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The Jam, el nuevo local nocturno que viene albergando las propuestas más diversas en cuanto a lo musical, era un hervidero de gente cuando eran cerca de las 23:30 del pasado sábado 5 de noviembre. La fecha fue marcada para que las músicas de Eyesight, un proyecto nacido allá por 1995, vuelvan a cobrar vuelo desde un imponente escenario montado para la ocasión.
En aquellos primeros años Zethyaz (el músico y escritor Juan Ramírez Biedermann) necesitaba un carril por donde poder “desviarse” de la estética pesada que hacía con su otra banda Sabaoth. Por ese entonces, uniendo fuerzas con otros músicos, pudo grabar el álbum “Shield of Leaves” (1997).
El trabajo no tardó en mover el piso de muchas mentes que se vieron conmovidas con esta música y con la inventiva lírica de Zethyaz, que abraza con mucha devoción y sin vergüenza la oscuridad, las notas tristes y ¿por qué no? la desolación.
Tuvo que pasar mucho (pero mucho) tiempo para que nueva música de Eyesight vea la luz. Fue en 2018 cuando Zethyaz refunda el proyecto como dúo junto al músico Juan Colman, un virtuoso de la guitarra y la voz, quien refuerza junto a su par un nuevo concepto para su música.
Específicamente desde 2019 el proyecto empezó a escribir un nuevo capítulo ya con más camino andado, más experiencias que volcar en letras y el mismo amor por la música. Así, en 2021 sale el disco “Forking Paths” al que ya le siguieron después dos sencillos más. Actualmente, con mucho combustible, el grupo está en etapa de grabación de nuevas canciones.
Un encuentro demasiado esperado
Toda esta historia (resumida) es clave para entender el contexto que nos lleva de nuevo al sábado 5 de noviembre de 2022. Eyesight no subía a un escenario así, como propuesta, desde hacía 25 años que fue cuando salió el primer disco.
Esta vez, el dúo compartió escenario con Guille Gayo en batería, Paulo Lezcano en guitarra y Jorge Barrios en bajo, conformando así una banda digna de “all stars”.
Entonces ese público que hervía de emoción y compartía tragos antes, entre murmullos de expectativas, silbidos y gritos, recibió a este nuevo Eyesight, que corrió el telón imaginario con “Jerico Flower”, una introducción potente y cruda, dos características que marcarían la energía de todo el concierto que sirvió un menú variado, ya que sonaron temas de los dos álbumes más varias canciones nuevas, sin dejar de lado un par de covers que canalizan las influencias, sobre todo, de Zethyaz.
“Our ashes”, del último disco, y “Radiant”, sencillo nuevo, abrieron el camino demostrando desde el “vamos” un sonido entre onírico, bruto y contundente de parte de una banda impecablemente ensamblada. El viaje había empezado y la nave era más que segura.
Un viaje por sonidos con momentos oscuros pero también de una claridad nostálgica, que atravesaban el aire, se conjugaban con la paleta de luces de intensos colores que bañaban a la gente.
Como una descarga de electricidad llegaron luego, en seguidilla, tres temas nuevos que formarán parte del tercer disco de Eyesight. “The people of the morning after”, “Un signo en la distancia” y “Counterlight” fueron las canciones con las que el grupo arremetió, en una demostración del camino que tomará este nuevo trabajo, con guitarras mucho más pesadas, riffs acelerados, un bajo filoso y la batería quebrando todo, sin miedo.
La macabra “Tainted voices”, de “Forking Paths”, encajó perfecto en esta espiral sonora que ya tenía a la gente completamente hipnotizada. Los beats ya habían penetrado en las mentes, en tanto Zethyaz y Colmán alternaban en un canto lleno de matices y, a la vez, incisivo.
Un viaje por las profundidades del sonido
El público quedó flotando en esto que para entonces ya era una “rave”. Así, en un setlist correctamente armado, con un entendido manejo de la atención y las sensaciones de la gente, Zethyaz tomó el micrófono y una guitarra acústica para anunciar un momento en que las luces más claras se posarían solo sobre él. Además de contar sus influencias musicales, recordó que la literatura siempre caló de forma muy profunda en él.
Así llegó una versión muy sincera y a flor de piel de “Pigs on the wing”, de Pink Floyd, y un momento especial con “Star’s enigma”, de aquel primer álbum de Eyesight. Como inmerso en su propio canto, Zethyaz inundó el lugar con su introvertida sensibilidad y empuñando su guitarra hecha con una madera intervenida por las garras de un oso. De esas fantasías que, en un concierto como este, uno cree automáticamente.
El trayecto nos guiaría luego hacia otro tributo a Pink Floyd con “Jugband Blues” que se conectó a otro nuevo tema a lanzarse llamado “Cure”.
“Daggers into bells” y “Forking paths”, con la banda desatada a pleno, llegaron ya casi hacia el final. Pero si de tributos se habla, la noche no terminaría sin que haya un guiño a la mítica Sabaoth. Así llegó “Fragile”, que fue recibida con fuertes aplausos y caras de añoranza metalera.
Cambiando cualquier “idea” establecida de un repertorio, el concierto terminó con un tema nuevo “Trampoline” y con “Eclipse” de Pink Floyd, como una afirmación de hacia dónde va Eyesight pero también un recordatorio de por dónde vino.
Así este concierto unió puntos para muchas personas. El volver a ver el sueño materializado de una banda que retomó su senda, o quizás, como muchos (me incluyo), verlos por primera vez.
Eyesight sabe cómo hacer que nos adentremos a su mundo de ensoñación, con letras que evocan sentires humanos y universales. El amor, la tristeza, como también cuestionamientos a la sociedad no están ausentes en esta música que inquieta pero a la vez insta a reflexionar. Ojalá no dejen pasar tantas décadas más para volver a celebrar este ritual de canciones hechizantes.