Vic Rattlehead, personaje con cara de calavera y cadenas atravesadas, recurrente en el arte de la banda.
El amague por desaparecer del escenario no duró mucho porque salían cada tanto para generar tensión y seguro, descansar. Así el final se dio con “Mechanix” y “Holy Wars... The Punishment Due”, en una noche donde en todo momento Mustaine no soltó la guitarra, la que ejecutó con maestría y de donde sacaba de seguro toda su fuerza.
Mientras abajo el público agradecía con aplausos, pogos y gritos interminables. Un público que también se redimió, con un comportamiento excelente dentro de todo el contexto, que entendió que la noche era inmejorable. No faltaron el “headbanging” y los abrazos para coronar un reencuentro indeleble.
“¡Buenas noches!”, dijo, luego un agradecido Mustaine, después de que tanto él como todos sus músicos cumplieran en regalar púas, baquetas y hasta muñequeras personales de la banda. Con la guitarra en alto, como si fuera la ofrenda en un ritual, Mustaine se despedía de nuestro país luego de dar un gran show, quedarse largo rato solo en el escenario, con una mirada que brillaba, y pidiendo que Dios bendiga a nuestro país. También me pregunto ¿de dónde sale eso de que el rock murió? En este show estuvo más vivo que nunca.