Fito Páez y una oda a la importancia de los recuerdos

Un memorable concierto, impecable musicalmente y con emociones que desbordaban los cuerpos, fue el que ofreció Fito Páez en el marco de su gira “El amor 30 años después del amor”, con el que sigue honrando a uno de sus álbumes más emblemáticos. Ante un SND Arena lleno total de un público extasiado, anoche el rosarino volvió a confirmar su intenso idilio con el público paraguayo.

Fito Páez en buena forma musical y en puro estado de gracia. Con una banda impecable, se entregó con todo por más de dos horas de show.
Fito Páez en buena forma musical y en puro estado de gracia. Con una banda impecable, se entregó con todo por más de dos horas de show.Pedro Gonzalez

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Un 4 de julio pero de 1993 Fito Páez presentaba el álbum “El amor después del amor” en el aquel entonces llamado Consejo Nacional de Deportes. Casi treinta años después, en el mismo lugar, ante quizás mucha gente que volvía a repetir el show, el músico venía a revestir de nueva piel y de renovadas intenciones a esas catorce canciones que forman uno de los álbumes más importantes del rock argentino.

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“¡Vamos a tener una noche inolvidable!”, prometía Fito Páez minutos después de las 21:45, en medio del enérgico coro de “El amor después del amor”, donde su voz se abrazaba tanto a la del público, que estalló en gritos, como a la de su fantástica corista, la cantante argentina Mariela “Emme” Vitale.

“Esto es una locura”, “¡Qué increíble!”, “¡No puedo creer!”, gritaban las personas de tanto en tanto, con los brazos en alto, aplaudiendo o saltando. Sin dar respiro, Fito enfundado en un traje gris y camisa con motivos de flores, corría al piano para descollar con el torbellino de swing que se desprende de “Dos días en la vida”, esa canción que celebra a las “Thelma y Louise” de Ridley Scott, para luego pararse a dirigir a los vientos, poniendo a volar sus manos en el aire.

Luego de un inicio frenético y ya casi sin respiro, las luces bajaron así como el tempo, para sumergir a la audiencia en un clima íntimo que dio pie a “La Verónica” con Fito, con lentes de sol, nuevamente sentado al piano y confirmando que nos entregaría el disco tal cual el orden en que fue editado.

Concierto de Fito PáezSND, Secretaria Nacional de Deportes.20 de abril del 2023
Concierto de Fito PáezSND, Secretaria Nacional de Deportes.20 de abril del 2023

Para este instante Páez ya estaba derrochando su gran pasta de hombre del piano, con su exquisita forma de ejecutar este instrumento que es como una extensión de su cuerpo y su alma, fundiéndose en un sublime diálogo con la batería de Gastón Baremberg.

Una guitarra incisiva cortó ese trance para dar espacio a la hipnótica y poderosa “Tráfico por Katmandú”, donde la banda, que se completa con Diego Olivero (bajo), Carlos Vandera (guitarra acústica), Juani Agüero (guitarra eléctrica), Juan Absatz (teclados), Manuel Calvo (trombón), Alejo Von Der Phalen (saxos) y Andrés “Niño” Ollari (trompeta), le puso la firma a su supremacía musical.

Las emociones y la creatividad son de los humanos

Sentado nuevamente al piano y recobrando un poco de aliento, Fito se dirigió a la gente para hablar de la inteligencia artificial. “Es algo que se puso de moda, pero que nunca podrá crear un Luis Alberto Spinetta”, dijo en medio de una ovación y antes de entregar “Pétalo de sal”, que grabó junto al “Flaco” para el álbum, erizando la piel de las miles de almas con esta canción de amores inolvidables.

Una magnética introducción de guitarra eléctrica abrió luego “Sasha, Sissí y el círculo de baba”, una poesía musical, oscura y rockera. De este vuelo pendular Fito hizo viajar a la gente hacia uno de los clásicos del disco: “Un vestido y un amor”, que fue cantado con toda la gente como un gran coro de corazones iluminados y voces afinadas en clave de emoción.

Fito y su fantástica corista Emme, hija de Lito Vitale y Verónica Condomí.
Fito y su fantástica corista Emme, hija de Lito Vitale y Verónica Condomí.

Con lágrimas en los ojos, entre abrazos, otros con los ojos cerrados sintiendo con intensidad. Así estaba la gente, que de la mano, la voz y el corazón de Fito iba de un lugar sentimental a otro. Viajando y volando. “¡Gracias Asunción!”, decía el rosarino cada tanto y el público ovacionaba.

Conmocionante fue después la versión de “Tumbas de la gloria”, donde Páez y su banda seguían pintando con trazos de sus almas cada compás. El tramo final se elevó en girones de emoción hacia un clímax donde la gente explotó saltando y aplaudiendo, como una marea de sensibilidad.

