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Es imposible resistirse al encanto musical y carismático del grupo argentino El Zar, que días pasados se presentó en Asunción, primero el viernes en una fecha en la discoteca Morgan y el domingo en un concierto sorpresa en Jardín Urbano.
Asistimos al show del viernes, que se desarrolló en el marco del nuevo ciclo de conciertos llamado “Nómada”. El boliche se fue llenando de a poco de personas ávidas de vivir de cerca la experiencia musical de esta banda que tiene al frente al dúo integrado por Facundo Castaño Montoya y Pablo Giménez, con el baterista Bruno Dante y el bajista Nicolás Garay.
Luego de que hayan pasado unos minutos de la 1:00 de la mañana ya del sábado, tras las actuaciones de las propuestas nacionales de Sari Carri y Funk’Chula, los argentinos arremetieron con todo y cual aplanadora musical demostraron de qué está hecha su propuesta: de una sincronicidad impecable y de un ensamble preciso, lo cual se basa en la increíble química entre los integrantes.
“Apasionado” y “¿Qué pasa?”, los dos primeros temas de su último álbum “Río Hotel” fueron también los dos primeros de un show que empezó con una energía brutal y contagiente. Sobre líneas de guitarra, bajo y batería bien grooveras, la gente no tenía opción más que ponerse a bailar con estas canciones que incentivan al disfrute y a vivir a flor de piel las emociones.
“Lo que fuimos” y “Salgo corriendo a buscarte” fueron bocados de álbumes como “Círculos” (2016) y “Pura casualidad” (2020) respectivamente, haciendo un salto en el tiempo, entre un guiño a sus inicios y una reverencia a su evolución. La presencia de la guitarra eléctrica con reverb y el bajo con distorsión en diferentes partes, nos hablan de un grupo que no tiene miedo a jugar con los colores dentro de las infinitas posibilidades de la creación musical.
La gente celebraba cantando a gritos, bailando y también meciéndose cuando temas mid-tempo así lo indicaban. Facu, entre seguidilla de tema y tema, agradecía al público y la oportunidad de estar conectando. Expresaba su alegría y de toda la banda por el recibimiento tan cálido. La emoción de ellos era también visible y el brillo de sus ojos y sonrisas los delataban.
“Río Hotel” siguió sonando a través de temas como “Tiro y no te saco de mi mente” e “Imprudente”, llevando a la gente de un polo enérgico a otro, conquistando cada vez más y abrazando con melodías perennes, con letras con las que cualquiera puede identificarse por la honestidad con que hablan de temas cotidianos.
La nostálgica y sensual “Película” (de ”Pura casualidad”) caló en lo más profundo, dejando en resalto la voz tersa e hipnótica de Facundo, que atraviesa cualquier oído y corazón. Sus colores rodean a la magnética guitarra a cargo de Pablo, quien hace que el público caiga rendido a sus riffs y melodías con su simpleza y virtuosismo, todo al mismo tiempo. Ese momento donde el tiempo parecía detenerse lo conectaron con la contemplativa balada: “Buen día” (de “Río Hotel”) casi en clave existencial, para hacer énfasis en lo poderosos que son también en su costado más baladista.
“Bandido” y “El disparo” volvieron a guiar a la gente hacia el baile, luego de un trance que bebió lo mejor de la fuerza del romance. Esa sutileza para crear diferentes climas sin romper nunca el estado de gracia al que elevaban al público, lo logran bandas con la pericia necesaria para cuidar con ternura las reacciones de la gente.
Así, el último tramó lo atravesaron pasando por diferentes etapas, como en un zigzag explosivo, confirmando que son de las mejores bandas de la actualidad argentina. “Superstar” y “Las voces” sonaban hacia el final, con la gente muy feliz y sin querer irse aún, porque aún valía la pena seguir cantando sobre saber ganar y perder, disfrutando el proceso.
“Perdiendo el control”, “El momento perfecto” y “La declaración” fue el tridente de himnos que resonaron por todo el espacio en un gran final donde casi no hicieron falta palabras, la música lo hizo todo: unió y sanó, como siempre debe ser. Y eso, más que nadie, El Zar lo sabe como grupo sin miedo a sentirlo y decirlo todo profundamente, porque es ese el lugar en el que estamos completamente vivos.