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En un inteligente uso de los espacios, algo que se disfrutó desde el inicio gracias a una buena visualización creativa, el show comenzó desde que el público ingresó a la parte baja del sitio que ahora se llama “Plaza de Sombras”, donde fuera el estacionamiento del siniestrado supermercado.
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Rodeando el agua que ahora hay allí, la gente empezó a ver al artista, quien creaba sonidos desde un theremin, sobre una tarima en el medio de la fuente y frente a una luz que lo alumbraba por atrás, generando una iluminación atrapante desde las ondas actuáticas.
La guarania “Mi oración azul”, de Herminio Giménez (que fue la única canción de otro autor que sonó) fue la elegida para empezar este viaje por las aguas de su historia musical. Un inicio también simbólico para el lugar, pues la obra evoca al fallecimiento de una persona.
Al terminar esta interpretación, los presentes caminaron hasta el fondo, donde se encuentra una suerte de pequeño anfiteatro. El escenario estaba en el medio con varios instrumentos repartidos y tiras de papel que se entrecruzaban arriba del artista, generando una impactante puesta visual.
La disposición de las sillas nos hacía entender que sería un concierto donde habría varios frentes, primer gran desafío de toda la puesta musical, pues requería hacer gran equipo entre el artista, el stage manager y sonidista.
Así Mauri, ataviado con un colorido saco donde podíamos leer títulos y letras de canciones, empezó con sus temas propios “Muy lejos”, “Al mar” y “Musa”, entre el acompañamiento de la gente con palmas, los efectos de humo y las primeras aproximaciones a la utilización de la “loopeadora”, máquina que se utiliza para grabar capas de sonido cíclicas. A estas se pueden ir añadiendo más sonidos encima, dando la posibilidad de crear en vivo obras que van creciendo y ganando profundidad en cuanto a texturas sonoras.
“Amor perruno” contó con el sonido de una tabla de lavar que también funciona como instrumento; en “Los monos” se sentó al piano y fue añadiendo capas de beats y en “Neptuno” contagió de ritmo a la gente. De guitarras eléctricas pasó a una acústica para hacer “El huracán”, mientras también iba creando diferentes climas emocionales entre la alegría y lo nostálgico, mostrándose también él visiblemente emocionado.
El alto desafío de compaginar tantos instrumentos con la máquina pasó factura antes de empezar “Cansado de esperar”, cuando los baldes que usó como percusión o no se grababan o la máquina no reproducía. Un micrófono también se resbaló y los nervios parecían acechar. La gente, no obstante, alentaba al artista.
Después de lograrlo se vio aliviado y cantó a coro con el público. Siguió con “Onda free” y se sentó al piano eléctrico para “Parte del bien, parte del mal”. “Buena suerte” y “El encuentro” marcaron el final de esto que él denominó como un “experimento” que contó con varios puntos a pulir para alguna próxima ocasión en que vuelva a presentar este show o algo parecido debido a la alta complejidad de este rompecabezas musical.
Un “loop” que planteó muchos desafíos
Teniendo en cuenta que el subtítulo del show era “loop musical” uno entendería que todas, o al menos casi todas, las canciones irían a ser creadas desde cero, más aún viendo la cantidad de instrumentos de los que disponía, entre los convencionales y no convencionales. No obstante, en esta propuesta la máquina se utilizó en no muchas oportunidades y también se sostuvo bastante en pistas pregrabadas.
Mauri se puso a sí mismo un gran desafío del cual en partes no salió tan airoso. Quizás en un futuro podría replantear la puesta con menos instrumentos, algo que tal vez hubiera sido más efectivo que efectista con tantos instrumentos que se usaron poco, como las percusiones que estaban al costado.
Esta clase de shows plantean también el reto de tener un tiempo perfecto entre un tema y otro, saber cuál viene después y qué recursos usar, como una coreografía que se ensaya una y otra vez hasta que salga perfecta o una obra de teatro donde el actor no debe olvidar sus líneas en pos de la fluidez del show.
Entendiendo que este espectáculo exige otras dinámicas respecto a un concierto habitual, tampoco el sonido fue tan exacto en cuestiones de volumen y nítido en cuestiones de claridad. La voz cantante se veía sobrepasada por el sonido de lo grabado en loop en varias canciones.
Solo en esta ocasión se pudo haber disfrutado más del uso del loop y un mejor ensamble técnico, pues desafíos así requieren extrema precisión. La idea es muy buena y hasta original para este país donde hacen falta más propuestas no convencionales, así como también se destaca todo el planteo estético y espacial. Animarse a querer hacer algo distinto es tan saludable como necesario por lo que la intención y la innovación son cosas que se aplauden y agradecen.