Metallica burla el paso del tiempo en su nuevo disco “72 Seasons”

¿Puede una banda de éxito mastodóntico como Metallica superar las claves que 40 años atrás hicieron de ella una leyenda? ¿Sería inteligente ignorarlas? La respuesta es no a tenor de “72 Seasons”, su nuevo disco, concebido como otra carrera contra el tiempo para mostrar lo que su público espera de ellos, pero sin sorpresas.

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Miguel Toña

Siete años han pasado desde la publicación de su trabajo previo, Hardwired... to Self-Destruct (2016), que ya insistía en reorientarles hacia sus cimientos, como Death Magnetic (2008), alejándose del carácter más experimental y no tan bien recibido de St. Anger (2003), que simplificó sobremanera la habitual densidad de sus capas y de sus solos de guitarra.

Su undécimo disco de estudio insiste en su viaje autorreferencial al pasado, a los grandes discos iniciales desde Kill ‘Em All (1983) a ...And Justice For All (1988), abundando en los elementos que los convirtieron en uno de los grandes embajadores mundiales del “thrash metal”.

72 Seasons se presenta así con doce nuevas canciones de largo desarrollo (el álbum rebasa los 77 minutos de duración y la mayoría de sus cortes superan los seis minutos), temas pesados en su composición pero acelerados en su ejecución, como camiones irrumpiendo a todo gas en mitad de la autopista.

Ya el contundente corte homónimo 72 Seasons constituye toda una declaración de intenciones y muestra la ambición por sobreponerse a las mermas físicas que el tiempo pudiera haber provocado en músicos que, como en el caso del vocalista y guitarrista James Hetfield y el batería Lars Ulrich, están a punto de cumplir los 60 años.

Como una metáfora el tema arranca casi sin preámbulos, los platos sacudidos con vigor entre los ataques bien calculados a las seis cuerdas, como si alguien intentara sacarle chispas tras siete años de parón a un motor que, en uno de esos intentos, entra en combustión y se lanza desbocado a la carretera.

Producido por Greg Fidelman junto a Ulrich y Hetfield, el cuarteto que completan Kirk Hammett (guitarra) y Robert Trujillo (bajo) encuentra una fiereza que quizás no estaba tan presente en sus últimos álbumes y que se mantiene a lo largo de piezas como Shadows Follow o Scream Suicide.

Hasta el remate de más de 11 minutos con Inamorata no hay renuncios a la velocidad y eso hace de este un disco pesado que podría no ser del todo del gusto de quienes evocan con nostalgia los arreglos con más aire y ganchos melódicos de otro de sus más celebrados trabajos, su álbum negro, Metallica (1991), recientemente homenajeado por su 30 aniversario.

Con las pulsaciones desbocadas, son los "riffs" y la voz los que proporcionan oxígeno a estos cortes que, a su vez, encuentran toma de tierra en unas letras que no solo no ocultan sino que desnudan los problemas recientes del carismático vocalista del grupo.

Así, la adicción y el autocontrol se convierten en temas destacados en cortes como Chasing Light, toda vez que en el proceso previo a la preparación y grabación de 72 Seasons Hetfield volvió a internarse en un centro de rehabilitación y bregó con el divorcio de quien fuera su pareja desde 1992.

De ese proceso de crecimiento en el que abunda el álbum, no tanto musical como experiencial, proviene el título: las 72 estaciones se refieren a los 18 primeros años de vida, de cómo modelan las aspiraciones y personalidad de toda persona y cómo se evoca luego esa idea desde la madurez.

De que Metallica vuelven dispuestos a explotar la expectación que genera cada lanzamiento habla también la gira que han preparado para su presentación en vivo, M72 World Tour, con un escenario montado en el centro de cada estadio y perspectiva de 360º a precios igualmente colosales según la distancia respecto a la banda, de 119 a 3.000 euros.

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