“¡El tiempo es una ilusión! ¡Bienvenidos a la rueda mágica”, exclamó después Páez, mientras sonaban las primeras notas de “La rueda mágica”, que en el disco comparte con Charly García, extendiendo sobre el público un aura “beatlesca”.

“¡Qué caliente Asunción, che!”, expresó Fito para, una vez más, bajar decibeles y mecer al público en la idílica balada “Creo”. “¡Qué hermosura!”, dijo como agradecimiento a la gente que cantaba y acompañaba el artista celebrando su presencia y su música.

Enérgico e irreverente, Fito Páez pasaba del piano al micrófono a la guitarra, sin dejar de dirigir a su banda y de hacer cantar al público.
Enérgico e irreverente, Fito Páez pasaba del piano al micrófono a la guitarra, sin dejar de dirigir a su banda y de hacer cantar al público.

Influencias y celebraciones

Más tarde se tomó un momento para hablar de sus orígenes y sus influencias. Manifestó que “siempre hubo un prejuicio hacia los folclores regionales”. Recordó que cuando llegó de Rosario a Buenos Aires llevó con él toda su “carga folklórica” que “era un montón”.

Mencionó a la cantautora peruana Chabuca Granda y a su último guitarrista, Lucho González, quien también trabajó con Mercedes Sosa y con quien pudo compartir. “Todos vibramos y sonamos igual, solo que cada uno es diferente”, subrayó, para luego entregar la zamba “Detrás del muro de los lamentos”, una celebración a la música latinoamericana que en el disco tiene guitarras del mismísimo González y donde también cantó con “La Negra” Sosa.

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La onírica y progresiva “La balada de Donna Helena”, la celebratoria de memorias y amores “Brillante sobre el mic” y la que invita a flotar y avanzar: “A rodar mi vida”, cerraron así el repaso por el disco en medio del éxtasis de una platea incendiada y un Fito Páez que se entregó de punta a punta.

Miles de almas sintiendo al unísono una emoción desbordante por las canciones de Fito Páez.
Miles de almas sintiendo al unísono una emoción desbordante por las canciones de Fito Páez.

“Va a haber un intervalo, como en el cine o el teatro”, bromeó después para pedir un momento para ir a ponerse “guapo” y volver. Una pantalla mostró que serían diez minutos. Algunos se movieron pero el resto se quedó expectante, esperando la continuación pero sin desear que termine. Fito regresó para hacer un conteo, mostrando su nuevo vestuario todo de blanco y hacer la furiosa “Naturaleza sangre”, en tanto la gente seguía entregando toda su energía para cantar.

Ya en un tramo de saltos en el tiempo, volviendo atrás, avanzando para luego retroceder, así pasando por distintos puntos nostálgicos, Fito fue del delirio rockero al arrullo para endulzar a todos con la melancólica “11 y 6″, que todos acompañaron hasta gastar las gargantas.

El público estaba decidido a seguir dándolo todo por Fito, quien aún no daría tregua, pues siguió arremetiendo con más temas inolvidables y que marcaron épocas e historias para muchos. Para la potente “Circo beat” propuso un juego con los diferentes sectores, que entre “Circo beeeaaat” y “uhhhs” incentivó a todos a seguir cantando en este ejercicio lúdico.

Con movimientos ágiles y flotando, Fito se paseó por todo el escenario para ofrecer también cercanía.
Con movimientos ágiles y flotando, Fito se paseó por todo el escenario para ofrecer también cercanía.

Fito volvió a ponerse en plan director de orquesta para conducir una introducción que dio pie a “Ciudad de pobres corazones”, en tanto esos corazones, pies y las gargantas aún seguían arrojándose al pedido de Páez de entregarse al unísono en canto y saltos. Ese momento era único y todos los entendían, pues iba a terminar pronto.

En la recta final sonaron la oda a la gratitud que es “Dar es dar”, la agitadora “Mariposa tecknicolor” para cerrar con “Y dale alegría a mi corazón”, como un postulado a las historias vividas y al disfrute del presente. La gente salía cantando, pidiendo que afuera se vayan la pena y el dolor, deseando que ese momento de éxtasis pueda seguir siendo alegría en los corazones por mucho tiempo más.

En este show conmemorativo y que sirvió de celebración a amores, amistades, familias, Fito supo dar un cariz de madurez y pasión amorosa a las obras de “El amor después del amor”, que han sido indispensables tanto para él como para toda una generación que vivió en tiempo presente su nacimiento, honrando así a la memoria.

Supo también reafirmar la vigencia de su obra, ya que la última seguidilla de hits fue un paneo por momentos clave de su carrera. Ahora sigue de gira, mientras sigue sacando nueva música, cosechando nominaciones a premios y más amor de toda su gente.

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